El diseño universal establece que todo espacio debe proyectarse para que pueda ser usado por cualquier persona, sin importar si tiene alguna discapacidad
De acuerdo con ONU-Habitat, en México hay 7.8 millones de personas que tienen alguna discapacidad, lo que representa que un 63% de la población mexicana sufre dificultades para caminar, ver, escuchar, mover extremidades, comunicarse o concentrarse.
La integración en las ciudades de estas personas es bastante deficiente, pues la Encuesta Nacional sobre Discriminación de 2017, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), reveló que una cuarta parte de las personas con discapacidad, mayores de 12 años, son víctimas de discriminación en al menos un ámbito social, y son las calles y el transporte público donde más se sienten excluidas.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y la Nueva Agenda Urbana (NAU) reconocen la necesidad de promover los derechos y el bienestar de las personas con discapacidad, al garantizar el acceso al entorno físico de las ciudades en igualdad de condiciones, “en particular a los espacios públicos, el transporte público, la vivienda, la educación y los servicios de salud, la información pública y las comunicaciones”, además de la mejora de la seguridad vial y su integración en la planificación y el diseño de infraestructuras sostenibles de movilidad y transporte.
De esta manera, el diseño urbano universal establece que todos los espacios deben proyectarse para que puedan ser usados por cualquier persona, independientemente de sus circunstancias, sin discriminar. La planeación del espacio público debe adaptarse a capacidades variadas, para crear calles incluyentes, con un reparto equitativo del espacio entre peatones, ciclistas y usuarios del transporte público.
En este sentido, el ‘Manual de Calles’ de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) señala que “el éxito de una calle como proyecto urbano depende de la implementación de criterios de diseño o rediseño que respondan a los principios propuestos y permitan la formulación de estrategias transversales”.
De acuerdo con dicho manual, las vías incluyentes contemplan cruces seguros y accesibles, señalamientos adecuados, visibilidad en el espacio, reducción de la velocidad en entornos como escuelas o parques, sistemas de orientación intuitivos, señalización con marcas legibles -vertical y horizontal-, lugares de descanso, superficies antiderrapantes, tiempo suficiente de cruce en intersecciones, banquetas o cruces peatonales con rutas continuas sin escalones, pavimento podotáctil, semáforos audibles e información a través de más dos sentidos, entre otros elementos.