Si hay un subsidio con efecto verdaderamente multiplicador, tanto en lo social, como en lo económico, es el de la vivienda, que tiene como objetivo facilitar que los segmentos de población de menores ingresos puedan tener casa propia.
El esquema es simple, se usan recursos públicos para otorgar un subsidio a la persona que necesita la casa, quien usa este monto (complementado algunas veces con ahorro propio) para dar un pago inicial, dejando un remanente significativamente más bajo respecto al precio original, que le facilita obtener un crédito hipotecario que le permite pagar a largo plazo el monto no subsidiado.
La gran virtud de este subsidio, operado por la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi), que dirige Jorge Wolpert, es que multiplica la capacidad de compra de quien lo recibe y, al complementarse con un crédito, multiplica también el monto original y en consecuencia su impacto en la economía.
Ojo; que no se pierda de vista que impactar positivamente a la cadena de producción de la vivienda es un efecto positivo pero secundario del subsidio, que tiene como objetivo fundamental beneficiar a los segmentos más desfavorecidos de población.
Por decirlo con claridad; es un subsidio a la demanda… No a la oferta.
Esto se vuelve importante en momentos en que como parte del recorte presupuestal, la partida de subsidio a la vivienda bajó de 9,500 millones de pesos del 2016, a 6,500 millones para este año, obligando a la Conavi a dirigir los recursos a la población de ingresos de 2.6 salarios mínimos o menos.
El reto será fuerte para Jorge Wolpert, hacer, con mucho menos recursos, las mismas 130,000 acciones que se hicieron en el 2016, manteniendo el número de beneficiados y buscando que la reducción presupuestal pegue lo menos posible a la industria de la vivienda.
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