Urge crear condiciones que permitan aprovechar el hasta ahora subutilizado poder de la industria inmobiliaria.
Por Horacio Urbano*
Casí que sin importar de qué estemos hablando, reconocer potenciales y definir objetivos puede ser bastante simple.
Y esto aplica para un país, una región o un sector productivo… Más aún cuando quienes lo hacen son políticos, que no necesariamente tienen en mente cumplir lo que prometen o atender lo que sus diagnósticos indican.
La cosa se pone mucho más difícil cuando existe verdadera intención de asumir esos objetivos y consolidar esos potenciales.
Se pone mucho más difícil cuando, trátese de políticos, empresarios, banqueros, académicos, agencias no gubernamentales -nacionales o extranjeras-, o ciudadanos, se toma el compromiso de dejarse de rollos para pasar a la acción.
Diría mi abuela: “el prometer no empobrece, el dar es lo que aniquila”.
Potenciales y objetivos
El caso, es que vivimos tiempos de enormes retos, en que para salir adelante, más nos vale rechazar los rollos y exigir acciones.
Porque será difícil revertir problemas tan agobiantes como la pobreza, la desigualdad o los obstáculos para hacer efectivos Derechos tan importantes como aquellos que deberían multiplicar el acceso a la vivienda o la ciudad, si las buenas lecturas que permitan determinar potenciales y objetivos, no vienen acompañadas de acciones contundentes encaminadas a cumplirlos.
De nada sirve decir que se atenderá el rezago habitacional o se dará toda la atención a la transformación de nuestras ciudades.
De nada sirve si solo lo dicen y no hacen lo necesario para pasar del rollo al hecho.
Ya no basta con reconocer los problemas si al mismo tiempo no hacemos nada que verdaderamente sirva para hacerles frente.
No basta con reconocer la pobreza y la desigualdad si no se generan condiciones que impulsen a la gente a salir de esa condición.
No basta con señalar que no se hacen efectivos los Derechos a vivienda y ciudad si no revierten las causas de que esto siga sucediendo.
Subutilizado poder
Y bueno, es en este momento cuando vale la pena señalar que urge crear condiciones que permitan aprovechar el hasta ahora subutilizado poder de la industria inmobiliaria.
Porque ojalá quede claro que cada vez que hablamos de la urgencia de reactivar el sector inmobiliario, no hablamos solo de los números de una industria, o de lo que ello aporta al PIB o del número de empleos que está reactivación implica.
No.
La reactivación de esta industria claro que significa eso. Pero significa mucho más. Significa, sobre todo, la consolidación de un inventario de activos físicos cuyo principal objetivo sea elevar la calidad de vida de todos los mexicanos.
De elevar la calidad de vida y hacerlo en una forma sostenible y sustentable.
Y conste que dije de todos los mexicanos. Porque se trata de que todos estos proyectos impacten positivamente no solo a sus usuarios, sino, también, a todos aquellos que transiten o tengan alguna relación con los lugares en que se ubican.
Aterrizar promesas
Se trata de que ante todo, cada proyecto tenga un impacto positivo en el ámbito social, pero, también, que no sobra, en los ámbitos ambiental, económico y urbano.
Reactivar el sector inmobiliario tendría que ser un prioridad nacional, porque si los gobiernos y sus órganos de planeación trabajaran en forma coordinada con la iniciativa privada y el sector financiero, cada proyecto, sea nuevo o de regeneración de un activo existente, tendría que ser un paso más en ese complejo camino que debiera llevar a la consolidación de potenciales y el cumplimiento de todo tipo de objetivos.
Imposible pensar que se cumplan las tan cacareadas promesas del nearshoring si no se generan los proyectos indispensables para que nuestro país sea un verdadero imán para esas inversiones.
Y claro que ello implica parques industriales… Pero implica también que éstos se ubiquen en lugares logística y socialmente viables y atractivos.
Atender necesidades humanas
Lugares que cuenten con las infraestructuras necesarias para conectar con el mundo estas plantas y los productos que generen.
Lugares que formen parte o estén ligados a estructuras urbanas que cuenten con todo lo necesario para que estos polos económicos tengan el potencial necesario para atraer y mantener inversiones, pero, también, para atraer y mantener talento.
Porque consolidar una vocación industrial exige contar con parques industriales y oficinas. Pero, también, con puertos y/o aeropuertos y carreteras.
Pero ojo, que aún esto no sería suficiente si no estuviera ligado a estructuras urbanas que atendieran en forma eficiente, oportuna y suficiente, todo tipo de necesidades humanas relacionadas con la fuerza laboral y las familias de quienes forman las cadenas productivas que este polo económico pueda implicar.
El súperpoder de la industria inmobiliaria
Porque para que una vocación sea real no basta con crear un entorno propicio para el desarrollo económico. También van a necesitarse viviendas para quienes ahí deban trabajar.
Y comercios y espacios de esparcimiento que permitan crear un verdadero concepto de ciudad.
Definir vocaciones implica asumir objetivos de todo tipo. Es por ello que urge crear condiciones que permitan aprovechar el hasta ahora subutilizado poder de la industria inmobiliaria.
No basta con pretender asumir objetivos o vocaciones. Es necesario construirlos.
Y ese es el súperpoder de la industria inmobiliaria; consolidar vocaciones y dar viabilidad al cumplimiento de objetivos.
Se trata de pegar los ladrillos indispensables para que un proyecto de país, de región, de ciudad o incluso de barrio, pueda madurar y ganar capacidad de transitar al futuro y hacerlo en forma sostenible y sustentable.
Horacio Urbano
*Presidente de Centro Urbano