Por Rafael Luis González Azuara.
Durante el siglo XXI la política de re-densificación y reciclamiento de la ciudad han sido consolidadas por el Gobierno de la Ciudad de Mexico y aunque han apoyado en algunos momentos a buscar soluciones adecuadas en beneficio de los habitantes de la ahora llamada CDMX en general se han quedado cortas para resolver las necesidades que se presentan.
En el año 2000 el Jefe de gobierno entrante publicó el Bando 2 que “fue un instrumento de la política de desarrollo urbano que pretendió revertir el crecimiento desordenado de la ciudad, la expansión urbana y el despoblamiento de las áreas centrales; preservar el suelo con valor ecológico; y facilitar el acceso de vivienda a la población pobre en las delegaciones centrales.”(1) Dicho Bando prohibía la construcción de conjuntos habitacionales en las Delegaciones centrales y ponía como responsable al Gobierno en la conducción del desarrollo urbano.
A partir de entonces debido a la promoción de la política de compactación de la Ciudad, las colonias “centrales” que se han declarado decadentes por parte de los desarrolladores inmobiliarios han venido cambiando su paisaje urbano, sin importar si realmente la zona o edificio que están interviniendo, o literalmente destruyendo, tienen algún valor arquitectónico, cultural o artístico, al detonar una industria inmobiliaria amparada en la re-densificación. Las casas unifamiliares se han convertido en edificios que han re-catalogado a estos barrios como caros, exclusivos y excluyentes para la mayoría de la población.
Una Política de re-densificación es necesaria y adecuada para una ciudad que está en constante crecimiento, necesitada de vivienda para la población creciente evitando su expansión hacia la periferia y apoyar la concentración o compactación de la ciudad misma, buscando aprovechar los servicios que ya existen en está área, disminuyendo los costos de proporcionarlos; pero, importante es evitar la destrucción del patrimonio arquitectónico existente y que no vale el precio que se está pagando por “modernizar la ciudad”.
Para lo anterior podemos mencionar como ejemplo, el sucedido hace pocos años en la colonia Narvarte, donde se destruyó la 8va Comandancia de Policía y Agencia del Ministerio Público construidas entre 1943 y 1945, y que hasta hace poco fuera el último vestigio del antiguo pueblo de La Piedad, ubicada en la Ave Cuauhtemoc, esq Ave del Obrero Mundial en la Delegación Benito Juárez, era un excelente ejemplo de arquitectura funcional de los años 40’s y edificio catalogado por el INBA, fue demolido para dar paso a la ampliación del estacionamiento del centro comercial Delta, que a la postre demolió el antiguo estadio de Beisbol conocido como Parque Delta; o en su defecto, lo que ha pasado con algunas casas del funcionalismo de los años 50’s construidas por grandes arquitectos como Villagrán, Pani, De la Mora, Ramírez Vázquez, y otros que han sido desaparecidas para construir grandes edificios de departamentos que generen pingües ganancias sobre los predios que ocuparon y el patrimonio cultural demeritado ante el Dios de la plusvalía y utilidad.
Una verdadera Política de reciclamiento de la Ciudad debería contemplar los valores intrínsecos y reales de la misma para salvaguardarlos mejorando la calidad de vida de sus habitantes sin destruir lo ya ganado.
El gobierno como rector de las políticas de Desarrollo Urbano deberá proponer énfasis en la creación de proyectos integrales y sustentables que vuelvan a generar barrios con la convivencia social que humanice el entorno, donde los habitantes tengan acceso a espacios públicos, transporte público y masivo, servicios, comercio locales a distancias que sean factibles de completarlas a pie incrementando la vida social de los mismos y disminuyendo el uso de transporte privado, salvaguardando el patrimonio ganado, ya sea reutilizándolo o interviniéndolo de manera artística o comercial pero valorando lo que ya se tiene.
Las políticas deben preservar los ya pocos espacios de reserva ecológica existentes y en caso de ser necesaria su intervención, como se quiere hacer con predios en la Delegación Álvaro Obregón en la Barranca de Tarango y en la de Jalalpa en el predio del campo militar 1F, crear espacios ecológicamente sustentables en beneficio de la ciudad y la comunidad a la cual van a servir. Y como sugerencia, el Gobierno de la CDMX, antes de dar cualquier permiso dejar claro que dichos predios tienen todo los servicios de transporte público masivo para el buen funcionamiento de las intervenciones.
La posible intervención y reutilización del predio que dejará libre el aeropuerto de la Ciudad de México merece atención especial y comentario puntual que espero podamos comentar en otra ocasión.
Para concluir diremos que las áreas urbanas que selectivamente se han revalorizado o se pretenden transformar merecen que se les generé un plan específico por barrios con el objetivo de crear un plan sustentable que mejore la vida de sus habitantes revitalizando a la CDMX; hay que rescatar barrancas, ríos, barrios, patrimonio artístico y la vida misma de esta gran Ciudad en beneficio de todos los que la habitamos y queremos.
Rafael Luis González Azuara
Arquitecto, con estudios de postgrado en Alemania y México, Docente de la materia de Urbanismo en la Universidad Motolinia del Pedregal y Ejecutivo Internacional para empresas globales en área de mercadotecnia y desarrollo de negocios.
(1) Víctor Manuel Delgadillo Polanco, Evaluación parcial de una Política Habitacional en el Distrito Federal, SEDUVI-INVI-UACM-CAM, MÉXICO 2009