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Discapacidad en ciudades accesibles y sensibles

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“Andar por la ciudad también es un entrenamiento de alto rendimiento”. Saul Hernández, Campeón mexicano Paralímpico en carrera en Silla de Ruedas(1)

“¿Decir que el agua estaba fría?… eso sería un pretexto, las personas con discapacidad tenemos derecho a trabajar y estudiar, somos parte de este mundo” Gustavo Sánchez, Campeón mexicano paralímpico de Natación(2)

“Aprendí el genial truco de cargar el móvil con la silla de ruedas. Aprendemos de la fuerza y la resistencia de cada uno, no contra nuestros cuerpos o diagnósticos, sino contra un mundo que nos hace objetos excepcionales” Stella Young (1982-2014). (3)

“Mis sueños son mas grandes que la discapacidad con que vivo”. Axel Sierra (17 años)

Por Tonatiuh Meaney*; Axel Sierra y Marco Moncada (ilustraciones)

Sensibilización sobre la discapacidad

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En diciembre se celebró el Día Mundial de la Discapacidad el día 4; y la semana de la inclusión, la primera de diciembre. Esa efeméride fue declarada por la ONU desde 1992, con el objeto de que la discapacidad sea un tema transversal en la política pública de las naciones. En 2021 se abordó como tema central «Liderazgo y participación de las personas con discapacidad en la construcción de un mundo postcovid inclusivo, accesible y sostenible». El objetivo de estos eventos es sensibilizar sobre el significado y sentido de la condición de discapacidad; que las personas tengan elementos para evitar la discriminación y la no inclusión contra las personas con discapacidad (PcD) y que pueda  verse esta condición como un elemento de la diversidad humana; un fenómeno de tipo social y no individual; que se comprenda que las personas con discapacidad enfrentan obstáculos por las limitaciones del medio más que por las suyas propias y que, por lo tanto, la discapacidad no puede ser vista como una condición de alguna forma de inferioridad; es decir, que se comprenda la discapacidad, como un problema de todas las personas. La UNESCO también ha convocado a todos los sectores a colaborar en ese tipo de eventos para sensibilizar  o ayudar a otras personas a sentir y comprender lo que no ven de forma simple. Como veremos las ciudades son parte de una estructura importante para superar los obstáculos relacionados con la discapacidad.

Evolución de la comprensión de la discapacidad en el tiempo

Para lograr la anhelada sensibilización se requiere primero que la discapacidad sea visibilizada y que se entiendan sus conceptos para poder definirla, lo cual en si ya es una tarea compleja pues el concepto siempre va ligado al de normalidad, el cual cambia constante y rápidamente en el tiempo y espacio. Se ha llegado a decir que la discapacidad no existe, lo cual puede ser un contrasentido de ideología cómoda si lo interpretamos como un decreto de que la realidad “está en uno mismo”, pero si lo interpretamos como el hecho de que los obstáculos para la funcionalidad del movimiento y los sentidos se encuentran en el medio ambiente, y no en la persona con discapacidad, es un hecho.

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La ideología cómoda de la que hablamos a la que se le ha llamado echaleganismo, propone que una persona controla su entorno (basta con echarle ganas), y omite los privilegios que tienen otras personas para conseguir sus logros. En lo económico esta ideología busca normalizar las desigualdades, haciendo responsables de sus males a las personas no favorecidas. En la discapacidad nos quiere hacer creer que la movilidad y acceso que tienen las personas convencionales (sin discapacidad) corresponden a la forma natural humana, ignorando que el medio socialmente construido les resuelve la mayor parte de sus problemas sin hacer lo mismo para las PcD, para quienes ese medio no está diseñado. Los medios de transporte, las escuelas, los comercios y. en general las ciudades, son infraestructuras que hacen muy fácil la vida, pero no a todas las personas. Así, las limitaciones a las que se enfrentan viviendo con discapacidad sí existen pero se producen fuera del individuo, y son producto de las nuevas formas de exclusión (Rosato y Angelino, 2009) y la “naturalización de la normalidad” (Rodríguez, 2013).

Comprender lo anterior ha sido un proceso muy lento. En la antigüedad, distintas formas de discapacidad causaban terror a los griegos, salvo la ceguera, condición a la que respetaban; existe controversia en que sí es verdad o no que los recién nacidos con discapacidad eran asesinados, pero de cualquier forma, el arte y la literatura de esa época exaltan una forma de belleza que no admite disidencia; ni tampoco figuran las PcD en las estampas de la época. Los antiguos hebreos tenían cierta aversión a la discapacidad, aunque sí incluían a las PcD en las actividades cotidianas y se le promulgaba cierto respeto; por ejemplo, en el Levítico, Dios ordena “no maldecirás ni al sordo ni al ciego” y en el Éxodo pregunta “¿quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Jehová?” Aunque también previene: “ninguno de tus descendientes por sus generaciones, que tenga algún defecto, se acercará para ofrecer el pan de su Dios”. Así la visión de la Biblia en torno a la discapacidad es un tanto vacilante, pero un avance comparado a la época clásica es que promueve un trato al menos condescendiente a las personas con discapacidad. Esta postura, contra lo que sería natural pensar, la recibe en herencia el cristianismo de la edad media donde el trato para las personas con discapacidad, aunque no logre un reconocimiento pleno, no es de carácter salvaje (cf Metzler, 2013; 163).

Después de la Ilustración, la concientización de la discapacidad avanzó a un paso lento, contra lo que podría pensarse, por la existencia de las bases científicas y éticas para un reconocimiento de esta condición humana. Todavía a la mitad del siglo XX en el mismo Estados Unidos segregacionista, la discriminación a las personas con discapacidad era legal e institucionalizada en las llamadas Leyes de feos (Schweik, 2009), por medio de las cuales se impedía el libre tránsito de las PcD. En México, aunque no se formalizaba la discriminación, quedaba implícita en la nomenclatura oficial, donde se contabilizaban (en los censos de 1885 a 1910) a cretinos, enajenados, mentales o idiotas, locos, tullidos, jorobados. Si esto es grave, todavía fue más grave que la discapacidad desapareció del mapa en la última mitad del siglo XX y estadísticamente se volvió a saber de ella hasta el censo de 2000, cuando el asunto de la discapacidad ni siquiera era considerado un gran problema mundial por la ONU.

En la primera década del siglo XXI es cuando surge la preocupación mundial en la OMS del asunto con la CIF (Clasificación Internacional del Funcionamiento de la Discapacidad y de la Salud (1). El primer documento que sistematiza la clasificación de la discapacidad con una metodología científica, proporcionando una renovación total del concepto a tal grado que hace 20 años, ya decía Pérez de Pla que vivimos una “revolución copernicana” de la discapacidad. Hoy se ve a la discapacidad como una serie de deficiencias en las funciones y estructuras corporales que limitan ciertas actividades y restringen a las personas a participar en sociedad. Esto implica un nuevo paradigma en el cual la discapacidad no es solo un asunto médico o de salud, sino que lleva a la necesidad de accesos universal a servicios.

Vemos que la percepción de la discapacidad ha pasado por distintas etapas que Ledezma (2009; 26) ha clasificado en cuatro:

  1. Compasiva o filantrópica. La discapacidad es una desgracia, pero la adquirida por la guerra es heroica y la mental es estigmatizada.
  2. De reconocimiento de derechos. Se identifica, en la segunda mitad del siglo XX, a la discapacidad como “problema social”.
  3. De integración. Desde la década de 1980, las PcD son actores integrados a las decisiones propias y de otras personas.
  4. De Igualdad. Del siglo XXI, busca visibilidad, accesibilidad y sensibilización por parte de las personas “convencionales” sobre los derechos humanos.

Lo más importante es la nueva visión, de igualdad: la discapacidad como resultado de la interacción entre los factores personales, la salud, las posibles deficiencias, limitaciones o restricciones de la persona y las también posibles barreras en los factores ambientales que se encuentran en el entorno urbano, diseñado por quienes deberían estar conscientes o tener la sensibilidad de quienes la van a transitar, de que la esperanza de vida ha aumentado a tal nivel, que la gente vive hoy, lo suficiente para que le cueste trabajo caminar, y que hoy, ha sido reconocido el derecho para que todas las personas independientemente de sus capacidades motrices, puedan salir a la calle.

El poder de las palabras, del maleficio al eufemismo

La primera barrera contra la discapacidad no es física sino ideológica. En cada etapa histórica la discapacidad se acompaña de palabras, desde las despectivas como tullido, hasta los eufemismos como invidente o “personas con capacidades diferentes” o “deportista adaptado”. En la edad media se les decía a las PcD “desvalidas”; es decir, sin valor. En inglés la palabra handicap que significa desventaja se relaciona con la discapacidad y tiene un origen sombrío: “sombrero en mano”, que hace referencia a la limosna con la que se identificaba a las personas con discapacidad. Aunque su sentido ha cambiado, el crudo origen de la palabra perdura.

Es importante conocer el sentido de estas etiquetas maléficas o eufemísticas porque logran marginar a las personas de la vida social destacando sus funciones débiles, pero no sus funciones ventajosas. Por el contrario, surgieron algunas palabras eufemísticas no orgánicas en el lenguaje, con la intención de eliminar la carga discriminatoria, aunque paradójicamente resultan también discriminatorias e ineficientes expresivamente para denotar a una condición tan compleja como la discapacidad. Decir que una persona con una limitación física tiene “capacidades diferentes” es absurdo, pues son, justamente, lo importante en una persona sus capacidades, que son las equivalentes a las de las demás; y en lo que se diferencia es en sus discapacidades, o sea en lo que no puede hacer. Todas las personas tienen derecho a ser caracterizadas por lo que saben hacer y no por lo que no saben. Al doctor en urbanismo que es incapaz de cambiar un foco se le dice doctor y no “el señor” que no sabe cambiar focos; el mismo mote de “señor” en vez de “doctor” a algunos ya les parece ofensivo. Pero a la persona ciega que puede componer sinfonías se le dice “el ciego”.

Por eso no se considera adecuado referirse a las PcD con el calificativo de discapacitadas; aunque se parezca fonéticamente tanto al término persona con discapacidad, es muy distinto. En realidad, reproduce el mismo problema que las antiguas formas verbales como minusválidas, disminuidas, impedidas; pues al igual que estas, describe en general lo que no pueden hacer las personas a las que se busca describir en vez de lo que sí pueden hacer; de igual forma como lo hacen las palabras que describen a las carencias específicas como ciegas, mudas, cojas. Visto desde el punto de vista ético, es muy injusto referirse a un grupo de personas (las PcD) por lo que no pueden hacer y, en cambio, a las personas convencionales por lo que sí pueden. Por eso, vale la pena insistir en que el acuerdo internacional, es que el término adecuado es personas con discapacidad, que se encuentra bien establecido en la CIF Clasificación internacional del funcionamiento de la discapacidad y de la salud: (CIF) (OMS, 2001).

Ahora, si las PcD pueden llegar a cualquier nivel de habilidad en diversas actividades, es el medio el que impide que puedan no llegar a integrarse plenamente a la actividad económica o social, por eso existen dos aspectos que se deben reconocer para la visualización de la discapacidad: ¿?

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Ciudades maléficas y eufemísticas

Las ciudades se parecen a las palabras. También guardan resquicios de un momento en que eran enemigas de la discapacidad. Las palabras y las ciudades eran inaccesibles.

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La figura 1, nos muestra que el asunto esencial de la discapacidad no es una condición de la persona, sino del entorno que ha evolucionado para facilitar la vida de las personas, pero no lo ha hecho para todas.

Figura 1. Funcionamiento de las personas con o sin discapacidad en un entorno no diseñado para la discapacidad.

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De esta figura se desprenden algunos comentarios.

  1. El derecho a ser identificados por lo que podemos hacer y no por lo que no podemos hacer.

Todas las personas con, o sin, discapacidad podemos enumerar unas cuantas cosas que podemos hacer muy bien; en cambio, habrá miles o innumerables acciones que no podemos hacer. Por eso resulta un contra sentido referirse a alguien justo por alguna de las cosas que no puede hacer. Referirse al ciego por ciego, es correcto si lo que se busca es conocer la adecuación que requiere para adaptarse, pero incorrecto si se le busca identificar de esta forma; pues además de no poder ver, no puede hacer miles de cosas, como cualquier otra persona. Pero puede ser un mecanógrafo, un gran calculista, o el mejor pianista, ocupaciones en las que  su condición de ceguera no lo identifica.

  1. La discapacidad se encuentra en el entorno, fuera de la persona y no dentro de ella.

Incluso, más importante que lo anterior, es el hecho de que las barreras para que una persona con discapacidad pueda desarrollarse, está en el exterior de ella y no dentro de ella. Las personas que viven sin discapacidad consideran comúnmente, igual que las personas que han tenido “éxito” económico, que su nivel de adaptación se debe a su propio esfuerzo. Es la ideología que hoy suele identificarse como echaleganismo, cuando en realidad, la estadística y los estudios sociológicos han mostrado que el entorno de cada persona hace la mayor parte del trabajo. Si bien es cierto, que una persona puede sabotear su propio potencial instalado, eso no significa que pueda crear potencial donde no lo hay. Un estudio muestra de qué manera los privilegios son determinantes en las condiciones socioeconómicas de las personas (Mayer, 2017). No es distinto en el caso de la discapacidad, en el que un ambiente adverso, que no ha sido diseñado para ella, es al que tiene que adaptarse, mientras que las personas convencionales no requieren hacer ese esfuerzo. Las ciudades son artefactos tan cotidianos que facilitan el trabajo de las personas sin discapacidad, que ya no se dan cuenta que gran parte del esfuerzo que deberían hacer para su trabajo en realidad lo hace la ciudad. Las calles, el transporte, las banquetas, los parques, las tiendas, entre otros elementos. De pronto parecieran que son parte de la persona, pero es su exterior. Sin embargo, no le facilita al mismo nivel el trabajo a las PcD para quienes los espacios no fueron diseñados. De esta forma la discapacidad existe, por más que decreten personas que no existe, pero la realidad es que está fuera de las personas.

La educación clave de la nueva visión de la discapacidad

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Para la comprensión de las palabras y con esto la sensibilización y el reconocimiento se requiere una especial atención en la educación,  que la política no se apropie de esto (tomando como base los 13 años de experiencia acumulada en la aplicación de la Convención), y con el impulso logrado gracias a la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, (a la cual México pertenece); la comunidad internacional se encuentra en una buena posición para promover el “diseño universal” para el desarrollo que tiene en cuenta a las personas con discapacidad en el sector educativo.

En la medida en la que se han modificado los acuerdos y leyes de educación se dieron cambios que se han exigido a las instituciones educativas, fundamentados por acuerdos que no se han aplicado conforme a lo leído y, por ende, los resultados no son los esperados. Tal es el caso de la Reforma 2011 en la que se busca la educación competente, poniendo a la par todas las actitudes y aptitudes de manera igualitaria entre los estudiantes: sin embargo la realidad no es esa porque vivimos en una sociedad con gran diversidad cultural. Posteriormente hace unos años se modificó el plan educativo (desde 2017) en el cual específicamente se sustenta un apartado de educación inclusiva, y le dedica un apartado que establece el trabajo en un macrocurrículo que abarca desde las políticas educativas a nivel nacional para luego pasar por los filtros pertinentes donde desde los consejos técnicos, rutas de mejora, objetivos escolares y planeaciones se pide la inclusión estudiantil de los jóvenes; y no solo con rampas,  prórrogas o permisos méducis, (Lecerio, 2015). Así, la no discriminación comenzando desde las instituciones educativas, el plan de estudios 2017 mejor conocido como “Aprendizajes clave”, es donde se habla de la estrategia de equidad e inclusión en la educación mexicana. En particular, en el marco del planteamiento pedagógico se presenta la “Estrategia de equidad e inclusión en la educación básica: para alumnos con discapacidad, aptitudes sobresalientes y dificultades severas de aprendizaje, conducta o comunicación”. El plan de estudios 2017 señala que se han de movilizar todas las potencialidades en ambientes de aprendizaje con diversidad de contextos en el marco de ambientes colaborativos entendidos como una comunidad de aprendizaje, donde todos se necesitan y se apoyan mutuamente (Tedesco, 2013), para el logro de escuelas inclusivas sustentadas en la equidad, la justicia y la igualdad como elementos indispensables para asegurar la calidad educativa mexicana.

La peor enemiga de la discapacidad la política

La mala interpretación de las palabras con las que nos referimos a la discapacidad así como la falta de sensibilidad, viene de la falta de fuerza de los pequeños grupos. Y esto de que la política, encargada de impulsar políticas, se enfoca a las mayorías y no a las minorías. Los políticos suelen atender mayorías vulnerables para incrementar su capital político, pero la mayor vulnerabilidad no se encuentra en las mayorías sino en las minorías que no generan dividendos electorales. Los políticos ven en los pobres un gran mercado electoral, pues además de ser vulnerables, son mayoría con un valor electoral gigante, aunque no pasa lo mismo con las minorías. Así es como la política no suele tener interés especial en las minorías: sexuales, laborales, étnicas, etarias (viejos), económicas (pobres extremos), de movilidad (ciclistas) o funcionales como los grupos de PcD o los enfermos. Al no formar parte importante de las agendas político electorales el balance costo beneficio electoral de su inclusión es negativo. De esta forma no atrae la atención como problema nacional y aunque los grupos de edad avanzada sí son mayoría, no son contemplados como población con alta propensión a la situación de discapacidad.

Los procesos usados por los políticos para aprovechar la ideología de las mayorías a costa de las minorías es un fenómeno que han estudiado bien lingüistas y sociólogos (Cf, van Dijk). Los políticos autocrean una imagen identificada con un grupo mayoritario que lleva al discurso bipolar para definir dos grupos: nosotros y ellos, exagerando las cualidades del primer grupo y los defectos del segundo. “Nosotros tenemos la verdad y ellos tienen ideologías”, precisa Van Dijk.  Esto normalmente lleva a fenómenos como el racismo y la discriminación de las minorías. Ni siquiera el volumen que suman muchas minorías resulta en una mayoría; por ejemplo, la de los pobres pero integrados (es decir que son pobres a pesar de estar incorporados a la economía como trabajadores). En este sentido la visibilización de las minorías y en particular de las PcD es importantísima para superar la barrera del peor enemigo de esta, que es la política.

A pesar del desdén que los políticos muestran por las PcD, estas han logrado que sean reconocidos sus derechos, llegando al ámbito internacional con la Convención de 2016 sobre los derechos de las personas con discapacidad, llevada a cabo en la ONU en New York (2), que por fin reconoce las dificultades y obstáculos que las PcD siguen teniendo en el mundo. Se considera, entre otras cosas, la necesidad de la implementación del “diseño universal”, entendido como “el diseño de productos, entornos, programas y servicios que puedan utilizar todas las personas, en la mayor medida posible, sin necesidad de adaptación ni diseño especializado”. Evidentemente esto incluye los entornos urbanos. México ha signado el acuerdo, por lo que se ha comprometido a “asegurar y promover el pleno ejercicio de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas con discapacidad sin discriminación alguna por motivos de discapacidad”, adoptando medidas legislativas o administrativas, y tomando medidas para modificar las leyes que constituyan discriminación (Artículo 4o) por lo que está obligado a garantizar los entornos universales así como promover el desarrollo de dispositivos técnicos y tecnologías de apoyo.

La mejor amiga de la discapacidad: la ciudad

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La ciudad es un invento moderno, que acerca distancias y facilita a todas las personas múltiples tareas. Por eso es tan importante en la discapacidad. Permite que las personas con discapacidad tengan mayor movilidad. En la figura 2 se aprecia como entre mayor es una ciudad hay menor población con discapacidad pero mayor porcentaje de dotación de manzanas con rampas. Así, la urbanización permite que haya una aglomeración en la dotación de estos servicios.

Figura 2.

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Fuente: Suárez et al (2021)

Es la ciudad quien ofrece la posibilidad de mejorar las capacidades de movilidad de las personas, no es una habilidad de las personas. Pero lo hace de forma desigual con unas y otras. Las personas con discapacidad (PcD) no obtienen tantos beneficios, de las ciudades, pues no están diseñadas para ellas. Hasta recientemente las urbes modernas se fueron haciendo de servicios que igualan con sus equipamientos las capacidades de las personas, como las banquetas, calles, transporte público de tipo accesible. Así, se han vuelto las mejores amigas de la discapacidad, pero especificamos la moderna, porque en las ciudades antiguas, pasaba lo contrario, eran no sólo hostiles, sino asesinas contra las PcD. Quizá la visión más moderna de ciudad es la que presenta Richard Florida y sus seguidores con el concepto de Ciudad Creativa  (Florida, 2015). Según esta concepción que no carece de retractores (cf Herrera et al 2013), las nuevas ciudades encuentran su fuerza no en el capital económico o político, sino en el humano, por lo que la diversidad humana es una fuente de éxito en las actividades urbanas, por eso en este tipo de ciudades la discapacidad es considerada integrada.

En distintas urbes de Asia las PcD eran abandonadas en el desierto o en la selva, pero también en las ciudades que evocamos como culminación de la cultura, como Grecia y no solo en Esparta (que por su sistema militar podría quedar justificado), sino en Atenas, donde desde nuestra visión moderna, esperaríamos que la ciencia y el estudio de la filosofía, hubiese generado conciencia sobre la diversidad humana, no fue así, tuvo que haber un largo proceso aún en curso; en vez de eso, casi todas las fuentes (Valencia, 2014) consideran que las PcD también eran maltratadas (cf. Rose, 2003) (cf Trompoukis y Kourkoutas, 2007). Según las versiones, solo los chinos y los antiguos hebreos, en su tiempo, supieron ser condescendientes -y solo eso- con las PcD, aunque eran integradas a la vida pública, sí existían burlas o cierto desprecio (Metzler, 2013) (Stiker, 2000) (cf Raphael, 2008). Esta vocación, más altruista que en otras culturas, la heredó al cristianismo, que, sin llegar a ser integrador, logró al menos, desmarcarse de las conductas salvajes frente a las personas con discapacidad, al menos en lo público, transitando de un modelo eliminador a uno asistencialista y caritativo. Aunque la ciencia, filosofía y tecnología avanzaron, el modelo pareció haberse congelado en el tiempo más allá de la edad media, hasta épocas muy recientes. Pasaron dos mil años para que la humanidad comenzara a comprender qué es la discapacidad. Hoy en día aún existe un caso particular de la discriminación contra las PcD, llamado capacitismo; como toda discriminación, quienes lo practican consciente o inconscientemente, consideran a una clase de personas como inferiores, y no como parte de la diversidad humana. La época más grave de esta clase de discriminación no fue en épocas antiguas, fue desde el siglo XIX hasta la década de 1970, cuando en Estados Unidos regían las “leyes de feos” que legalizaban la discriminación contra las personas con discapacidad (Schweik, 2009), con conductas que incluso hoy se ven, aunque ahora constituyen un delito.

El tipo de ciudades que tenemos en México no es de ciudades creativas, entre otros motivos porque hoy en día ni las ciudades ni sus viviendas son completamente accesibles a las PcD. En la Encuesta Nacional de Vivienda se preguntó a las personas “¿qué tanto problema tienen con la falta de rampas (o elevadores) para personas con discapacidad En su colonia o barrio? Un 40.13% de las personas respondieron que mucho, 16.57%, algo; 14.16%, poco y solo 29.14% nada. Y en cuanto al ambiente de la vivienda, respondieron a cuatro preguntas como se muestra en la tabla.

Tabla 1. Características de accesibilidad en las viviendas en México

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Vemos que sí tan solo más del 10% de las personas siempre observa que a las viviendas les faltan características de accesibilidad y tan solo el 2% de la población tiene discapacidad, es un problema muy notorio, que va más allá de la propia conveniencia. Sabemos que es muy probable que alguien de nuestra familia, tarde o temprano viva con alguna discapacidad, sobre todo debido a la edad.

Diseño universal ciudades modelo y soluciones

La forma en que las ciudades pueden integrar a todos sus habitantes y no solo a algunos, es con el diseño universal o accesible. La “accesibilidad” describe el grado en que un entorno, servicio o producto permite el acceso al mayor número de personas posible, incluidas las personas con discapacidad. Esta debe estar planteada desde las políticas sociales y urbanas. Se busca que todas las personas puedan acceder sin necesidad de adaptarse. Aunque gracias a la convención y otros esfuerzos, se ha avanzado mucho en la creación de conciencia sobre los derechos de las personas con discapacidad, aun hay importantes lagunas en la accesibilidad de las tecnologías de la información, tecnologías pertinentes en la educación. En muchas partes del mundo, las personas con discapacidad siguen encontrándose obstáculos en entornos físicos y de información y comunicación o no pueden acceder a esos entornos; por ejemplo no pueden acceder a la información o no hay información disponible en formatos accesibles, como el braille o la lengua de señas, o no hay sitios web con lectores de pantalla que son vitales para la formación académica.

Ciudad individual contra ciudad colectiva

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Imaginemos dos ciudades posibles: Ciudad Individual, donde las personas toman las decisiones que personalmente les conviene; Ciudad Colectiva, donde la conveniencia que se sigue es la de la comunidad. En las dos ciudades hay distinto tipo de personas, ricas, pobres, convencionales o con discapacidad. La pobreza es difícil que alcance a una persona que ya la ha superado, pero la discapacidad puede alcanzar a cualquier persona, sobre todo porque gran parte de la discapacidad llega primero por enfermedad, luego la edad y seguido por accidentes, y al último por nacimiento. Ciertas enfermedades no se pueden evitar, los accidentes son fortuitos, y a la edad solo la detiene la muerte, así que la discapacidad es una posibilidad para cualquier persona, incluso en el mundo que le es más favorable, ya sea que esta persona vea ¿?

Las ciudades pueden hacer mucho por la discapacidad pues 48% de las discapacidades es por movilidad, y 44% por visión. Dos temas en los que la ciudad es importante y donde la infraestructura contribuye.

Tabla 2. Motivos de la discapacidad

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El viejismo de las ciudades: discapacidad y edad

Quizá el tema que hace que la discapacidad sea un problema de todos es su alta relación con la edad. Cualquier persona que viva lo suficiente, tendrá en algún momento algún tipo de discapacidad debida a la edad. Los adultos mayores suelen ser excluidos, por desprecio, invisibilidad, e incluso por autoexclusión, conformando la forma de discriminación llamada viejismo o egeism (Butler, 1980), distinta de la xerontofobia más relacionada a una lucha generacional (Ludi, 2012; 24). Las personas de edad avanzada, aunque reciban palabras diminutivas como abuelito o viejita, es común que generen rechazo en lugar de empatía. Pues los mismos jóvenes no ven que recibirán los beneficios de las generaciones anteriores que ellos mismos sostienen económicamente como la jubilación. La ficción ha tratado este tema. En The Fixed Period, de Throllope, se obliga a los ancianos a suicidarse. Idea que no veía mal el médico Osler.. Cuando una sociedad no reconoce a los ancianos estaá atentando no solo contra ella sino contra la especie, pues el existo de la humanidad como especie se basa precisamente en el aprovechamiento de las generaciones anteriores mediante la memoria y el lenguaje.

La sociedad cree que estorban y ellos llegan a sufrir lo que se conoce como síndrome de soledad, que es en realidad abandono. La OMS ha propuesto las prácticas del concepto de envejecimiento activo (independencia, participación, dignidad, asistencia y realización) que implica el logro de ambiente igualados.

Cuando la población adulta mayor no logra la independencia es cuando su popularidad baja. Es muy distinta la visión de Amadou Hampete, con respecto a África, al decirnos que “cuando un viejo muere, una biblioteca se incendia”, a la escalofriante visión de Shakespeare en su maravillosa As you like it, refiriéndose a la séptima y última edad: “Es la segunda infancia y el mero olvido, sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada”. En la primera visión vemos los vestigios de por qué el ser humano es el único animal que le da importancia a la vejez, pues ha logrado una ventaja evolutiva por la memoria que representan los viejos y el mundo ha venido sustituyendo con artefactos como los libros y ahora las computadoras. Con esta sustitución en ocasiones se ha sugerido la sustitución de los viejos.  En la novela de Throllope,  The Fixed Period, se expone una sociedad que obliga a los ancianos a respirar cloroformo para darse muerte y no dar problemas. Ya en la más pura realidad, en Japón, el país que venera la ancianidad, el ministro de finanzas Taro Aso no ha tenido empacho en pedir a los que están cerca de la muerte (suelen ser ancianos) se den prisa a morir para no ser una carga; tiene 72 años, y no se siente de ninguna manera por auto aludido. William Osler, el médico canadiense, considerado fundador de la medicina moderna, no veía mal estas mismas ideas en el siglo XIX, y las promovía para aplicarlas en su propio retiro laboral (cfr Hirshbein, 2001). Eran los años en los que se creía en las ideas de la eugenesia, en parte herederas de los planteamientos aristotélicos que consideraban a la juventud y ancianidad como extremos y la madurez como el punto medio de virtud, muy distinto a la apología de Cicerón a la vejez, que en su mismo aforismo muestra, en cierta forma, la paridad de visiones: “todos quieren alcanzar la vejez y cuando la alcanzan, todos la culpan”. Nuevamente la realidad supero a la fantasía cuando el ministro japones Taro Aso pidió a los viejos acelerarse a morir

Los problemas que plantea la actualidad no son tan nuevos, Ortega y Gasset en su célebre ensayo El Origen Deportivo del Estado, sugiere que el estado surge cuando los jóvenes no están dispuestos a seguir obedeciendo a viejos más débiles y con menos capacidades que ellos, entonces compiten, robándose a las mujeres de otras ciudades y fugándose con ellas a fundar nuevas ciudades. Los viejos tuvieron suerte en la Edad Media, inmunes a la peste bubónica fueron admirados por los jóvenes que morían a montones. En el Renacimiento surge una camada de jóvenes dispuestos a recuperar el poder (Lozano, 2009). Este rompimiento generacional permea no solamente a los jóvenes sino a los viejos. Hoy todavía se trata de un pleito entre generaciones(opus cit Schirrmacher).

Conclusiones

Las ciudades son el elemento indispensable para que la discapacidad sea superada socialmente. Son lugares que optimizan el espacio y permitan que las intervenciones no sean altamente costosas. Pero esto requiere una atención y cambios sociales que requerirían a su vez, la atención de las políticas públicas y por ello que los políticos se fijaran en estos problemas. Sin embargo por ser problemas de minorías y ellos buscar mayoráis, generalmente quedan relegados. El precio de no atender la discapacidad va contra todas las personas, pues la discapacidad que más frecuente es, y la ineludible para cualquier personas que viva lo suficiente, es la debida a la edad, que es de las más importantes. Así que es momento de que el ciudadano exija a los políticos poner atención en este problema.

Recursos

Encuesta Nacional de Vivienda 2020. INEGI. https://www.inegi.org.mx/programas/envi/2020/

http://www.discursos.org/oldarticles/Politica%20ideologia.pdf

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(4)Organización de las Naciones Unidas. Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad. https://www.un.org/esa/socdev/enable/documents/tccconvs.pdf

*Tonatiuh Meaney

Coordinador de impacto social Plurmac

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