Por Gustavo López Padilla*
Para Clara Brugada
La Ciudad de México cuenta actualmente con planes urbanos vueltos leyes, que contemplan la totalidad de su territorio, de alguna manera también las zonas conurbadas que la rodean, así como lo que tiene que ver con las particularidades de cada una de las dieciséis alcaldías, con los cuales se resuelven sus problemas de desarrollo, operación funcional y relaciones colectivas cotidianas. Si bien con estos instrumentos legales y de planeación se enfrenta lo que tiene que ver con el día a día, nuestra ciudad no cuenta actualmente con planes que contemplen sus perspectivas de futuro, que tengan que ver con el mediano y largo plazos. Si nos acercamos al conocimiento de algunas de las ciudades cosmopolitas mas importantes y reconocidas en el mundo, como pueden ser entre otras: Barcelona, Londres, Boston, Amsterdam, Chicago, Tokio, Madrid o Nueva York, además de contar con una larga tradición en lo que tiene que ver con su planeación urbana, que bien puede remontarse hasta mediados del siglo XIX, estas ciudades cuentan actualmente con planes de desarrollo que implican sus visiones de futuro.
Si bien la Ciudad de México no tiene una larga tradición en lo que tiene que ver con la planeación urbana, siendo una de las ciudades mas importantes en el mundo, dada su extensión territorial de 1495 km2, una población que ronda los 9 millones y contando su zona conurbada con casi 21 millones de personas, tomando en cuenta además que México como país es la economía número doce en el mundo (1,291 miles de millones de dólares) y que la ciudad de México contribuye con el 17% del producto interno bruto del país, resulta increíble que no cuente con planes de desarrollo que impliquen visiones de futuro. Existe conformismo de contar tan solo con planes con los cuales se resuelven los problemas inmediatos. Esta situación no puede continuar así y resulta inminente que el gobierno de nuestra ciudad, en conjunto con los mejores expertos con los que se cuente en materia de planeación, se aboquen a plantear los necesarios planes de desarrollo que consideren el futuro. Tenemos que pensar y valorar como hemos vivido la ciudad, como la vivimos actualmente y como nos gustaría vivir en el futuro, con que calidades habitables y construidas, tomando en cuenta nuestras propias aspiraciones, pero pensando además en la realidad que vivirán nuestros hijos y nuestros nietos.
En estos planes de futuro, naturalmente se tienen que considerar de inicio proyecciones de crecimiento y regulación poblacionales y en la medida de lo posible plantear una mejor distribución de las personas en relación a las disposiciones materiales del territorio de la Ciudad de México. En lo que tiene que ver con la extensión geográfica de la ciudad es importante considerar el control de su crecimiento, tratando de evitar desarrollos horizontales extensivos, como manchas de aceite que se desperdigan en sus límites perimetrales, que ocupan y destruyen mayores zonas libres verdes. Es racional y abiertamente aceptada la alternativa de promover crecimientos hacia el interior de los territorios ocupados, reaprovechando lo construido o mediante construcciones nuevas utilizando los pocos baldíos disponibles o a partir de la sustitución de unas construcciones por otras, induciendo ricas mezclas de diferentes densidades y usos del suelo, contando preferentemente con densidades medias de construcción, que se expresan formal y constructivamente con edificios que promedian los seis pisos de altura, valorando, aprovechando y reconstruyendo extensos territorios que cuentan en promedio con tan solo dos niveles edificados, enriqueciendo además con ello la vida colectiva de barrio. El limitar el crecimiento horizontal y ajustarse preferentemente a lo ya construido, tiene otros grandes beneficios en lo que tiene que ver con las extensiones, funcionalidad, gastos de operación y mantenimiento de las infraestructuras urbanas existentes, como lo son las redes de agua potable, drenaje, electricidad, gas y transporte público. A menores distancias de recorridos mayor eficiencia y menores costos de operación.
En lo que tiene que ver con las necesarias e indispensables mezclas de los diferentes usos del suelo, se deberán promover para la ciudad de México, con visiones de futuro, la planeación y construcción de diferentes modalidades de vivienda colectiva, entendidas como recreaciones mejoradas del tejido urbano existente de la ciudad y no como conjuntos habitacionales aislados. Se deben entender las nuevas propuestas de vivienda como proyectos de tejido urbano que bien pueden ser de carácter privado o público, pero siempre regulados de manera directa por el gobierno capitalino. Vivienda que incluya de manera natural, mezclas diversas de distintos grupos sociales y económicos, también vivienda en renta, impulsando con ello a partir de los intercambios de vida cotidianos, el crecimiento cultural y económico como expresión del conjunto social.
Formando parte de lo anterior se debe impulsar la educación en todos sus niveles, desde el kínder hasta los estudios universitarios, que también puede ser privada o pública, que signifique la posibilidad de una preparación que permita acceder a mejores oportunidades de vida y trabajos mejor pagados. Una educación humanista, diversa e incluyente, representada por buenas escuelas a diferentes niveles educativos, centros comunitarios y museos, que tomen en cuenta todas las alternativas posibles en el uso de los mas recientes y completos métodos de enseñanza y aprendizaje, medios de información y comunicación, transmisión y difusión del conocimiento, incluyendo la inteligencia artificial, todo ello apoyado en el impulso a las humanidades, la ciencias y la tecnología. Hay que insistir en que se debe asumir la postura política de una educación abierta, libre, plural e incluyente, con la visión de la valoración de si mismo y el respeto a los otros que pueden pensar diferente.
En la idea de futuro de ciudad se debe incluir la creación y diversificación de los espacios públicos, entendidos como las necesarias extensiones naturales de los hogares privados, promoviendo en ellos las relaciones de barrio colectivas, que enriquecen la vida y el crecimiento social. Estos espacios públicos pueden ser calles, plazas o jardines. En lo que tiene que ver con las calles se debe poner énfasis en el tráfico vehicular, tratando de regularlo y limitarlo racionalmente, incentivando el transporte público no contaminante, cómodo y eficiente, el uso de la bicicleta y creando mayores zonas que puedan ser caminables. En la particularidad del transporte público, se debe continuar el impulso a sistemas como el metrobús o los trolebuses, que han demostrado su eficiencia y funcionalidad, dando además mantenimiento adecuado a las líneas del metro existentes, que transportan a millones de pasajeros diariamente por todos los rumbos de la ciudad. En lo referente a los espacios públicos de los jardines, se debe promover la construcción de sistemas de jardines, a manera de acupuntura urbana, a todo lo largo y ancho del territorio capitalino, zonas verdes que en la medida de lo posible puedan incluir también importantes cuerpos de agua, como una contribución paulatina y constante para recuperar la condición hidráulica ancestral de la ciudad, utilizando para ello agua de lluvia o aguas residuales recicladas.
Se trataría de acercarse poco a poco a los doce metros cuadrados de espacio verde por habitante, que los estudiosos de las ciudades consideran como el área mínima, para lograr una calidad de vida urbana, sana y habitable. El conjunto de todos estos espacios públicos que incentiven la vida colectiva de barrio, se deberían traducir en condiciones de propicien seguridad en la vida cotidiana comunitaria, que es hoy en día uno de los mayores reclamos de la sociedad. Se trata de cuidarse los unos a los otros. Además, el espíritu que debe acompañar estas propuestas de futuro debe contemplar el volver a conciliar el desarrollo urbano de nuestra ciudad en relación con la naturaleza, contemplando la presencia de mayores áreas verdes y agua y también la utilización de energías limpias para todos los usos, que ayuden a mejorar sensiblemente nuestros graves problemas de contaminación ambiental, que afectan notablemente la salud pública y la economía de todas las familias.
El tema del agua es hoy en día uno de los problemas fundamentales de nuestra ciudad. La sobreexplotación irracional de las fuentes de abastecimiento externas a la ciudad y de los pozos profundos ubicados en el corazón de la misma, nos han llevado a condiciones extremas, poniendo en riesgo la viabilidad de operación del conjunto de la ciudad. No podemos seguir por el mismo camino. Requerimos racionalizar el consumo de agua, bajando de 350 litros diarios por persona, a por lo menos 200 litros diarios. Necesitamos hacer un esfuerzo mayor y reparar urgentemente nuestras lineas de abastecimiento de agua potable y drenaje, en las cuales se pierde el 40% del agua que circula por estas redes. Es indispensable aumentar nuestras áreas verdes para mejorar el clima, inducir lluvias y contar así con mayores zonas de recarga acuífera, aprovechando también el agua de lluvia y reutilizar las aguas residuales, que bien se pueden convertir en potables. Hay que instalar mas plantas de tratamiento de aguas residuales y reparar las existentes, con la finalidad de organizar ciclos cerrados en los cuales se traiga nueva agua potable, se utilice convirtiéndose en aguas residuales, estas últimas se traten convirtiéndolas en potables y usarlas otra vez, reponiendo con nueva agua, solo aquella que se pierda por evaporación o pérdidas en las redes de distribución. Se trata al final de cuentas de resolver de fondo y permanentemente el problema del agua potable en nuestra ciudad, equilibrando el consumo racional incluyendo a todas las personas. El mayor costo de lo anterior es no contar con agua potable y sus severas repercusiones en la vida cotidiana del conjunto de los habitantes de la ciudad.
Estas propuestas de planeación deben contemplar incentivar la economía, oportunidades diversas e incluyentes de trabajo, para todo el conjunto de la población, como uno de los motores indispensables para su realización. Y finalmente es importante insistir que nuestra Ciudad de México no puede seguir operando sin contar con esta indispensable y necesaria planeación de futuro, es inminente realizar lo anterior de la manera mas racional posible, convocando para el efecto a los mejores grupos interdisciplinarios expertos conocedores del tema, que trabajen coordinadamente en conjunto. No podemos seguir resolviendo solamente los problemas inmediatos y construyendo proyectos aislados. Pero también, porque no, en estas propuestas de planeación urbana, se deberían dar márgenes que puedan permitir la existencia de visiones utópicas y las posibilidades fortuitas del azar, que siempre confieren una importante dosis de sorpresas inesperadas y de humanismo. Estas visiones de cómo imaginamos y queremos vivir en el futuro son necesariamente perfectibles en el tiempo.
Cualquiera puede pensar que todas las ideas expresadas anteriormente no son nuevas y efectivamente no lo son, yo mismo me he ocupado de ellas a lo largo de los últimos quince años en distintos escenarios y publicaciones, son perfectamente conocidas y aceptadas por grandes grupos mayoritarios desde hace tiempo, pero ha faltada voluntad política y social para llevarlas a cabo plenamente. Nuestra ciudad ya no puede esperar, hay que instrumentar documental y legalmente nuestras visiones de futuro, que además consoliden y enriquezcan la diversa y propia personalidad construida, formal, social y cultural que le es natural e identifica nuestra ciudad, evitando las soluciones genéricas y en ello en mayor o menor medida todos somos corresponsables.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com