Por Edna Elena Vega Rangel*
Para intentar comprender la relación entre la vivienda y la mujer en México, es crucial considerar el contexto histórico del cual deviene esta problemática y por el cual persiste hasta esta época. Las mujeres nos enfrentamos a una serie de obstáculos estructurales que permanecen en la sociedad y dificultan el acceso a múltiples derechos, como es la vivienda, y que, en el contexto nacional, requiere una mayor visibilización desde una perspectiva transversal.
En México se presenta un fenómeno sumamente importante respecto al papel que tenemos las mujeres en la vivienda. Esto es que, a pesar de que somos nosotras quienes dedicamos mayor parte del tiempo en el hogar realizando trabajo no remunerado, son los hombres quienes mayormente tienen la toma de decisión en los hogares, aun cuando, como ya lo mencioné, estos entornos son un espacio y de vida y trabajo para muchas de nosotras. De acuerdo con la Encuesta Nacional del Uso de Tiempo 2019 (ENUT), 67% del tiempo de trabajo de las mujeres a la semana se destina al trabajo no remunerado de los hogares, mientras que en el caso de los hombres se reduce en 28% y, aún con estas cifras, los hombres, al ser mayormente el “sustento económico” de estos hogares, son quienes toman las decisiones en la vivienda.
A pesar de que las mujeres han desempeñado roles diversos y multifacéticos en la sociedad, el acceso y control sobre la vivienda ha estado influenciados por estructuras patriarcales arraigadas. Este modelo ha influido en la distribución desigual de recursos y oportunidades hacia las mujeres, incluido también el acceso a la vivienda. Factores tales como: la brecha salarial de género, empleo formal que garantice seguridad social, permanencia en el mercado laboral, inequidad jerárquica, el trabajo no remunerado del hogar; son elementos que nos limitan y condicionan en nuestra vida cotidiana.
De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, (ENOE), la participación laboral femenina registró para último trimestre de 2023 un nivel promedio cercano a 46% en contraste a 54% que registro la parte masculina; mientras que el ingreso trimestral monetario de las mujeres fue 44% menos de lo que ingresaron los hombres en el mismo periodo. Lo cual apunta una brecha de ingreso importante. A lo anterior se añade que de acuerdo con datos de la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF), en 2023 el precio promedio para adquirir una vivienda a nivel nacional fue de 1 millón 601 mil pesos, mientras que el alquiler de una vivienda se situó en promedio en 7,426 pesos[3]; con estos datos se deduce que tanto el alquiler de una vivienda, como su obtención mediante la compra a partir de una hipoteca, resulta complicado de conseguir.
Y es que además de los obstáculos estructurales antes mencionados a los que se enfrentan las mujeres, las condiciones de la vivienda también se encuentran relacionadas con la violencia de pareja por motivos de género. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021 (ENDIREH) estimó que de un total de 50.5 millones de mujeres, el 27.4% ha presentado violencia económica y/o patrimonial. Dada la naturaleza del vínculo afectivo por el que se considera este tipo de violencia, se profundiza sus consecuencias, ya que se realiza dentro o fuera del domicilio familiar. Lo que resulta alarmante, puesto que el 67% del tiempo de la semana de las mujeres transcurre dentro de la vivienda.
Ante esta situación, en la presente administración a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (SEDATU) y los diferentes Organismos Nacionales de Vivienda (ONAVIS) se ha buscado que la perspectiva de género esté presente en la Política Habitacional y, por lo tanto, en sus diferentes acciones y programas. Por ello en lo que va de 2019 a 2023, el otorgamiento de créditos y subsidios desde la administración pública se ha orientado mayoritariamente a jefas de hogar. Además, se ha hecho el esfuerzo de impulsar otra alternativa de ocupación u obtención formal de vivienda como la autoproducción de vivienda, tomando en cuenta las características de esta forma de acceso a la vivienda dada las oportunidades que ofrece hacia las mujeres.
La autoproducción como forma de producción fuera de los medios institucionales de acceso formal de vivienda, permite cierta flexibilidad temporal, de recursos y de movilización de capitales para concretarse; algo que promueve la participación de los integrantes de las familias, en especial de las mujeres, quienes fungen el papel de administradora y supervisora de todo el proceso, desde el diseño hasta la construcción, de tal manera que la perspectiva de género esté inmersa, logrando que la vivienda sea acorde a las necesidades de todos los integrantes de la familia y en especial de la mujer. Según datos de la Encuesta Nacional de Vivienda 2020 (ENVI) casi el 60% de la vivienda producida en México fue autoproducida, lo que representa una brecha de oportunidad para la participación directa de las mujeres en la producción de su vivienda.
De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información e Indicadores de Vivienda (SNIIV), de los subsidios otorgados por la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI) de 2019 a 2023, 64% han sido destinados a mujeres jefas de hogar. Durante este mismo período, respecto a los créditos destinados a mujeres representó: 57% por el Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (FOVISSSTE), en la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF) 60% y por parte de INFONAVIT 37%;finalmente, del total de créditos que otorgó la banca privada, el 40% fueron para mujeres.
Además, la SEDATU en coordinación con los Organismos Nacionales de vivienda, ha promovido la Estrategia Nacional de Autoproducción reconociendo las diferentes ventajas que este tipo de producción posee. Por medio de la estrategia se ha impulsado la producción social de vivienda donde la mujer participa directamente y se ha generado diversos materiales técnicos con perspectiva de género.
Aunado a lo anterior, de 2019 al 2023, 55% de las acciones de regularización a través del “Programa para regularizar Asentamiento Humanos” que garantiza la seguridad jurídica mediante la regularización del suelo implementado por el Instituto Nacional del Suelo Sustentable, han sido para mujeres. Además, se ha impulsado programas especiales como “Mujeres por el acceso a la tierra”, con el objetivo de reconocer los derechos agrarios.
Si bien los mecanismos de acceso a la vivienda promovidos desde el Gobierno Federal han presentado un cambio hacia la perspectiva de género, aún existen elementos estructurales señalados previamente que dificultan el acceso de las mujeres a la vivienda y su capacidad para ejercer plenamente sus derechos en este ámbito. Es fundamental avanzar en la búsqueda de mecanismos, programas, políticas que logren rompen con las brechas de desigualdad, para abordar estas cuestiones de manera integral y equitativa. Por lo que es fundamental que todas las políticas y programas relacionados con la vivienda integren de manera transversal la perspectiva de género. Esto implica considerar las necesidades, experiencias y desafíos específicos de las mujeres en todas las etapas del proceso de planificación, diseño, implementación y evaluación de políticas habitacionales.
Los retos y desafíos son muchos; sin embargo, la sociedad mexicana ha avanzado, lograr la visibilización y énfasis de la perspectiva de género no ha sido menester sencillo, muchas mujeres y, porqué no decirlo, también hombres progresistas, han logrado ganar muchas batallas a lo largo de la historia, la ruta de la igualdad sustantiva, de la justicia social está marcada y habrá que redoblar esfuerzos.
*Edna Elena Vega Rangel
Subsecretaria de Ordenamiento Territorial,
Sedatu