Por Gustavo López Padilla.*
El arquitecto Augusto Harold Álvarez García (1914-1995) pertenece a la generación de arquitectos, con la cual se consolidó entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado, el movimiento moderno racionalista en México. Nacido en la ciudad de Mérida, en el estado de Yucatán, estudió en la Academia de San Carlos, en la entonces Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México entre 1933 y 1939, siendo alumno del Arq. José Villagrán García (1901-1982), maestro iniciador, entre otros, del movimiento moderno racionalista en México. El Arq. Álvarez es reconocido ampliamente por la influencia que tuvieron en él los arquitectos Le Corbusier (1887-1965) suizo-francés y mas puntualmente Mies Van Der Rohe (1886-1969) germano-estadounidense, en la conceptualización y realización de sus proyectos y obras. A lo largo de su carrera fue socio de los arquitectos Enrique Carral Icaza (1914-2005), Manuel Martínez Páez, Juan Sordo Madaleno (1916-1985), Salvador Ortega Flores (1920-1972) y Ricardo Flores Villasana (1925-2004). El arquitecto Álvarez desarrolló entonces su ejercicio profesional, entendiendo la arquitectura alejada de los adornos y las referencias históricas, manejando formas geométricas simples, regulares, tendiendo a la abstracción, volumetrías ordenadas mediante tramas modulares, sistemáticas, incluyendo espacios y estructuras, con la finalidad de ordenar sus composiciones y aprovechar de mejor manera la producción industrial de los materiales, experimentando con los procedimientos constructivos mas avanzados para su momento.
El conjunto de la obra del arquitecto Augusto H. Álvarez es numeroso y diverso, incluyendo proyectos que van desde viviendas unifamiliares, pasando por conjuntos de vivienda plurifamiliares, edificios para la educación, la cultura, servicios y corporativos de oficinas entre otros. Entre sus muchas realizaciones, varias son particularmente relevantes, comenzando por el diseño del emblemático despacho de arquitectos de Campos Elíseos 432, ciudad de México, 1950, en el que participaron Enrique Carral Icaza y Manuel Martínez Páez, a lo que se suman el proyecto original del Aeropuerto Internacional de la ciudad de México, 1952, diseñado en colaboración con Enrique Carral Icaza, Manuel Martínez Páez, Ricardo Flores Villasana y Guillermo Flores Olagaray, el edificio de oficinas del Banco del Valle de México, Juárez 100, ciudad de México, 1955, hoy demolido, la Torre Latinoamericana, 1956, realizado en conjunto con el Ing. civil Leonardo Zeevaert Wiechers (1914-2010), el corporativo de oficinas Jaysour, Reforma y Varsovia, ciudad de México, 1961, sin duda uno de sus proyectos mas logrados y miesianos, lamentablemente modificado, el edificio de oficinas La Provincial, calzada Miguel Ángel de Quevedo 915, ciudad de México, 1966, primera etapa del conjunto de dos edificios originalmente solicitados por la empresa IBM, Mariano Escobedo 595 (hoy identificado como Plaza Campos Elíseos uno), ciudad de México, 1972, realizado con Enrique Carral Icaza y Héctor Meza Pastor, oficinas Hamburgo y Florencia, ciudad de México y el edificio de oficinas Parque Reforma, ciudad de México 1983. El arquitecto Augusto H. Álvarez fue fundador y primer director de la carrera de arquitectura en la Universidad Iberoamericana, en la ciudad ciudad de México.
Resulta sorprendente que pasados cuarenta ocho años, el proyecto original para la IBM, que contemplaba la construcción de dos edificios, uno de 7 niveles, que se construyó inicialmente en 1972 y otro contemplado de 18 niveles, planteado para construirse en una segunda etapa, haya sido finalmente terminado en 2020, de acuerdo con el plan original de diseño. El proyecto citado se desplanta sobre un terreno de 3778.00 m2 que es cabecera de manzana, limitado por las avenidas Mariano Escobedo, Campos Elíseos y Rincón del Bosque, colonia Polanco, en la ciudad de México. Refiriéndonos al proyecto en su conjunto, en términos de imagen y presencia urbana, resulta particularmente interesante y atractivo, el contraste entre el edificio bajo, de alguna manera sobrio y sereno, de forma alargada, ubicado al fondo del terreno, perpendicularmente entre las avenidas Mariano Escobedo y Rincón del Bosque, cuyas fachadas principales abiertas a la luz se orientan hacia el norte y hacia el sur, relacionándolo con la fuerza expresiva del edificio alto, de planta cuadrangular, remetiendo este último su volumetría respecto de la esquina de Mariano Escobedo y Campos Elíseos. Este edificio alto dispone de cuatro fachadas semejantes, abiertas a las distintas orientaciones y su presencia se realza todavía mas, a partir de contar en planta baja con un elegante y fino vestíbulo principal también remetido respecto de sus fachadas, de dos niveles de altura, conformándose de esta manera un pórtico libre, disponiendo en tres de sus orientaciones, hacia el sur, oriente y poniente, de importantes volados que terminan por otorgar ligereza y esbeltez al volumen total.
Revisando y comparando con atención los resultados del proyecto original del edificio alto ya mencionado y el proyecto finalmente construido, se aprecia que en la planta de base cuadrada del proyecto original, los núcleos de las articulaciones verticales y de servicios en cada nivel disponible, se ubicaban de manera totalmente centralizada y en el proyecto finalmente construido, estos mismos núcleos se desplazaron lateralmente hacia los límites de la fachada norte, en relación con la superficie de los niveles útiles. Seguramente análisis recientes de posibilidades de uso, funcionalidad y disponibilidad del espacio, buscando mayor eficiencia y rentabilidad, pudieron haber sido las razones del cambio proyectual.
El conjunto terminado cuenta con una generosa plaza abierta, que da frente hacia Campos Elíseos y Mariano Escobedo, entendida como un lugar público, verde y con algunos elementos de agua, espacio libre para ser usado y disfrutado por los transeúntes que se acerquen al lugar. El remetimiento de la presencia del volumen alto, respecto de sus alineamientos de esquina y el contar con su plaza abierta, útil, nos remite necesariamente a algunas de las experiencias urbanas proyectuales de Mies Van Der Rohe, como puede ser, entre otros, el edificio Seagram, 1958, obra realizada en equipo con Philip Johnson (1906-2005), ubicada en Park Avenue, Nueva York, en los Estados Unidos de Norteamérica. En los mismos términos urbanos, ahora la esquina de Campos Elíseos y Mariano Escobedo, con la volumetría dominante del edificio alto terminado, de acuerdo con el proyecto de la original IBM, este se ha convertido en una atractiva referencia visual y lo podemos identificar como un elegante y atractivo hito urbano, tanto si se recorre la zona en automóvil o a pié, remitiéndonos con ello a los criterios de percepción urbana, desarrollados por el arquitecto y urbanista estadounidense Kevin Andrew Lynch (1918-1984). Fortalece lo anterior la densidad volumétrica del edificio alto mencionado y dada su claridad dominante en términos de color, referidos a sus terminados de concreto aparentes. Sin embargo, valorando finalmente los resultados proyectuales de la plaza del IBM antes mencionada, si bien es amable y vivible, tengo la impresión de que no corresponde en lo que tiene que ver con su rigor geométrico de diseño, a lo que hubiera proyectado Augusto H. Álvarez en el proyecto original.
Estamos desde luego frente a un diseño conceptualizado proyectualmente y ordenado en todos sus componentes, espacial y volumétricamente hablando, mediante una trama reticular modular, 1.22m x 1.22m, mediante la cual se sistematizan disponibilidades de espacio, ubicaciones, despieces y transiciones de materiales, tanto pisos como plafones, componentes de fachada, las distintas instalaciones necesarias y ordenes estructurales requeridos, dando como resultado volumetrías de formas regulares, pero expresivas a partir de sus soluciones de fachadas modulares de concreto, que se traducen en juegos dinámicos de claroscuros, que varían según el curso de los asoleamientos en las distintas fachadas del conjunto. Los espacios resultantes en el proyecto son entendidos como plantas libres, eficientes y reconfigurables. Siguiendo lineamientos miesianos, los autores del proyecto del conjunto IBM, resolvieron las volumetrías necesarias, procurando relaciones armónicas en el manejo de sus escalas y proporciones, llegando hasta cuidadosas soluciones de diseño de componentes de detalle, como son las soluciones de las esquinas exteriores del edificio (semejantes en su tratamiento, al mismo Seagram), lo que tiene que ver con sus precolados que definen las ventanerías necesarias, procurando ciertas protecciones solares a partir de sus remetimientos, regulando en cierta manera sus ganancias de calor, a lo que se suman los detalles de las diversas cancelerías requeridas y lo que tiene que ver con los plafones, en los que se resolvieron integralmente necesidades de iluminación, acústica y aire acondicionado, con un diseño particular denominado ACORME, que se refiere a sus autores, Augusto H. Álvarez, Enrique Carral Icaza y Héctor Meza Pastor, estableciendo con ello una cierta relación proyectual, en referencia a algunos proyectos similares de la firma estadounidense SOM, también racionalista. Finalmente incluyeron además trabajos que tienen que ver con el diseño en conjunto de sus interiores, como mobiliario y objetos diversos.
Con la terminación de esta obra, Augusto H. Álvarez vuelve a estar presente en nuestra arquitectura, como un arquitecto comprometido, serio y profesional, que entendió cabalmente lo que tiene que ver con los principios e ideas de la arquitectura moderna racionalista, con referencias claras lecorbusianas y sobretodo miesianas, intentando interpretaciones personales, que han significado la presencia histórica del propio arquitecto y de la arquitectura mexicana contemporánea. Si bien el lenguaje compositivo y formal de este conjunto de edificios IBM corresponde con los criterios proyectuales experimentados durante los años setenta del siglo pasado, de alguna manera nos permiten visualizar su riqueza de resultados, abriendo la posibilidad de buscar nuevas interpretaciones, mostrando su constancia en lo que tiene que ver con su vigencia como postura proyectual y es entonces que obras que cuentan con esta calidad ahora comentada, se debieran convertir en posibles referencias, para buscar nuevas posibilidades de diseño, tanto urbanas como arquitectónicas, sobretodo tomando en cuenta las inquietudes, sensibilidades y distintas visiones creativas de las nuevas generaciones de arquitectos mexicanos, ahora entrado el siglo XXI.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto