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El modelo de Palermo

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Por Carmen Contreras*

En el 2006 colaboré en la edición del libro “Violencia. Cómo identificar y evitar la violencia en cualquiera de sus formas”, de las doctoras Susan Pick y Martha Givaudan. Ellas me pidieron hacer una reflexión sobre cómo trabajar a nivel comunitario la prevención de la violencia en las ciudades a través de actividades que todas las personas podríamos hacer independientemente de la colonia o barrio en dónde vivimos para crear entornos seguros y libres de violencia.

Partí entonces de hacer un repaso de dos modelos conocidos. El modelo “Ventanas Rotas” del que se apropió a su manera el ex-alcalde de Nueva  York Rudolph Giuliani y consultor del Gobierno de la Ciudad de México. La historia de Giuliani como abogado de Donald Trump es aparte. Lo que vale la pena recordar aquí es que él hizo una reinterpretación de las teorías de James Wilson y George Kelling quienes observaron que una ventana rota en un barrio indica su deterioro, su abandono y un campo atractivo para cometer delitos.

Según estos autores, la percepción de descuido que da la ventana rota influye en la apropiación de los espacios por la delincuencia. Una ventana que nadie repara será seguida de otras. El mensaje de que romper ventanas no tiene consecuencias está ligada a la impunidad. De ahí que Giuliani, desde una visión punitiva, haya retomado el modelo a conveniencia para llamar a su política “Cero Tolerancia”.

El tiempo nos dio la razón a quienes criticamos el modelo de Giuliani en su momento. En ciudades con sectores racistas la “Cero Tolerancia” provocó un uso excesivo de la fuerza pública con consecuencias que se siguen viviendo en Nueva York y otras ciudades norteamericanas.

Mi agradecimiento con Susan y Martha por pedirme aquella colaboración para su libro radica en que descubrí más ideas interesantes en el modelo de Palermo que en el de Giuliani, ideas que formaron parte del diseño de varias intervenciones en las que colaboré para la prevención de riesgos en la salud de jóvenes en entornos hostiles de la Ciudad de México.

La experiencia de Palermo nació en la ciudad de Sicilia en un contexto en el cual las mafias estuvieron infiltradas en las burocracias gubernamentales y en el poder judicial controlando todo en la ciudad hasta llegar al asesinato de su Fiscal. Sicilia en los años 80 encarnó lo que Mario Puzo y Francis Ford Coppola nos describieron en la literatura y en el cine. Fue una de las ciudades más violentas del mundo.

Leoluca Orlando, alcalde de Palermo de 1990 a 1996 llegó a gobernar aquella ciudad sin ley pero fuerte consenso social con quienes estaban hartos de pagar “derechos de piso” a las mafias. Aprovechando dicho apoyo comenzó por hacer una depuración de la policía en la que estaban enquistadas las mafias, mejoró los procesos de denuncias de los hechos delictivos, lo que implicó una fuerte comprensión de la gestión pública. Paralelamente, su gobierno se dedicó a llevar a la práctica una estrategia intersectorial llamada “la renovación cultural”  centrada en cuatro áreas: cultura, escuela, medios de comunicación y recuperación de la imagen urbana.

La renovación cultural es lo que marcó la diferencia con el modelo de Giuliani. La metáfora del carro romano de dos ruedas, la de la legalidad y la cultura, fue usada para argumentar que no hay una aplicación eficiente de la ley en donde no se han encontrado las raíces culturales y de prácticas sociales negativas. Las dos ruedas son necesarias para avanzar.

En lo que se refiere a la cultura, fue necesario rescatar los espacios públicos de la ocupación de las mafias a través de sus actos violentos como sus asesinatos. La recuperación fue simbólica y física y tuvo detrás una gran capacidad institucional para resolver asuntos jurídicos para la recuperación de inmuebles. Se remozaron parques, jardines y calles y se desarrollaron actividades culturales en ellas para mandar el mensaje de que había desaparecido el miedo colectivo y que los lugares pertenecían a la comunidad en general. Eso hoy parece una solución común, pero en su momento fue una innovación.

La recuperación física de los espacios públicos fue acompañada de círculos de seguridad en comunidades escolares para hablar de las mafias, de cómo estas se presentaban de manera atractiva a las y los niños y jóvenes y sus consecuencias en los hogares. Fue necesario erradicar la idea de que pertenecer a una mafia era un acto heroico y único para ser reconocido o reconocida. Esto implicó cambiar la percepción negativa de Sicilia como el hogar de la mafia y valorar sus raíces históricas.

Actualmente el modelo de Palermo es parte del acervo de buenas prácticas en seguridad ciudadana de la ONU. Después de ser alcalde, Leoluca Orlando fundó el Instituto para el Renacimiento Siciliano. 

Texto y fotografía: Carmen Contreras

*Directora de Perspectivas de IG y Consultora en Desarrollo Urbano con Perspectiva de Género

@Utopia_Urbana

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