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Energías renovables, compromiso con el presente y el futuro de la humanidad

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Por Gustavo López Padilla*

Tenemos que insistir una y otra vez, no podemos quedarnos anclados en el pasado y el desastre como idea inevitable.

No hay duda de las severas afectaciones que al conjunto de la naturaleza, se han identificado como consecuencia  del desarrollo urbano industrial contemporáneo, apoyado en buena medida en la utilización indiscriminada de energías no renovables, altamente contaminantes, como el carbón, el petróleo y sus derivados.

Existe un buen número de serios estudios científicos que lo documentan, a lo que se suma la realidad ambiental adversa de la vida cotidiana en la mayoría de las ciudades del planeta.

Las alteraciones climáticas como consecuencia de este desarrollo, han llegado a un punto muy cercano al no retorno, afectando en buena medida la viabilidad de la vida, tal y como la hemos conocido hasta ahora. Adicionalmente en términos económicos, las afectaciones ambientales, cada vez son mas costosas, poniendo en peligro la realidad social y la materialidad de las ciudades, algunas de las cuales pudieran desaparecer bajo el agua.

Todo esto lo hemos sabido desde hace por lo menos cien años y muchos todavía, hoy en día, no emprendemos las acciones decididas y necesarias para enmendar el camino. Los compromisos mundiales suscritos en la materia quedan como buenas intensiones, mientras que la utilización de energías no renovables y contaminantes, siguen formando parte de la realidad de nuestros días.

Sin duda también, los países altamente industrializados son los mayores responsables de estas alteraciones ambientales en el mundo,  habiéndose beneficiando con creces de la utilización de energías no renovables, explotándolas tanto dentro de sus territorios como fuera de los mismos y pasado el tiempo, algunos de ellos, afectados ahora en las calidades habitables de sus propios entornos urbanos, que implican deterioros en la salud pública de millones de sus habitantes, han sido los que conscientes de esta adversa realidad, han emprendido políticas de desarrollo, tratando de orientar el camino de reconciliación con la naturaleza.

Sin embargo, también algunos de ellos hoy en día, practican una doble postura al respecto, ya que en sus lugares de origen si han comenzado a instrumentar nuevos y mejores caminos de desarrollo urbano, pero en otras localidades del mundo donde tienen intereses económicos, en colusión con malos gobiernos locales, siguen practicando viejas posturas que violentan los equilibrios ambientales, pensando solamente de manera egoísta, en lo inmediato de sus propios beneficios financieros, sin considerar las afectaciones a esos lugares, sus  poblaciones y al mismo tiempo al conjunto de las condiciones ambientales mundiales.

 

Es urgente e inevitable, que los criterios de desarrollo de las diferentes zonas económicas en el mundo, se orienten teniendo en cuenta una reconciliación con respecto a la naturaleza, preservando los diferentes sistemas ecológicos, teniendo en cuenta los lugares verdes, como bosques y selvas entre otros, los sitios en donde el agua está presente, como mares, ríos, lagos, lagunas y manglares, tomando en consideración también las variedades de zonas desérticas.

Teniendo presente que el ser humano es tan solo uno entre el conjunto de los seres vivos, que todos merecen respeto y se necesitan mutuamente para la conservación de la vida, expresada en todas sus diversidades.

Las ciudades deben restablecer los equilibrios entre sus áreas construidas, sus zonas verdes y de agua, con criterios de densidades edificadas que fomenten la sana convivencia colectiva.

Como parte de todo lo anterior se debe impulsar el uso de energías renovables, lo menos contaminantes posibles para el funcionamiento del conjunto de las ciudades, incluyendo sus zonas industriales, habitacionales, educacionales, recreativas y de servicios, teniendo en cuenta también lo relativo a su movilidad, reordenando y limitando el uso de los automóviles que utilizan gasolinas, impulsando el transporte público, el uso de la bicicleta y la peatonalización de importantes zonas en estas ciudades.

Hay que fijar nuevas metas de desarrollo urbano ambiental,  claras, con tiempos razonables alcanzables y que todo el mundo se oriente por este camino. Sabemos perfectamente la problemática dentro de la cual nos encontramos y algunas de las rutas viables que debemos recorrer para alcanzar las metas ambientales propuestas.

Tenemos que superar nuestra irracionalidad con la que nos hemos conducido, en lo que tiene que ver con el desarrollo de nuestras ciudades, desde mediados del siglo XVIII hasta ahora, si queremos la continuidad de la vida.

 

 

Evidentemente México no es ajeno a esta problemática, fuimos en algún tiempo un próspero e importante país petrolero y los cuantiosos recursos que resultaron de esta actividad fueron malversados, mal empleados  y no apuntalaron sólidamente nuestra economía, sobre un conjunto de bases diversas e incluyentes, tomando en cuenta a la naturaleza.

Hoy en día de manera coyuntural, pensando solamente en el presente inmediato, con limitadas perspectivas de futuro, nuestra economía sigue vinculada al petróleo como energía no renovable, altamente contaminante, con las consecuentes repercusiones negativas para nuestro medio ambiente y las del mundo. Por ahora, los  compromisos suscritos por nuestro país en acuerdos internacionales, en términos ambientales, se ven difíciles de cumplir.

Se vuelve entonces necesario reorientar el camino y combinar razonablemente, la utilización temporal de energías no renovables, que además  en perspectiva tienen una vida útil acotada en el tiempo, combinando lo anterior con un impulso decidido a las renovables, con perspectivas de futuro, que por el momento tienen que ver con las energías del sol, del viento, de las mareas y el hidrógeno.

Hay que pensar también muy bien, sobre la utilización de la energía nuclear, que si bien es eficiente, puede llegar a tener efectos devastadores, milenarios, si se pierde el control operativo de ella, como ya ha sucedido en tiempos recientes en Chernóbil, Rusia (1986) y Fukushima, Japón. (2011) y de los cuales todavía se sienten sus efectos en el aire del planeta y en la diversidad de la vida alojada en el Océano Pacífico.

En nuestro país ya se ha comenzado con la implementación de energías renovables, referidas al sol y al viento, pero su instrumentación operativa, legal y los reales beneficios para las finanzas del estado y de la sociedad que ha participado en ello, han sido severamente criticados.

Pero no por ello debemos detener y limitar el impulso a las energías limpias y renovables. Habrá que resolver estas dificultades operativas, para que pensando en el beneficio colectivo, social, podamos continuar con su aplicación.

Y un primer criterio fundamental que debemos tener en cuenta,  tiene que ver con el impulso a la investigación científica de las energías renovables, para mejorar lo conocido hasta ahora y buscar nuevas alternativas de uso y operación.

Hay que dedicar suficientes recursos económicos a la educación y a la  investigación de la ciencia en general, entendiendo lo anterior no como un gasto sino al contrario, planteándolo como la mejor inversión posible y necesaria, para tratar de encontrar mejores caminos para la vida, para el presente y el futuro de nuestras sociedades y sus ciudades, siempre pensando en la armonía con la naturaleza.

Sabemos además que las condiciones geográficas de nuestro país, que tienen que ver con nuestra posición en el planeta, con el movimiento del sol y las corrientes del viento, son muy favorables para la utilización de energías renovables. Tenemos que seguir creyendo y apoyándonos en el ejercicio de la razón y la ciencia.

Con lo conocido hasta ahora en términos de energías renovables, que ya han sido probadas, demostrado beneficios ambientales e incluso ahorros y utilidades económicas, hay que fomentar su uso, en las viviendas individuales y colectivas, en las escuelas, hospitales, sitios de recreo, edificios de oficinas, servicios y comerciales.

Con la suma constante de pequeñas acciones cotidianas, que tengan que ver con el uso de energías limpias y renovables, se pueden ir transformando poco a poco nuestras adversas realidades ambientales. Hay que fomentar entre los estudiantes de arquitectura y las diversas  ingenierías, la solución de proyectos que racional y naturalmente resuelvan sus necesidades programáticas habitables.

Lo anterior tiene que ver, entre otras cosas,  con el aprovechamiento de la luz natural, las ventilaciones naturales cruzadas, la incorporación de elementos verdes en patios o terrazas, las regulaciones de las incidencias del sol y sus ganancia de calor.  Solamente de ser necesario el consumo de otras energías, para alcanzar los niveles de confort necesarios, al interior de los espacios habitables, estas deberán ser renovables. El uso constante de  energías limpias debe formar parte de nuestra vida social cotidiana.

 

En la operación de las distintas infraestructuras de nuestras ciudades, también tiene que contemplarse lo anterior. Hablamos de lo que tiene que ver con el suministro de agua, reutilización de las aguas de drenaje y de lluvia, manejo y reutilización de la basura, suministro de energía, transporte e iluminación del espacio público.

Esto del impulso al uso de las energías renovables, tiene que ir de la mano con el restablecimiento de los equilibrios, entre lo construido y  las zonas verdes e hidráulicas del conjunto de nuestro país.

No podemos quedarnos anclados en el pasado y en el desastre como algo inevitable. Los seres humanos somos naturaleza, formamos parte de sus ecosistemas, no podemos o no debemos atentar contra nosotros mismos.

Hay que insistir una y otra vez, en que nuestro desarrollo se debe reconciliar con la naturaleza y para ello debemos pensar en lo renovable, lo reciclable, lo reutilizable y ello implica necesariamente al uso de energías limpias. Tenemos un compromiso de vida con el presente y el futuro de la humanidad.

 

*Gustavo López Padilla

Arquitecto

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Columnista invitado


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