Por Gustavo López Padilla*
En los orígenes prehispánicos de la ahora ciudad de México, lo que fuera antiguamente Tenochtitlán, capital del Imperio Mexica fundada en 1325, surgió en íntima y armónica relación con respecto al agua. Siguiendo los designios de sus profecías, los mexicas decidieron ubicarse casi en el corazón de los antiguos y espléndidos lagos de lo que conocemos como Texcoco. Implementaron un sistema de confinamiento de tierras (chinampas) y canales de agua, a partir del cual se definió y construyó el tejido regular del asentamiento de la ciudad. Los mexicas lidiaron y convivieron en todo momento con la presencia del agua, sufriendo naturalmente algunas inundaciones, que pudieron resolver en el tiempo, separando incluso de manera inteligente las aguas dulces y las saladas con una obra monumental. A pesar de sus dificultades, en ningún momento de su historia, pensaron o instrumentaron acciones que fueran contra la relación del agua y el crecimiento de su ciudad. El inteligente desarrollo urbano mexica es semejante al que instrumentaron los holandeses en la ciudad de Amsterdam y que actualmente es un modelo exitoso de desarrollo urbano.
Con la conquista española y la determinación de asentar en 1521 la principal ciudad de la Nueva España, justamente sobre las preexistencias construidas prehispánicas de Tenochtitlán, siguieron existiendo dificultades de la convivencia de la ciudad en relación con el agua. En breve tiempo los conquistadores españoles, para enfrentar y tratar de resolver estas inundaciones, plantearon ir secando sistemáticamente lagos y ríos y con ello la mancha urbana inició lentamente su crecimiento. Esta decisión implicó un serio e histórico atentado contra la naturaleza, que constantemente reclamó en el tiempo sus territorios con nuevas inundaciones y la respuesta siempre equivocada, se mantuvo en la idea de secar todos los cuerpos de agua existentes en la inmediaciones de la ciudad. Este planteamiento de secar y mas adelante entubar los diferentes cuerpos de agua, para evitar dificultades de inundaciones en la ciudad, se convirtió para nosotros los mexicanos, en una limitación o deformación intelectual, que todavía en la actualidad del año 2024 nos cuesta trabajo superar. Sistemáticamente el desarrollo contemporáneo de la hoy ciudad de México y de otras ciudades del país, se han instrumentado contra la naturaleza, ya sea esta verde o hidráulica y vivimos severamente sus consecuencias, contribuyendo con ello al cambio climático global.
La ciudad de México ha crecido territorialmente hasta 1495 km2 y una población de 9,209,994 habitantes tan solo en el territorio de la ciudad y poco mas de 20 millones en lo que corresponde a la zona conurbada, que implica correlaciones territoriales con los estados de Morelos, Hidalgo y el Estado de México. Contra la lógica natural que podemos apreciar en muchas ciudades compactas contemporáneas en el mundo, este crecimiento se ha materializado en una presencia urbana extensa, preferentemente horizontal, dos pisos en promedio, ocupando indiscriminada e irracionalmente territorios naturales, provocando serios desequilibrios ambientales, que se manifiestan con malas calidades del aire, aumento de las temperaturas promedio, llegando en estos días hasta 34.3 grados centígrados y desde luego escasez de agua. Todo lo anterior pone en riesgo la viabilidad y continuidad de nuestra vida urbana, teniendo desde luego serias implicaciones de carácter ambiental, económicas, sociales, políticas y culturales.
Vivimos en nuestra ciudad y desafortunadamente también en el conjunto del país, serios problemas por la falta de agua y es una realidad que no es nueva, data de muchos años y no ha sido debidamente atendida. Lo peor de todo es que conocemos los orígenes del problema y conocemos perfectamente posibilidades de solución, la ciencia moderna ha avanzado mucho en este sentido en los últimos años, pero nuestra histórica atrofia intelectual que data desde los tiempos de la colonia española, a la que se suman distorsiones y falta de voluntad política y social actuales, nos han llevado hasta estos extremos de crisis. En este problema de sequía y calentamiento global todos somos corresponsables, la sociedad en general, nuestros representantes políticos y todos aquellos relacionados con las universidades y los centros de desarrollo del conocimiento.
Vale la pena hacer ahora un recuento de las posibilidades de enfrentamiento del problema. Por principio de cuentas, tenemos que reorientar el crecimiento de nuestras ciudades y la capital del país y su zona conurbada por delante. Aquí vivimos el veinticinco porciento de la población total de la República Mexicana. No podemos seguir creciendo indiscriminadamente de manera extensiva, con base en densidades bajas de ocupación territorial y con un carácter horizontal, ocupando y destruyendo nuevas áreas verdes. Y aquí me gustaría recordar al filósofo inglés, empirista Francis Bacon (1561-1626) quién afirma: la naturaleza para ser gobernada debe ser obedecida. Tenemos que lograr reequilibrios armónicos entre las zonas urbanas y las zonas naturales. En este sentido, partiendo de la idea de que las ciudades se hacen y se rehacen en el tiempo y ejemplos en el mundo existen y muy exitosos, como Boston, Madrid o Seúl por citar solo algunos, debemos derribar una buena parte de lo construido y volverlo de nueva cuenta zonas naturales verdes, incluyendo cuerpos de agua. Nuestro modelo de crecimiento debe ser, crecer lo menos posible hacia afuera, hacerlo mayoritariamente hacia adentro del territorio de nuestra ciudad y de nuestras ciudades, con base en mezclas de distintas densidades de construcción, preferentemente densidades medias, que resultan en edificaciones de entre cinco y siete pisos. Modelo que ha resultado exitoso en buena parte de las ciudades europeas, logrando con ello buenas calidades habitables, con razonables equilibrios ambientales.
Estragos en el Sistema Cutzamala
Debemos aspirar por lo menos a disponer de los porcentajes de áreas verdes que consideran indispensables y saludables los expertos en el conocimiento de las ciudades: contar con al menos entre doce y dieciséis metros cuadrados de áreas verdes por habitante. La ciudad de México por ahora, cuenta tan solo con siete metros y medio de espacios verdes por habitante, muy lejos del porcentaje mínimo requerido. Necesitamos de nuevos parques públicos y para mí el ejemplo de lo que se puede hacer en nuestra ciudad, entre otras alternativas, es replicar en diferentes zonas de la ciudad, la experiencia del Parque Tezozómoc, de veintiocho hectáreas, ubicado en la Alcaldía Atzcapotzalco, proyecto del año 1982, de Grupo de Diseño Urbano, encabezado por el Arq. Mario Schjetnan. Las áreas verdes permiten las recargas acuíferas, necesarias para el abastecimiento de agua y mejoran naturalmente las condiciones climáticas, que propician mejores condiciones de lluvias y temperaturas. Para la ciudad de México, tenemos que plantearnos en un futuro razonable, volver a construir de nueva cuenta una buena parte de los grandes lagos originales y sus áreas verdes o si no construir al menos, pequeñas y muchas obras, a manera de acupuntura urbana, como el parque Tezozómoc, de tal manera que sumando todo lo anterior, podamos reequilibrar nuestro desarrollo urbano. Y si para lograr lo anterior tenemos que destruir parte de lo ya construido, tenemos que realizar el esfuerzo necesario. Hay que desarrollar desde luego los estudios urbanos, que nos permitan identificar las posibles zonas, donde lo anterior sea factible de realizar.
Siguiendo la idea de que todos somos corresponsables del problema y sus soluciones, tenemos que abatir el consumo de agua per capita en nuestra ciudad. Hoy en día consumimos trescientos cincuenta litros diarios de agua potable por persona, una cifra muy alta. Existen ciudades en el mundo, que incluso contando con fuentes importantes de abastecimiento de agua, tan solo consumen ciento cincuenta litros diarios por persona. Debemos acercarnos a estas cifras razonables.
Realidad de la Presa en Valle de Bravo
Otro grave problema en nuestra ciudad, en buena medida resultado de abastecernos mayoritariamente de pozos subterráneos, de los que sacamos el agua del subsuelo y que generan hundimientos con graves consecuencias en buena parte de lo construido, es conjuntamente reequilibrar los niveles de los mantos freáticos, a partir de contar con mayores áreas verdes y sus naturales recargas del vital líquido, reparando además los sistemas de las redes de abastecimiento del agua. Hoy en día se pierde poco mas del cuarenta porciento del agua potable en fugas por las tuberías rotas y que no son reparadas, desde hace muchos años. Debemos impulsar además proyectos y programas que recolecten el agua de lluvia. Así como padecemos de sequías, es notable que entre los reclamos de la naturaleza en época de lluvias, cada vez se sucedan lo que algunos denominan ¨lluvias extraordinarias¨, siendo cada vez mas frecuentes, causando serias inundaciones. No podemos desperdiciar el agua de lluvia, necesitamos recolectarla, almacenarla en parte y reinyectarla en buena medida a los mantos acuíferos.
Otra importantísima acción que debemos implementar en todas las ciudades del país y la ciudad de México no es la excepción, es reciclar las aguas residuales, las de los drenajes, llevándolas a distintos niveles de mejoramiento en su calidad, hasta volver potables una buena parte de las aguas residuales. Otros porcentajes de aguas residuales se pueden utilizar con menores tratamientos, para riego urbano y para riego agrícola. Hoy la ciencia moderna permite perfectamente lo anterior. Debemos pensar en ciclos cerrados en el abastecimiento de agua potable y tratamiento de aguas residuales. Podemos traer agua potable de las fuentes naturales de abastecimiento, usarla y al convertirse en aguas residuales, tratarla mayoritariamente hasta convertirla de nueva cuenta en agua potable, volverla a reintroducir en las redes de abastecimiento, logrando así un ciclo cerrado en el uso del agua. Se debería reabastecer con nueva agua potable, tan solo la que se pueda perder en fugas de las tuberías o de lo que resulte por evaporaciones naturales.
Parque Tezozómoc
Debemos invertir en la construcción de las necesarias plantas de tratamiento de aguas residuales, para lograr lo anterior. Sin duda, los mayores costos posibles en la operación de las ciudades, no son la construcción de estas plantas de tratamiento, los mayores costos se originan en la falta de agua y sus desastrosas consecuencias en materia de salud, condiciones ambientales y por ende de la viabilidad de la vida urbana. Con el tratamiento de aguas residuales también, se puede volver a introducir y llevar a nuevos equilibrios ambientales los cuerpos de agua, llámense lagos, lagunas y ríos que hemos secado, para abastecerlos también de agua, sin considerar que debemos tratar de conservar lo mejor posible estos cuerpos de agua. En este sentido existen proyectos exitosos en el mundo en los cuales se les ha dado nueva vitalidad a lagos, lagunas y ríos, con la utilización de aguas residuales tratadas. Debemos desentubar en nuestra ciudad los ríos que hemos llevado a esa condición y volverlos de nueva cuenta, parte de nuestro paisaje natural. Las zonas agrícolas e industriales deben usar aguas tratadas para esos usos y resguardar el agua potable, preferentemente para consumo humano.
Sabemos y padecemos el problema de la sequía y el cambio climático que ha llegado a niveles alarmantes, pero sabemos también como enfrentarlo, lo hemos planteado y comentado en innumerables ocasiones. Su solución no es exclusivamente económica, lo mas caro siempre es no contar con agua potable, requerimos mayoritariamente de voluntad social, política y científica de todos, para resolverlo en el tiempo. Todos somos corresponsables, ya no hay tiempo que perder. O lo hacemos o nos lamentaremos en breve de las graves consecuencias para la vida, la estabilidad política, social y económica de las ciudades.
Planta de tratamiento Atotonilco.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com