65.5% de la población vive en una de las 92 metrópolis que tenemos en México. Somos un país cada vez más urbano. Tendría que ser una gran noticia; no lo es. ¡Qué miedo!
Por Horacio Urbano
México es un país contundente e irreversiblemente urbano.
Y esto tendría que ser una buena noticia, desafortunadamente, no lo es.
No lo es, y no porque las ciudades no sean esa gran posibilidad de un futuro mejor de la que tanto hemos hablado, sino porque nos hemos pasado por el arco del triunfo esa posibilidad, haciendo las cosas mal, y la mayoría de las veces muy mal, provocando que la gran mayoría de nuestras ciudades sean terreno fértil para todo tipo de males de índole social, ambiental, urbano y económico.
Pero el hecho es que 65.5% de la población vive en una de las 92 metrópolis que tenemos en México. Somos un país cada vez más urbano. Y esto tendría que ser una gran noticia, pero tristemente no lo es; ¡Qué miedo!
Que miedo, porque la mala calidad de nuestras ciudades es campo minado para cualquier esfuerzo por conducirnos a mejores escenarios de futuro.
Escenarios de futuro que sean sostenibles y sustentables.
Escenarios de futuro que abran y multipliquen todo tipo de oportunidades para sus habitantes.
Hace apenas unos días, INEGI, CONAPO y SEDATU, presentaron la actualización de la delimitación de las metrópolis de México, misma que, con datos al cierre del 2020, nos indica que en un parpadeo pasamos de tener tener 73 metrópolis, para contar ya con 92, en que viven 82.5 millones de mexicanos, que representan 65.5% del total de la población nacional.
Insisto; qué miedo…
Ojo, que estas 92 metrópolis, conformadas por 48 zonas metropolitanas, 22 metrópolis municipales y 22 zonas conurbadas, se forman por 421 municipios, que en conjunto generan un PIB de 15.2 billones de pesos, que representan 82.5% del PIB nacional.
Destaca en estos números, y da mucho tema en qué pensar, que de los 82.5 millones de mexicanos que viven en zonas metropolitanas, 54.7% habitan en las cinco metrópolis más grandes del país: Monterrey, Guadalajara, Toluca, Puebla y la Ciudad de México.
Cabe preguntar qué futuro espera a quienes aún no son población urbana o metropolitana, pero podemos extender la pregunta para cuestionar qué futuro espera a quienes ya lo son.
¿Tendrían que pensar en moverse a una ciudad quienes aún no lo han hecho?
¿Tendrían que pensar en salir de las ciudades sus actuales habitantes?
¿Sobre la base de las ciudades existentes podemos ser optimistas en cuanto a nuestro futuro urbano?
¿Podemos serlo confiando en lo que ya estamos haciendo para construir y transformar nuestras realidades urbanas?
Porque ojo, que nuestras metrópolis sean el motor económico del país esta lejos de significar que sean también ese espacio de desarrollo humano que tanta falta nos hace.
Nuestras metrópolis pueden ser poderosos motores de desarrollo económico, pero sin duda, y evidentemente, se han convertido en una inmensa causa de desigualdad social y deterioro ambiental.
Pueden ser poderosos motores de desarrollo económico, pero eso no ha impedido que en gran medida sean producto de anárquicos procesos de expansión urbana en que los asentamientos informales y la precariedad, urbana y en materia de vivienda, sigan creciendo.
Pero ambas cosas están ahí… En espera de que despertemos.
Están ahí los inmensos retos… Pero están también las inmensas oportunidades, si es que tenemos la capacidad de tomar los primeros como punta de partida para construir las segundas.
Entendamos bien la esencia y el tamaño del reto: 65.5% de la población vive en una de las 92 metrópolis que tenemos en México. Somos un país cada vez más urbano. Tendría que ser una gran noticia; no lo es. ¡Qué miedo!
Toca cambiar realidades y ello empieza por entender el papel que esas zonas metropolitanas y esas ciudades deben tener en el proceso de construir un futuro.
Pero no cualquier futuro. Un futuro, como me he cansado de decir, deseable y planeado, que no sea el triste y seguramente insuficiente resultado de la casualidad, sino el fruto esperado de un esfuerzo colectivo por decidir un destino, trazar la ruta y recorrerla juntos.
Acapulco; los costos de la informalidad
Lo sabemos y lo dejamos pasar. Acapulco es una ciudad muy mal planeada, con evidentes carencias en cuanto a inversión en infraestructuras de todo tipo, que se agudizan en la medida en que irresponsablemente se dejaron crecer enormes zonas de asentamientos informales.
Asentamientos informales que se llenaron, lógicamente, de viviendas igual de informales, muchas de ellas mal construidas, sin acceso a servicios y, en muchos casos, sin un título de propiedad.
Es así que del total de las más de 273,000 viviendas que se reportan afectadas en Acapulco, sin duda las que concentran los mayores daños son aquellas que se ubican en toda esa zona de informalidad (e ilegalidad).
Porque aunque a muchos les duela reconocerlo, las viviendas y conjuntos habitacionales que tuvieron menores daños fueron las construidas por desarrolladores de vivienda, que además, cuando se siguen pagando con un crédito hipotecario, están respaldadas por seguros de vida y daños que en muy buena medida protegen a sus propietarios en este tipo de tragedias.
Aguas con eso, porque informalidad e ilegalidad, serán inevitablemente, uno de los mayores problemas de un proceso de reconstrucción para el que habrá pocos recursos.
Terrible. Muchos daños en viviendas mal construidas y que en muchos casos no tienen el título de propiedad que facilite un proceso ordenado de reconstrucción.
Que en muchos casos no están en zonas urbanas debidamente dotadas de infraestructuras. Infraestructuras para los que hoy difícilmente habrá lana.
Ojalá este desastre provoque un llamado a la acción que se traduzca en la actualización de los instrumentos de planeacion urbana y los reglamentos de construcción, en mecanismos de gobernanza que los hagan respetar, en muy buenas política metropolitana de suelo y vivienda, y en un proceso de consolidación que, de una vez por todas, arregle ese desmadre urbano que tenemos en Acapulco.
Qué triste. Punto en favor del urbanismo y la vivienda formal, y mucho, pero mucho que pensar, sobre los inmensos e inaceptables riesgos de permitir, e incluso promover, asentamientos informales.
Y que no se nos olvide, por estas burradas quién siempre pierde es la gente, y de entre la gente, los mayores perdedores, son los más pobres.
Hombres y Mujeres de la Casa 2023
El Premio Hombres y Mujeres de la Casa cumple 22 años reconociendo la excelencia en el proceso de producir y financiar vivienda.
En línea con ese compromiso con la excelencia, y en busca de que esta excelencia se multiplique y marque caminos que permitan elevar la calidad de la respuesta al reto habitacional, el próximo lunes 27 de noviembre se llevará a cabo la ceremonia en que será entregado el Premio Hombres y Mujeres de la Casa 2023, que, a través de su Consejo Consultivo, otorga Centro Urbano.
En esta ocasión, los ganadores en las tres categorías que se otorga este reconocimiento, el más importante en el sector inmobiliario mexicano, son:
Sector Público: Cesar Buenrostro Moreno, vocal ejecutivo del Fovissste,
Sector Privado: Ari Hirschhorn Cymerman, fundador y presidente de HirCASA, y
Cimientos, Enrique Vainer Girs, director general de Grupo Sadasi.
En el que a lo largo de más de dos décadas ha sido un evento referente para la vivienda mexicana, y que tendrá como sede un importante museo de la Ciudad de México, cada ganador recibirá La Casa de Cristal, la escultura obra de Pedro Ramírez Vázquez, un icono de la arquitectura mundial, y que desde hace 22 años ha sido la representación física de este reconocimiento.
No se lo pierdan, imposible entender el sector vivienda sin ser parte de esta fiesta.
Informes y patrocinios: [email protected]
*Horacio Urbano
Presidente de Centro Urbano