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La planeación urbana que necesitamos

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Por Carmen Contreras*

Los procesos de urbanización son dinámicos y dependientes de los cambios estructurales. Para comprender los fenómenos urbanos en las ciudades mexicanas hay que aprender a observar lo que pasa fuera de las fronteras nacionales. Por ejemplo, lo que ha sucedido desde el último trimestre del 2021 hasta hoy es el encarecimiento de los precios del acero y el cemento en Estados Unidos. Según la consultora VAPROY, esto representa un aumento del 10% del costo para la construcción de vivienda en México y un 5% de incremento en su precio final al consumidor.

Este es un ejemplo elemental de los fenómenos de globalización y sus efectos en las ciudades. Pero hay otros vectores de complejidad. En cualquiera de estos vectores que desee usted poner su atención encontrará que las ciudades requieren planeación para un mundo dinamizado por la geopolítica, el cambio climático, las migraciones y el uso de las tecnologías de información, producción y consumo. Los paradigmas de la planeación ya no pueden ser estáticos, “modelados” desde una burocracia estatal con discursos nacionalistas como en los años de la idea desarrollista que pretendía marchar al unísono hacia el “progreso”. Dicho discurso, muy añejo, se puede conocer a través de los documentales de Juan García Rojas sobre la Ciudad de México. (Ver en: https://youtu.be/0hPr8CsVFuU)

¿Qué planeación urbana necesitamos en México muy cerca del “corte de caja”de la Agenda 2030? Pienso que una que tenga estos tres atributos.

  1. Una planeación democrática: Pensando más allá de lo que señala la Ley de Planeación, las experiencias locales en estados, municipios y alcaldías deben recuperarse con mecanismos de participación institucionales, adicionando las aportaciones financieras y de información de quienes están interviniendo de manera privada en la modificación del territorio.

Por ejemplo, la democratización en los hechos y no solo en las letras de la ley implicaría que el gobierno del Estado de México y el gobierno municipal rindieran cuentas sobre las inversiones y cómo ha ido ocupando el espacio la empresa Amazon en Tepozotlán. ¿Cómo se está orientando la presencia de Amazon de tal forma que haya una re-configuración del territorio con beneficios al municipio, a la entidad y a la Zona Metropolitana? ¿A quienes está empleando en sus cadenas de producción-ensamble? ¿Qué efectos tendrá en el medio ambiente y en lo que las personas consideran su patrimonio? ¿Qué hará esta empresa global para mitigar sus externalidades negativas en la zona? Responder a estas preguntas estaría abonando el campo de la planeación concertada y reconciliaría a los actores públicos y privados.

  1. Una planeación flexible: Con “flexible” me refiero a que la planeación urbana debe pensarse desde la heterogeneidad de los asentamientos, de las necesidades poblacionales, de las expectativas económicas y de las posiciones de poder (político, de clase, de género, etc.). Pensar dentro del esquema que el marco jurídico y de la gestión pública nos heredado para planificar ciudades es una limitante. Lo saben bien quienes han estado desarrollado los actuales programas de ordenamiento territorial y desarrollo urbano en distintos niveles de gobierno y escalas.

La división política y las jerarquías “localidad, municipio, estado, federación” es una referencia para la implementación jurídica y administrativa. Para hacer proyecciones demográficas, económicas, ambientales y urbanísticas útiles para la disminución de las desigualdades es una limitante. La flexibilidad consiste en saltar la barrera de la división política para pensar desde el barrio hasta lo regional. Por ejemplo, los programas de ordenamiento territorial y desarrollo urbano para los estados de Campeche, Chiapas, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo tenían que haberse elaborado a la par, desde una perspectiva regional, ya que la urbanización provocada por el Tren Maya y sus sub-proyectos derivados para el turismo, para la ocupación de las vías de comunicación y para la explotación comercial del suelo detonarán nuevos flujos de migración, desalojo, despojo, cambio en las actividades económicas locales, disponibilidad de recursos, desequilibrios en ecosistemas y otros fenómenos que no tienen fronteras administrativas.

  1. Una planeación de abajo hacia arriba: Los atributos de la planeación que necesitamos se encuentran en el microcosmos llamada barrio. Ahí, en la búsqueda de mejorar la calidad de vida o en la disputa por las posiciones de poder (disputas que no siempre son “positivas”, “legales” o “cívicas”) surgen las re-configuraciones del espacio público, la propiedad, el uso social de la plaza, la seguridad pública y la valorización del suelo para la edificación. Antes de “romantizar” al barrio y a las comunidades para una planeación desde abajo sugiero tomar en cuenta que no es lo mismo ser organización que hacer organización. Tampoco es igual el interés público al interés privado y, finalmente, no es igual la organización informal y la organización ilegal. Para esta comprensión siempre ayuda hacer mapas de actores políticos.

Texto y fotografía: Carmen Contreras @Utopia_Urbana

Texto y fotografía: Carmen Contreras @Utopia_Urbana


*Directora de Perspectiva de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género
@Utopia_Urbana

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