Por Jimena Peña Uribe*
¿Has escuchado el término greenwashing? Nunca me ha gustado utilizar anglicismos o palabras extranjeras al hablar en castellano, pero en algunas ocasiones resulta correcto o hasta obligado. La Real Academia de la Lengua ha optado por aceptar algunas palabras extranjeras o palabras mal utilizadas y darles una acepción nueva cuando el uso generalizado ha llevado a que sea del dominio público.
Desde mi punto de vista, este es el caso de greenwashing, aunque aún no es una palabra aceptada por la academia es una de esas locuciones que si las tratáramos de traducir requerirían de una larga explicación y perderían su significado en el idioma original.
Así pues, el concepto greenwashing es un término en inglés que se refiere a empresas que promocionan su orientación ecológica, o de cuidado del medio ambiente, pero únicamente para cumplir con un objetivo mercadológico, ya que su mensaje carece de sustento al contar con prácticas que no son realmente sostenibles y sustentables, en algunos casos existen grandes conglomerados que no solo fingen ser amistosos con el medio ambiente y continúan contaminando, si no invierten grandes cantidades de dinero para bloquear la emisión de leyes que los obliguen al cuidado del medio ambiente o boicotean campañas ambientalistas.
Un caso icónico de esta práctica lo protagonizó Volkswagen (VW) en el 2015, cuando se descubrió que las computadoras de los autos con motores diésel tenían un software que alteraba los resultados de los controles técnicos de emisión de contaminantes.
Esta práctica se llevó a cabo a lo largo de 6 años y acumuló 11 millones de automóviles que sus dueños compraron porque eran ecológicos, pero, en realidad, superaban hasta 40 veces el límite legal de los estándares de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA). Además de la vergüenza pública que VW tuvo que afrontar, pagó una gran cantidad de multas muy altas, sin embargo, el daño al medio ambiente ya estaba hecho.
Para combatir el greenwashing la organización Terra Choice publicó lo que denominó los siete pecados de greenwashing, que de algún modo se convierte en una breve guía de lo que debemos observar para evitar ser engañados por las empresas que llevan acabo esta deplorable practica:
- Pecado de vicios ocultos. Empresas que denominan sus productos como “verdes” basándose en unos cuantos atributos muy limitados, sin poner atención a temas ambientales realmente importantes. Por ejemplo, una bolsa de papel no es necesariamente ecológica porque su principal ingrediente es orgánico, para que sea realmente verde debe venir de un bosque sustentable y certificado, el proceso de fabricación debe ser no contaminante (la producción de papel suele contaminar cantidades enormes de agua) y debe tener un verdadero monitoreo de la emisión de gases de efecto invernadero generados en su producción y transporte.
- Pecado de la Prueba. El que un producto haga afirmaciones sobre su cuidado del medio ambiente sin dar datos y certificaciones confiables y fácilmente accesibles. Que diga que es ecológico no lo hace cierto.
- Pecado de la ambigüedad. Afirmar que un producto o servicio es ecológico a partir de una descripción mala o vaga, indica que es muy probable es que se trate de un engaño. Por ejemplo, la afirmación “100% Natural”, no necesariamente quiere decir que es amigable con el medio ambiente.
- Pecado de publicitar falsas etiquetas. Un producto que usa palabras o imágenes que te hacen pensar que está certificado por alguna organización, cuando en realidad no lo está o la organización que lo certifica no es confiable.
- Pecado de lo no relevante. Una manifestación de que el producto o servicio es amigable con el medio ambiente y que puede ser que lo que publique sea verdadero, pero sin importancia. Por ejemplo, que el producto manifieste que esta libre de CFC (clorofluorocarbonos por sus siglas en ingles). Efectivamente el producto es libre de CFC, pero todos los productos son libres de CFC desde 1989 porque se prohibió por el protocolo de Montreal en todo el mundo.
- Pecado del mal menor. Una declaración de que cierto producto o servicio tiene cierta cualidad que en realidad no lo hace amigable con el medio ambiente solo menos malo que otros. Por ejemplo, un automóvil que promueva que es muy eficiente en su consumo de combustible, porque a pesar de que es bueno que consuma y contamine menos, en realidad, el objetivo es que no contamine.
- Pecado de Mentir. Que un producto o servicio mienta sobre sus certificaciones o cualidades para parecer ecológico. La mejor forma para prevenir esto, es contar con una certificación confiable. No confiemos simplemente en lo que las etiquetas dicen.
En el mundo de los negocios, la imagen o credenciales ecológicas de una empresa son muy relevantes para que éstas sean aceptadas y competitivas, algo que desde el punto de vista optimista ha empujado o forzado a las empresas a ser más respetuosas con el medio ambiente.
Sin embargo, ser una empresa o corporación realmente amistosa y preocupada por el medio ambiente requiere invertir tiempo y recursos para hacerlo bien y, ante todo, requiere la supervisión de nosotros, los consumidores que tenemos el poder de decidir a quién comprarle.
*Jimena Peña Uribe
Estudiante de Arquitectura
Jimena es estudiante de arquitectura en el Karlsruher Institute für Technologie en Alemania. Le apasiona comprender y analizar la forma en que los seres humanos ocupamos nuestro entorno, la forma en la que éste evoluciona y los pilares que sostienen la vida pública, pero le preocupa la falta de equilibrio con el medio ambiente. A través del urbanismo y la sustentabilidad busca construir un mejor futuro para todos.