Por Iván Garrido*
Hace dos días fue el 60° aniversario de Tlatelolco como unidad habitacional, misma que nació como un proyecto de higienización social, urbano y sanitario de la CDMX, comenzando por la zona de su asentamiento que estuvo ocupada por colonias con vecindades en las que había patios polvorientos y sin áreas verdes, con familias hacinadas en cuartos pequeños y servicios compartidos.
Me refiero a la entonces llamada «Herradura de Tugurios» caracterizada por albergar algunos terrenos baldíos; los patios y los talleres de los Ferrocarriles Nacionales dada la cercanía con la estación de Buenavista; y las antiguas aduanas de Peralvillo y de pulques.
Según algunas notas de prensa, existían allí algunas colonias precarias como la Ciudad Perdida de Atlampa. En un texto de 1963 sobre la delincuencia infantil en Mexico, sus autores la denominan como una «colonia» situada por el rumbo de la Guerrero con un alto índice de criminalidad infantil, caracterizada al igual que otras como la Buenos Aires, por haber sido «establecida en los tiraderos públicos de basuras en donde, en barracas construidas con desperdicios, viven familias entre nubes de moscas».
Mario Pani y demás arquitectos abrigaron el objetivo de erradicar esta situación con su proyecto multifamiliar porque en opinión suya, construir para arriba permitiría liberar espacio en muchas áreas de la ciudad porque Tlatelolco sería un imán para harta gente que estaría dispuesta a mudarse allí dejando, con ello, vastas áreas citadinas vacías y listas para ser regeneradas.
Por eso fue que en su momento, el proyecto «de una ciudad dentro de la ciudad» que encarnó Tlatelolco contempló la construcción de edificios diferenciados por rentas, alturas y acabados como arma contra una ciudad de México deteriorada, pobre e insalubre.
Con relación a la regeneración social y moral de los chilangos, Tlatelolco fue provisto de una gran infraestructura educativa plasmada en trece guarderías, nueve escuelas primarias, una escuela secundaria, una escuela secundaria técnica y una escuela preparatoria técnica que dice mucho acerca de cómo Pani y demás colegas tuvieron en muy alta estima la educacion como herramienta necesaria para la regeneración de los citadinos.
Finalmente, en alusión a la regeneración sanitaria, el Conjunto Habitacional Adolfo López Mateos fue provisto de varias clínicas para velar por la salud de los tlatelolcas.
Por ejemplo, cada súper manzana (tres en total), contó con una clínica compuesta por consultorios de medicina general, pediatría preventiva, médico epidemiólogo, trabajadora social, salas de inyecciones y toma de muestras, además de espacios para los servicios administrativos, la dirección, un archivo clínico y sanitarios tanto para el público como para el personal.
Tales edificios fueron diseñados en un solo piso con circulaciones independientes para los pacientes y el personal. Asimismo, contaron con salas de espera, jardines interiores e instalaciones para el posible crecimiento de las clínicas. De igual manera, todo el proyecto de Tlatelolco contó con una clínica de especialidad y otra clínica dental infantil.
La primera fue un edificio de siete pisos con especialidades en laboratorios, rayos x, servicios intermedios y consultorios diversos (odontología, gastroenterología, cardiología, neumología y dermatología), cada uno con estación de enfermeros, cuarto séptico, guardarropas, cuartos de aseo, esterilización y sanitarios para el personal y el público, cafetería, sala de proyecciones y terraza. Se construyeron, además, con circulaciones independientes, salas de espera y una zona de administración.
La Clínica Dental Infantil fue «la primera en su género en nuestro país» y se ubicó en la primera sección (la que está de cara a Insurgentes Norte), ya que incluyó dos plantas con equipo y salas especializadas para el tratamiento y prevención de las enfermedades bucales.
Al lado de esta potente infraestructura hospitalaria se ubicó el desarrollo de tres centros sociales y deportivos que también tuvieron el propósito de mejorar la salud de los vecinos porque las autoridades capitalinas compartían la idea de «la gran trascendencia que tiene la educación física en el desarrollo general del ser humano. Descuidarla equivale a demorar la madurez potencial de un país, sobre todo en aquellos en pleno progreso como el nuestro».
Dichos deportivos fueron diseñados con espacios para salas de juegos, estancia, sala de lectura (con sección para niños y adultos, y capacidad para 5,000 volúmenes), fuente de sodas, sanitarios y regaderas, alberca semiolímpica con trampolines y fosa, áreas verdes, gimnasio y auditorio- teatro- cine con escenario giratorio y capacidad para 350 personas y en donde la oferta de prácticas deportivas era muy amplia.
Ahora bien, todo ese ambicioso sueño regenerador se vio destrozado por el terremoto de 1985 que vino a demostrar que el proyecto de Pani no estaba preparado para resistir una fuerza así, generando una desbandada del lugar y un proceso de abandono que persiste hasta nuestros días.
Referencias
- Franco de los Reyes, Diego Antonio, Vecinos de la modernidad: la colonia Guerrero ante el Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, 1942- 1972, Tesis de maestría en Historia Moderna y Contemporánea, Instituto Mora, Ciudad de México, 2018.
- Rey Hernández, Pilar Adriana, De la Herradura de Tugurios al proyecto urbano de Tlatelolco, 1950- 1970, Tesis de Doctorado en Historia, COLMEX, México, 2021.
*Iván Garrido
Mtro. en Historia y Etnohistoria especializado en Historia y Antropología de las enfermedades, las terapéuticas y las reacciones sociales frente a las endemias, epidemias y pandemias