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Cuidar y ser cuidado en la habitación propia

Opinión | Hablemos de Urbanismo |

Hace falta estudiar la vivienda como un espacio para los cuidados. Pensar la vivienda así implica establecer un punto de partida para la deliberación sobre los instrumentos de planeación urbana y la política pública de equipamientos, servicios e infraestructuras de proximidad en las alcaldías en la Ciudad de México. También evitaría los sesgos de género que hay al abordar la vivienda solo como derecho y en donde hay quienes se atreven a decir que no vale utilizar el concepto “dignidad” porque esta palabra es parte de un discurso estatal.

La idea de una vivienda digna se desarrolla en gran medida desde las experiencias y vivencias de cuidar y ser cuidado en un espacio físico. Piense, estimado o estimada lectora, por un instante, ¿qué es para mí, desde mi experiencia de habitar la ciudad, una “vivienda digna”?

Lo que haya pensado es valioso como materia de política pública. Y lo que haya pensado también es diferente desde su posición de clase, de la colonia en donde vive y desde las personas que dependen de usted o de las que se siente responsable. Y, en este último punto, también habrá diferencias en nuestro concepto de “vivienda digna” cuando cuidamos y somos cuidados en una habitación, sea o no propia (perdón, Virginia Woolf).

Desde la perspectiva feminista y de género, la vivienda es un derecho, por supuesto. Pero al igual que otros derechos, las condiciones materiales propicias para su acceso son diferentes entre hombres y mujeres, entre ricos, clase media y personas en situación de pobreza. Entre quienes obtienen ingresos que son registrados en las haciendas públicas y quienes obtienen ingresos fuera de ellas. Entre quienes ocupan un suelo en condiciones de ser habitado sin batallar por el agua, por el drenaje, por la luz, por ir y venir desde donde se duerme hasta donde se trabaja, solo por nombrar algunas necesidades elementales.

La semana pasada aprendí de una colega, maestrante de Desarrollo Metropolitano en la UAM, -quien a su vez me dio las referencias de otras autoras admiradas como Vania Salles (q.e.p.d.) y María de la Paz López-, que más allá de la vivienda como derecho, la perspectiva de género nos ayuda a ver la vivienda como un espacio relacional que se habita, en donde se cuida, en donde se reproducen la vida, las formas de socialización y, en el contexto de la pandemia, en donde se combinan los trabajos remunerados y los no remunerados en el espacio de la casa, que además del tele trabajo, es lugar de pequeños negocios, talleres de manufacturas, ventas por catálogo y otras actividades que generan un ingreso familiar que no son consideradas en el DENUE-INEGI.

Ver así a la vivienda nos lleva, por un lado, a cuestionar la aceptación social de que los cuidados son tareas desde lo afectivo y lo “femenino” y que corresponden a las mujeres. Y, por otro lado, que la calidad de vida de quienes cuidan depende de los ingresos y del acceso a las infraestructuras, equipamientos y servicios en la ciudad que son responsabilidades del Estado para garantizar los derechos.

Es decir, ingresos, vivienda, equipamientos, infraestructuras y servicios forman una red que posibilita una mejor distribución de las responsabilidades de los actores del llamado “Diamante de los Cuidados” compuesto por Estado, mercado, familias y comunidad. (Batthyány, K., 2020).

La vivienda digna equivale a cuidar dignamente, no solo a través de las condiciones materiales del cobijo y la distribución de las casas en el territorio, sino a través de los equipamientos, infraestructuras y servicios de proximidad, así como políticas públicas que re-configuren la asignación de género en las tareas de cuidados. Este planteamiento contribuye a que los instrumentos de planeación urbana de la Ciudad de México y las políticas públicas de vivienda reconozcan la relevancia de los cuidados como trabajo, como derecho, como objeto de la política pública y como forma de diseñar ciudades sostenibles.

Hay mucho que explorar sobre la vivienda como espacio para los cuidados. Basta con pisar tierra en la realidad con los datos para que esta discusión tenga prioridad en la Agenda Urbana. De acuerdo a ONU-Hábitat, “38.4 % de la población de México habita en una vivienda no adecuada; es decir, en condiciones de hacinamiento, o hecha sin materiales duraderos, o que carece de servicios mejorados de agua y saneamiento”

¿Cómo cuidamos en esas condiciones? Y para rematar: las mujeres tenemos mayores desventajas en ese acceso, ya que según datos del INEGI (2015), “menos mujeres son propietarias de viviendas que hombres: 35% de las casas escrituradas en México se encuentran a nombre de mujeres, y en el 2020, INFONAVIT reportó que sólo el 34% de los créditos se otorgan a mujeres contra el 66% a hombres”.

Cuidar y ser cuidado en la habitación propia-Carmen Contreras

 

Texto y fotografía: Carmen Contreras @Utopía_Urbana

*Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género

@Utopia_Urbana

 

 

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