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Ciudades para la niñez

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Por Armando Pliego Ishikawa*

En verano de 2021 en mi natal Puebla, el conductor de un camión de Coca-Cola atropelló y mató a una niña de ocho años de edad mientras ella pedaleaba en su bicicleta en una calle local de la colonia La Joya, al oriente de la ciudad. Este lamentable suceso despertó acaloradas discusiones en las redes sociales. Unos pocos cuestionaron al chofer y a la empresa. Nada se discutió sobre las medidas que debe tomar la autoridad local respecto a qué tipo de camiones pueden o no acceder a las calles locales. Tampoco se habló de las características con las que los vehículos de transporte de mercancías deberían de contar, entre equipos de seguridad como barras laterales que impidan que alguien quede atrapado bajo las llantas; espejos y ventanas de ciertas dimensiones que maximicen visibilidad, o cámaras que permitan sortear la existencia de puntos ciegos para el conductor. 

De lo que sí se habló mucho, como suele suceder cuando un menor es atropellado, fue de la supuesta irresponsabilidad de sus tutores, señalando la aparente omisión de permitir que estuvieran en la calle sin supervisión, e inclusive exculpando a quienes atropellan y matan, cargando toda la balanza hacia las familias de las víctimas, que no sólo tienen que lidiar con la terrible pérdida de un ser querido, sino que además deben soportar el desalmado escarnio público. Y esta es una historia que sucede todos los días. 

En México alrededor de dieciséis mil personas mueren cada año en nuestras calles y carreteras, donde casi la mitad son peatones. La primera causa de muerte en menores de 0 a 14 años es la inseguridad vial. No hay nada que mate a más niñas, niños y adolescentes en nuestro país que los automóviles, autobuses y camiones. Es una pandemia silenciosa, donde lo más grave es que la tragedia ha sido sistemáticamente normalizada a lo largo de las décadas. Nuestros tomadores de decisiones hicieron de las calles un lugar peligroso, especialmente para nuestras infancias, y en lugar de preguntarnos qué podemos hacer para desaparecer esos peligros, damos por sentado que tenemos que adaptarnos a ese peligro y hasta exigimos a los niños y niñas así como a sus padres y madres, precauciones que no le exigimos al automovilista. Desde niños nos enseñan a cuidarnos de la inseguridad de los autos, pero no enseñamos a los automovilistas a no ser un peligro para nuestra niñez. Nuestros niños y niñas tienen que hacer todo bien para que los automovilistas puedan seguir haciendo todo mal.

Pero ¿y si las calles no tuvieran que ser peligrosas? ¿y si pudieran existir calles tan seguras que hasta un niño menor de tres años pudiera ir al supermercado a un kilómetro de distancia de su casa? Esta aspiración, por muy lejana o imposible que suene, ya es realidad en muchas ciudades de todo el mundo. Muchas de ellas, en Japón, tal como da cuenta el reality show “​​Hajimete no Otsukai” o “Mi primer mandado”, un cómico programa sobre niñas y niños japoneses yendo a hacer algunas tareas fuera de casa por primer vez.

 

(www.netflix.com)

(www.netflix.com)

Más allá de las risas y la ternura que provoca, este programa televisivo recién añadido al catálogo de Netflix, deja ver de manera inadvertida los factores de diseño y las políticas que permiten que su niñez pueda caminar a la tienda o incluso tomar el transporte público sin la compañía de sus familias desde temprana edad. Para quien goza del humor simple puede ser un show muy entretenido, pero para quienes además tienen un interés en el diseño urbano y en las políticas públicas de gestión de la movilidad, puede ser un nutritivo material de análisis.

Si bien el programa se trata de un reality donde naturalmente muchos aspectos de seguridad se cuidan minuciosamente para proteger a sus pequeños protagonistas, no es poco común que las infancias en Japón alcancen un mayor grado de autonomía desde sus primeros años. El ir caminando o en transporte público a la escuela desde el inicio de la educación básica es una actividad generalizada y en las mañanas de cualquier día entre semana se pueden ver en calles de muchas de sus ciudades a grupos de niñas y niños en uniforme andando por sus calles rumbo a sus primarias sin la supervisión de un adulto.

 

Niños caminando a casa en las calles de Tokio, Karen Ann Malone. https://www.researchgate.net/publication/320959244_Movement_Materiality_of_Mobilities

Niños caminando a casa en las calles de Tokio, Karen Ann Malone. https://www.researchgate.net/publication/320959244_Movement_Materiality_of_Mobilities

La seguridad de la que gozan los menores japoneses para poder empezar a realizar tareas de forma independiente desde muy pequeños no es una cosa de cultura o educación sino el producto de decisiones políticas. Poner la vida y la protección de los más vulnerables como principios rectores para la construcción de sus calles es una decisión que sus gobernantes han tomado. De la misma forma, la inseguridad vial en nuestras calles también es un producto de las decisiones de nuestros gobernantes.

Las empresas de reparto bien podrían usar otro tipo de unidades para la distribución de mercancías en las colonias, pero implicaría que la empresa invierta recursos en renovar sus vehículos. Así, cuando se permite que un camión de gran peso y tamaño, con muchos puntos ciegos, circule en calles locales a pesar de que reconocemos los riesgos que ello implica, lo que están decidiendo es que es más importante el interés de una empresa que la seguridad de la ciudadanía. Si se permite que el servicio de transporte público se brinde en unidades inadecuadas, sin accesibilidad universal, con esquemas de operación informales, con poca o nula rendición de cuentas, es porque se protege el interés del concesionario antes que el de los usuarios. Cuando se construye una calle donde las banquetas son angostas y llenas de obstáculos como postes y rampas de acceso vehicular, sólo para hacer carriles más anchos, los gobernantes están decidiendo dar prioridad al automóvil antes que a los demás usuarios. De la misma forma, cuando se permite que se emitan licencias sin un examen que acredite la aptitud de los conductores para estar tras el volante, el gobierno está decidiendo que la recaudación por el cobro de la licencia es prioritaria por encima de las personas que todos los días mueren atropelladas por personas que no saben manejar. 

Nuestros gobernantes deben analizar las causas de la inseguridad vial (más allá de la estéril pero socorrida sentencia de que “hace falta cultura”), dado que son ellos quienes pueden decidir sobre el diseño de las calles, la emisión de las licencias, la aplicación de multas y en general la gestión de nuestro sistema de movilidad. Sin embargo, puesto que las medidas más efectivas para disminuir los factores de riesgo suelen ser las más impopulares, tales como la implementación de ciclovías, la ampliación de los espacios peatonales, la reducción de espacios para la circulación de automóviles y las fotomultas, entre muchas otras; y nuestras autoridades temen perder votos con su implementación, como sociedad hemos terminado por ceder toda determinación de hacer calles más seguras, con tal de no incomodar a los usuarios de automóvil, limitando toda acción relacionada con la seguridad vial a llamados descafeinados a la conciencia, que suelen resultar inútiles. 

Tal como hasta ahora se ha permitido que las calles sean inseguras para nuestras infancias, podemos empujar la toma de decisiones en el sentido opuesto, con la claridad de que sin contundencia será imposible alcanzar la meta de cero muertes por hechos de tránsito. “Mi primer mandado” nos muestra que sí es posible, y puede ser un gran ejemplo, pues con el pretexto de compartir el inocente programa, podemos iniciar una conversación sobre las ciudades y las calles que queremos para que nuestras niñas y niños crezcan, y también eventualmente, otra más apremiante, sobre las ciudades en las que invariablemente todas y todos vamos a envejecer.

 

Plaza Superilla de Sant Antoni / Leku Studio

Plaza Superilla de Sant Antoni / Leku Studio

*Armando Pliego Ishikawa
Activista urbano. Entusiasta de vivir la vida más despacio.

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Columnista invitado


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