Queda mucho por hacer para llevar al futuro a las ciudades mexicanas, que hoy no son más que chaparritas cuerpo de uva.
Por Horacio Urbano.*
La agenda urbana ha hecho explosión en los años recientes, al grado que si trazáramos paralelismos con el mundo de la moda, bien podríamos decir que las ciudades son el nuevo negro.
Son lo de hoy…
Son pretexto para innumerables foros y ejercicios académicos que buscan dar nuevas lecturas y nuevas soluciones al inmenso reto urbano.
Son tema del que se habla en el café con los amigos… O con el conductor del Uber.
Y son, también, sujeto de estudio que que se traduce en nuevos paradigmas, muchos de los cuales fueron recogidos por ONU Habitat en la Nueva Agenda Urbana, que se generó a partir de Habitat 3, la Cumbre Mundial de Ciudades que se llevó a cabo en Quito, Ecuador, en el 2016.
Chaparritas cuerpo de uva
Pero el caso es que basta voltear a ver las ciudades mexicanas para darnos cuenta de que cada vez se ven más lejos de los ideales que plantea esa Nueva Agenda Urbana.
Ideales entre los que, en busca de dar total prioridad a las personas, destacan la densidad, los usos mixtos, la verticalidad, la sustentabilidad y la vivienda adecuada.
Basta despegar o aterrizar de cualquiera de nuestras ciudades para encontrar horribles manchas urbanas amorfas, extensas y planas…
Con eso basta para que nos quede más que claro que queda mucho por hacer para llevar al futuro a las ciudades mexicanas, que hoy no son más que, robando una frase de Pedro Infante: chaparritas cuerpo de uva.
Amorfas chaparritas cuerpo de uva que crecen pa’los lados y en la anarquía, en lugar de crecer para arriba y con una forma predeterminada.
La magia no se hace sola
Y el problema es que si algo sobra son diagnósticos y hojas de ruta. Y si algo falta es coordinación institucional; debilidades regulatorias, presupuestarias y operativas, y definición de roles y capacidades de los diferentes actores involucrados, sobre la base de modelos de acción verdaderamente integrales y complementarios.
Y eso es un problema muy grave si queremos que nuestras ciudades sean esas máquinas del tiempo que nos lleven al futuro.
Al futuro… Porque pa’tras qué… Pa’tras, ni pa tomar impulso.
Y no a cualquier futuro, sino a un futuro deseable y planeado, en que la gente encuentre en su ciudad, un vigoroso multiplicador de todo tipo de oportunidades.
Pero esas ciudades maravillosas no se hacen solas, ni con la magia de darle apenas una hojeada a la Nueva Agenda Urbana o armar o asistir a unos cuantos foros.
El valor de los acuerdos
La solución, porque hay que buscar una solución y no estacionarse en el interminable y vano análisis, pasa por alcanzar acuerdos que permitan que gobiernos, sociedad e iniciativa privada, unifiquen visiones, estrategias y fortalezas, y tengan, sobre todo, la capacidad de traducir tanta teoría en acciones.
Queda mucho por hacer para llevar al futuro a las ciudades mexicanas, que hoy no son más que esas chaparritas cuerpo de uva de que hablaba Pedrito Infante, y ello implica dar prioridad al reto urbano con base en acciones muy específicas y contundentes, como apostar en forma decidida por la densidad, los usos mixtos, la verticalidad, la sustentabilidad y la vivienda adecuada.
Porque ojo, del total de la vivienda que hoy se construye en el país, y pese al objetivo de verticalizar su producción, apenas 25% es vertical, en tanto que el 75% restante sigue siendo horizontal. Esos son los hechos.
Ciudades mexicanas
Urge entender que la gente debe vivir en las ciudades y que ello implica ajustar la regulación en línea con ese objetivo.
Urge modelar sistemas que permitan que las ciudades ofrezcan soluciones de vivienda que respondan a las necesidades y posibilidades de todos los grupos de población y que ello implica dar un giro de 180 grados que permita dar un uso mucho más eficiente al valioso y escaso suelo urbano.
Urge entender que la vida de urbana se gesta a partir de la mezcla de usos y la diversidad de la gente que la vive.
Urge… Pero en verdad urge, que los gobiernos asuman su responsabilidad y entiendan que no basta con pretender conducir los procesos, sino que hacerlo implica ajustar normativas, invertir, coordinar y generar apoyos e incentivos que aceleren y hagan viables los procesos.
¿Y la vivienda?
Es necesario que los gobiernos entiendan que deben ser facilitadores y promotores que permitan y fomenten la participación de todos los que conforman las sociedades urbanas, para que juntos puedan transformar su ciudad con base en un proyecto común.
Deben ser facilitadores y promotores… Y no férreos frenos de mano.
Los gobiernos; federal, estatal, municipal y metropolitano, tendrían reconocer objetivos comunes y ser capaces de actuar en forma coordinada desde sus diferentes ámbitos.
Así, en el caso del reto habitacional, podrían tomar como eje la política nacional, para traducirla y complementarla con sus propios programas y apoyos de índole estatal, municipal o metropolitana.
¿Y las gobernanzas metropolitanas?
¿Qué tal que los gobiernos municipales dieran apoyos e incentivos en línea con el cumplimiento de objetivos de un sólido proyecto urbano?
Incentivos que vayan desde la compra de suelo destinado a vivienda social y que pasen por procesos de simplificación administrativa, eliminación de costo de permisos, un real combate a la corrupción, e, incluso, el otorgamiento de subsidios a los grupos vulnerables que necesiten una vivienda.
¿Qué tal que los gobiernos estatales se sumarán con apoyos y más subsidios?
¿Y qué tal que hubiera ajustes estructurales que garantizaran la existencia de gobernanzas metropolitanas e instancias de planeación independientes de los gobiernos estatales o municipales?
El reto es reconocer que nuestras ciudades son chaparritas cuerpo de uva y asumir el compromiso de hacerles un cambio extremo que las convierta en esas deseables ciudades marcadas por la densidad, los usos mixtos, la verticalidad, la sustentabilidad y la vivienda adecuada.
*Horacio Urbano.
Presidente de Centro Urbano