Por Gustavo López Padilla.*
Una de las aspiraciones mas importantes entre los arquitectos, es poder descubrir el camino o los caminos proyectuales por los cuales transitar en el ejercicio de la profesión y que lo anterior les permita llegar a ser reconocidos en lo individual, dentro del panorama de posibilidades que representan un tiempo y un lugar determinados, llegando a formar parte del conjunto de la cultura. Se trata de ocupar un lugar identificable, dentro del transcurso de la historia de la arquitectura y en el caso que nos ocupa, hablaríamos de ocupar un lugar destacado dentro de la Arquitectura Mexicana Contemporánea. En este orden de ideas, al reflexionar sobre la trayectoria profesional de Agustín Hernández Navarro (1924-2022), está claro que a lo largo de su práctica profesional, logró encontrar una manera particular de imaginar y hacer las cosas, que lo llevaron a ocupar un lugar destacado, significativo y trascendente, dentro de nuestra arquitectura moderna.
Inicialmente Agustín Hernández se formó académicamente en la entonces Escuela Nacional de Arquitectura, hoy Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, recibiendo su título de Arquitecto en el año de 1954. Cuando esto sucedía, en la Arquitectura Mexicana Contemporánea, prevaleció de manera dominante, la presencia teórica, compositiva y formal del movimiento racionalista, identificado con las obras e ideas de entre otros: Walter Gropius (1883-1969), Mies Van Der Rohe (1886-1969), Philip Johnson (1905-2005) y Le Corbusier (1887-1965). Hablamos de una arquitectura de formas geométricas simples, regulares, tendiendo en ocasiones a la abstracción geométrica, en otras más a una cierta expresividad, vinculando lo anterior con la producción industrial de los materiales empleados en la construcción, lo cual lleva a plantear proyectos entendidos como sistemas integrados. Una buena parte de los arquitectos mexicanos de aquél tiempo, mediados del siglo XX, desarrollaron sus proyectos y obras, dentro de estos mismos criterios conceptuales.
Si bien Agustín Hernández también estuvo cerca de la arquitectura racionalista, muy pronto tuvo la voluntad de buscar otras posibilidades proyectuales, que pudieran identificar sus trabajos en lo particular. Para el efecto se acercó al estudio y comprensión de la arquitectura prehispánica, entendiéndola como expresión sustancial de nuestra cultura y en otro sentido se relacionó con expresiones orgánicas de la arquitectura, tomando en cuenta las formas que se manifiestan en la naturaleza, buscando reinterpretaciones contemporáneas del conjunto de lo anterior, desde su particular punto de vista. Desde el comienzo de sus trabajos proyectuales, Agustín Hernández dio muestras de sus habilidades en lo que tiene que ver con un manejo brillante de la geometría, como instrumento sustancial de diseño, a lo que se sumó un conocimiento profundo de lo relacionado con el empleo de los materiales y procedimientos constructivos mas modernos, algunos industrializados, aventurando incluso posibilidades experimentales interesantes, que fueron más allá de las maneras convencionales de edificación. Acompañaron intelectualmente también sus propuestas de diseño, reflexiones relacionadas con la vida, la cultura y en un cierto sentido con la filosofía, planteando desde la conceptualización inicial de sus proyectos, ideas de carácter simbólico.
Dentro de su extensa experiencia profesional, destaca un puñado de proyectos que se han convertido en contribuciones sustanciales, que representan a la Arquitectura Mexicana Contemporánea y lo identifican a él en lo individual. Entre estas obras podemos mencionar como las mas destacadas: Proyecto de la Villa Olímpica Miguel Hidalgo, 1968, realizado en equipo con los arquitectos Manuel González Rul (1923-1985), Carlos Ortega Viramontes (1927-2017) y Ramón Torres Martínez (1924-2008), ubicada en la Alcaldía Tlalpan, ciudad de México, La Escuela del Ballet Folklórico de México, 1968, ubicada en la Colonia Guerrero, Alcaldía Cuauhtémoc, ciudad de México, su propio Taller de Arquitectura, 1975, ubicado en Bosques de las Lomas, Alcaldía Miguel Hidalgo, ciudad de México, la Casa Neckelman, 1979, ubicada en Bosques de las Lomas, Alcaldía Miguel Hidalgo, ciudad de México, el Centro de Meditación, 1984, ubicado en Cuernavaca, Estado de Morelos, la Casa en el aire, 1991, ubicada en Bosques de las Lomas, Alcaldía Miguel Hidalgo, ciudad de México y el Centro Corporativo Calakmul, 1994, ubicado en Santa Fé, Alcaldía Cuajimalpa, ciudad de México.
El conjunto habitacional de la Villa Olímpica Miguel Hidalgo, construido para alojar a los atletas que asistieron a la Olimpiada celebrada en la ciudad de México en el año de 1968, representa uno de los proyectos mejor logrados en lo que tiene que ver con la vivienda colectiva privada, contando con 904 departamentos, resueltos mediante torres de 10 y 6 niveles, formando un conjunto con base en volúmenes sueltos, en el que los espacios abiertos, públicos, de plazas y zonas verdes, terminan por constituir ámbitos habitables funcionales y confortables. La Escuela del Ballet Folklórico de México, realizado en tanto que su hermana, Amalia Hernández, era la directora del mismo Ballet, nos deja ver un proyecto que cuenta en términos urbanos, con una escala y presencia formal amable y atractiva, con claras alusiones compositivas a la cultura prehispánica en el conjunto total, incluyendo algunos de sus espacios interiores que constituyen la escuela.
Su taller de arquitectura, ubicado en un terreno que cuenta con una pronunciada pendiente y vistas frontales profusamente arboladas, es una muestra de sus habilidades y sensibilidad proyectuales, al resolver el proyecto, entendiéndolo como una reinterpretación formal de un árbol mas en el contexto, lo que lo acerca a una postura racionalista orgánica, manteniendo también la idea de relacionarse con la arquitectura prehispánica, en este caso teniendo en cuenta el criterio de tableros y taludes que nos remiten el conjunto del Tajín, conjunto totonaca ubicado en el norte de Veracruz. Pero al mismo tiempo estamos ante una solución formal y volumétrica, que da cuenta de una notable modernidad, en algún sentido futurista. La Casa Neckelman es un proyecto atractivo, magistralmente resuelto mediante formas claramente orgánicas, en donde las habilidades en el manejo de la geometría por parte de Agustín Hernández, en lo que tiene que ver con las intersecciones volumétricas y los despliegues y secuencias espaciales interiores, resuelven de manera atinada los requerimientos programáticos solicitados, relacionando bien lo anterior con el contexto paisajístico.
El Centro de Meditación es la oportunidad de plantear un proyecto, resuelto como una discreta escultura habitable, cargada de significados, formando parte de un entorno paisajístico verde, buscando con ello inducir a la serena reflexión. La casa en el aire, ubicada en un terreno que cuenta con una muy fuerte pendiente, es otra oportunidad en la que Agustín Hernández experimenta con audacias estructurales, que permiten relacionarse de manera relativamente respetuosa con el sitio, pero al mismo tiempo buscando una monumentalidad volumétrica, destacando la obra en relación con todo lo que existe a su alrededor. Da la impresión de que los volúmenes que contienen los espacios habitables, fueran porciones de un fuselaje aeronáutico, que mira desde las alturas el paisaje urbano que desde ahí se domina. Nuevamente el espléndido manejo de la geometría y el diseño de detalle de sus componentes programáticos, cercano a interpretaciones de fino diseño industrial, nos dan cuenta de un arquitecto que transita la modernidad por caminos inéditos.
El Centro Corporativo Calakmul, dentro del complejo y criticado nuevo desarrollo urbano de Santa Fe, al poniente de la ciudad de México, nos muestra una voluntad por experimentar volumétrica, estructural y espacialmente oportunidades distintas de diseño, que llevan a diferenciar este proyecto, en relación con los planteamientos del resto de los edificios que forman parte de su contexto. La reinterpretación contemporánea de conjuntos prehispánicos vuelve a estar presente, en este caso haciendo referencia simbólicamente a la cultura maya. Vale la pena destacar la claridad de sus propuestas volumétrico geométricas que tienden a la simplicidad, a la abstracción y la gran calidad de ejecución de la obra, que se puede apreciar en el preciso despiece y limpieza del junteo de los precolados de concreto, que constituyen la piel principal del edificio. Es un obra que se ha vuelto hito identificable y referencia cotidiana entre quienes visitan y transitan por esa zona de la ciudad.
Recapitulando, en la postura proyectual de Agustín Hernández, se asume el compromiso de establecer una clara relación con la modernidad, incluyendo conceptos y avances tecnológicos, pero al mismo tiempo sintiendo profundo orgullo de pertenencia en relación con nuestro país, teniendo presente de manera constante, sobretodo lo que tiene que ver con las reinterpretaciones de significados, expresiones formales y compositivas asociadas a la cultura prehispánica. En todo lo anterior también están presentes sus acercamientos a criterios compositivos orgánicos, tomando particularmente en cuenta los entornos naturales donde se ubican sus obras. Hablamos de una arquitectura ciertamente funcionalista, que atiende con cuidado los requerimientos de programa que le son solicitados y en paralelo los resultados finales de proyecto, muestran intereses abiertamente formalistas, llegando a interpretaciones que podemos identificar como esculturas habitables. Agustín Hernández transitó en solitario por los caminos de la Arquitectura Mexicana Contemporánea, ocupando un lugar destacado dentro de ella, sin seguidores y finalmente la gente común conoce sus obras, las identifica, forman parte de la memoria urbana colectiva y de nuestro patrimonio construido moderno.
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