Las construcciones de la ciudad de Izapa están hechas a base de arcilla; es decir, de barro bien compactado para permitir una gran resistencia y dar forma a los edificios
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), trabaja en el Proyecto de Investigación y Conservación de Izapa (PICI); a través del cual se pretende devolver el esplendor a este sitio, considerado uno de los más importantes de la región del Soconusco.
Izapa, conocida como ‘la ciudad de barro’, se ubica en los límites de Chiapas con Guatemala, muy cerca del volcán Tacaná; y se trata de un asentamiento prehispánico hecho de barro a la orilla de un río.
El sitio destaca por sus majestuosas esculturas: 270 piezas, que consisten, principalmente, en conjuntos de estela-altar; entre 30 y 40 de ellos están labrados con bajorrelieves que describen escenas míticas, asociadas al ejercicio del poder por parte de antiguos gobernantes. Dichas piezas dieron origen al llamado ‘estilo Izapa’; el cual se descubrió en dicho sitio, y hoy está identificado en otros asentamientos prehispánicos de Chiapas y Guatemala.
El arqueólogo Alejandro Uriarte Torres, responsable del PICI, explicó que los trabajos de restauración de Izapa han permitido redescubrir el corazón de su arquitectura; así como atender las problemáticas que presentan las edificaciones por la cercanía con el Tacaná. Además de las esculturas que se han visto afectadas por el crecimiento de líquenes y hongos; debido al clima húmedo que prevalece todo el año en la zona.
“En cuatro años de trabajos del PICI, además de restaurar y restituir la estabilidad y volumen de los edificios, hemos podido observar cómo fueron evolucionando. Identificamos sus etapas constructivas, las características de sus sistemas de edificación y los materiales empleados; y está pendiente el estudio de los bancos de dónde obtenían los materiales”, dijo.
Restauración a partir de técnicas originales
De acuerdo con el arqueólogo, las construcciones de la ciudad de Izapa están hechas a base de arcilla; es decir, de barro bien compactado para permitir una gran resistencia y dar forma a los edificios. Posteriormente, los muros fueron recubiertos con piedras que se obtenían del río; las cuales se anclaron dentro de los núcleos de arcilla. Por ello, la restauración ha sido todo un reto, principalmente devolverles la estabilidad al respetar las técnicas constructivas originales.
“La problemática de las edificaciones nos llevó a estudiar su arquitectura; la forma cómo se construyeron, cómo se ensamblaron los cantos rodados, cómo lograron que quedaran bien anclados. Entonces aprendimos hacer argamasas a base arcillas, piso a base de barro y a enfrentar la alta precipitación pluvial, tan característica del Soconusco.
“También aprendimos a valorar la arquitectura de tierra en Mesoamérica; que es mucho más común de lo que pensamos, porque hay gran cantidad de sitios como Izapa, donde solo los muros son de piedra, pero todo el interior, de barro. Esto es algo que tenemos que estudiar más a profundidad porque generalmente tenemos la idea de que todas las construcciones mesoamericanas son de piedra”, finalizó el especialista.