La Secretaria de Cultura de Puebla y la dirección de Patrimonio Mundial del INAH reconocieron a las comunidades donde se ubican los monasterios
Desde hace 25 años, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) incluyó en su Lista del Patrimonio Mundial a 14 antiguos monasterios localizados en las laderas del volcán Popocatépetl, en los estados de Puebla y Morelos.
Para conmemorar esta efeméride, Julio Glockner Rossainz, secretario de Cultura de Puebla, y profesionales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), entregaron un reconocimiento a las comunidades de Tochimilco, Calpan y Huejotzingo; donde se ubican los monasterios poblanos que son Patrimonio Mundial.
En el evento, Glockner Rossainz, expresó que los daños ocasionados por los sismos de 2017 forman parte de los eventos que han marcado la historia de estos inmuebles. “Sin embargo, gracias a los trabajos que se llevan a cabo para su rehabilitación, bajo la supervisión del INAH, esos deterioros se convertirán en cicatrices que cuenten su devenir, pero que no les impedirán mantenerse en pie por muchos años más, como lo han hecho por casi cinco siglos”, añadió.
Asimismo, el funcionario destacó la importancia de implementar políticas públicas que incentiven la economía de estos monasterios; que son símbolo de identidad para varias comunidades de la Sierra Nevada de Puebla.
Por su parte, la arquitecta Teresita Miravete, responsable de la gestión del Patrimonio Mundial del INAH Puebla, explicó que los monasterios del siglo XVI inscritos en la lista de la Unesco, solo representan parte de todo un circuito de conventos que fueron el eje de innumerables poblaciones asentadas desde época prehispánica:
“Estos monumentos históricos y artísticos, erigidos entre 1525 y 1570, son especiales por sus características arquitectónicas innovadoras para la época: el uso de espacios abiertos de grandes atrios que en Europa no existían. Estos espacios se idearon debido a que los frailes observaron que los pueblos indígenas americanos no tenían la costumbre de entrar a los templos para rendir tributo a sus dioses, sino que lo hacían al pie de sus enormes templos, al aire libre.
“Estos 14 conventos católicos integran un modelo arquitectónico difundido por toda una buena parte del continente y comparten ciertos patrones bien definidos. Su construcción inició con los muros de sus atrios, que incluyen capillas abiertas y capillas posas, sin contar las huertas que, a la postre, dieron lugar a la cosecha de frutos. De manera que es un patrimonio vivo y de hondas raíces”, puntualizó.