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La Evaluación de Impacto Social como instrumento de participación

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Por Carmen Contreras*

Dentro de las diversas dimensiones sobre el “Derecho a la Ciudad” establecido en la Constitución de la Ciudad de México, hay una que se refiere a las transformaciones urbanas y  la participación de la sociedad en distintos niveles: desde brindar información para la planeación participativa, hasta la formulación de leyes y políticas públicas.

Una Evaluación de Impacto Social de los proyectos y obras de construcción es un instrumento de participación ya que incluye las opiniones y percepciones de las poblaciones directamente afectadas por la intervención pública o privada.

Con este tipo de evaluaciones se detectan las necesidades del entorno y se diseñan las medidas de mitigación con un enfoque social. Estas últimas se orientan al reconocimiento de los derechos constitucionales en la Ciudad de México.

Sin embargo, no es sencillo definir quiénes son las personas a las que debemos éticamente preguntar sus opiniones y/o percepciones para tener una mejor idea de cómo afectaremos sus vidas y entornos físicos con una obra.

Algunas poblaciones son afectadas de manera directa y otras están “lejos” del territorio, pero involucradas como usuarias del espacio público y el transporte, o en el futuro sustentable de la ciudad, como en el caso del acceso al agua.

En una Evaluación de Impacto Social, además de definir un perímetro territorial que puede ser analizado a través de estadísticas socio-demográficas, mapeos de infraestructura urbana, cobertura de servicios, etc.; también hay que utilizar instrumentos cualitativos para conocer opiniones y percepciones de las personas. Se necesita llegar a vislumbrar: la interacción social, el contexto socio-cultural de las poblaciones y, por ende, sus necesidades, ya que estas deben ser el centro de las medidas de mitigación de nuestros proyectos.

Propongo analizar en todo caso el medio urbano como producto social. En su obra “La ideología urbana”, Manuel Castells nos da una pista de cómo analizar la ciudad en tanto producto social señalando que los medios urbanos específicos deben ser comprendidos en la relación espacio-sociedad, la cual debe quedar establecida más como problemática y como objeto de estudio.

Para “aterrizar” esta gran idea, el Instituto Internacional para el Desarrollo Sustentable de Winnipeg, Canadá (Institute for Sustainable Development), nos da luz sobre los aspectos sociales de las Evaluaciones de Impacto Social de los megaproyectos. Tomémoslos como referencia para delimitar tanto una población como un área de estudio y para saber a quiénes debemos involucrar:

Características de la población (parámetros, proyecciones de crecimiento, etc.).

 

Características

socioculturales (minorías étnicas, hábitos, población de interés especial).

Impactos de la comunidad:

impacto en los pobres, personas de bajos ingresos; impactos en la cultura, patrimonio; impactos sociales (acceso a puestos de trabajo, alimentos, energía), estéticas.

Recursos visuales (descripción física de la comunidad); áreas naturales de valor paisajístico significativo;

identificación de estructuras con diseño arquitectónico significativo; etc.).

 

Recursos históricos y arqueológicos (áreas o estructuras históricas que

figuran en lista, según designación nacional o de la comunidad; sitios de valor arqueológico posiblemente significativo).

 

Lo anterior implica un acercamiento a las personas desde el diseño de nuestros proyectos de obras o inmobiliarios. El área de influencia de un proyecto no implica solo lo que las leyes nos indican como una superficie en un plano. Hay poblaciones a las que las medidas de mitigación persiguen beneficiar y que deben contar con medios para involucrarse en los procesos de detección de necesidades aportando sus opiniones y percepciones. Estas poblaciones se pueden clasificar como sigue:

  • La población de referencia como una muestra del universo de población que habita la demarcación territorial en una alcaldía o varias (para el caso de la Ciudad de México).
  • La población potencial que se encuentra dentro de la población de referencia, es decir, aquella que es afectada directamente por un proyecto por residir en el entorno inmediato a este. La población potencial es también la que aporta la información de primera mano para el conocimiento del entorno. La definición de “entorno” de Verónica Zárate Toscano del Instituto Mora nos dice que este se compone de “factores o circunstancias que se relacionan con temas político-administrativos, modificaciones en la planta urbana, aprovechamiento de espacios públicos y privados y la utilización del espacio público como escenario.” A quienes debemos involucrar en la definición de un proyecto y sus mitigaciones es, en este caso, a las personas de las colonias, barrios y calles aledañas, así como a las y los usuarios de espacios de tránsito, peatonales y ocupados para la convivencia.

A través de estas definiciones, es posible que nuestros proyectos logren mejorar los entornos, contribuyan a disminuir las brechas de desigualdad urbana y tengan el fin social que tanto se menciona en la Constitución de la Ciudad de México. Vale la pena por ello incluir las Evaluaciones de Impacto Social en todos nuestros proyectos, aunque la ley no nos obligue.

 

Texto y fotografía: Carmen Contreras

*Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género

@Utopia_Urbana

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