Por Rosalba González Loyde
Cuando escribía mi tesis de Maestría hacía una rememoración, totalmente subjetiva, sobre mi visión de la ciudad en la década de los noventa. Subjetiva porque lo que recuerdo en gran medida son las calles llenas de chismes de barrio chico –aunque en términos espaciales y de población no lo era- de Ciudad Nezahualcóyotl y el barrio bajo de Tlalpan, al sur de la ciudad, donde vivía mi abuela. Recuerdo los eternos viajes de poco más de una hora de Neza a Tlalpan en Metro, los días sin salir a deportes por la contingencia ambiental y las preocupaciones de mi papá por la inseguridad en las calles. Es decir, mi idea de ciudad era limitada, porque además de eso y las visitas al centro histórico y Chapultepec, no había otro sitio que mi familia y yo frecuentáramos. Pese a ello, esa idea no distaba mucho de la realidad de gran parte de la ciudad.
La década de los años ochenta y noventa la ciudad se encontraba en punto de ebullición, las crisis económicas habían convertido a la gran urbe en un peligro; los términos desempleo, crisis, asaltos y secuestro exprés eran vocablos que inundaban las pláticas de café y los titulares de los noticieros y diarios.
Por entonces papá, arquitecto, se quedó sin trabajo y el local, donde mamá vendía juguetes en el mercado de la Romero, había ido a la quiebra. Lo que, evidentemente, había dejado desolados a mi hermano y a mí que éramos testeadores de lo que compraban para el local. La economía familiar, por supuesto, estaba peor. Coincidió todo con la crisis económica del 94, el cambio de moneda de los miles a los nuevos pesos, el TLCAN y la crisis interna del PRI.
Tal escenario había sido caldo de cultivo para provocar un cambio radical en la forma de gobierno de la ciudad. Por fin, en 1997, la ciudad podía elegir a su gobernante de forma democrática y fue entonces que las cosas cambiaron. Sin hacer oda a la izquierda mexicana, es necesario reconocer que la ciudad desde entonces ha manifestado un cambio –estructural y simbólico- importante, y ha sido antecedente de trasformaciones progresistas para el país y América Latina.
Sin embargo, después de dos décadas, el ímpetu progresista ha ido guardando distancia. Ya algunas intervenciones en la ciudad daban vistas de incongruencias sobre la idea de desarrollo; quizá el primer gran error fue el segundo piso del periférico. Pero esas incongruencias han ido en crecimiento en los últimos años y han visibilizado algo que, desde antes de este periodo era evidente, pero hoy es más crítico: la segregación institucional de la ciudad.
Las políticas públicas se han convertido en el cliché de la renovación urbana ad infinitum de las zonas turísticas y financieras de la ciudad, eso que el extranjero conoce como Ciudad de México. El Centro Histórico y Reforma es donde las calles se convirtieron en una especie de palimpsesto, en donde es irreconocible de qué periodo gubernamental fue tal intervención, por lo que el siguiente tratará de dejar el sello cual obra de autor, de tal forma que sea factible preguntarse, ¿esta banqueta es un Ebrard o un Mancera?
Distribución de los proyectos de intervención y rehabilitación urbana en espacios públicos realizados por la Autoridad del Espacio Público, CDMX entre 2010 y 2014. Elaboración propia, cartografía Google Earth con información del sitio web de la AEP, 2016.
Al mismo tiempo, la zona oriente y la más habitada de la ciudad es olvidada (Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza, Iztacalco e Iztapalapa concentran más del 40% de la población de la capital). La zona donde las lluvias provocan inundaciones y, paradójicamente, hay una seria problemática de acceso al agua. La subregión –dadas las dimensiones espaciales y demográficas- donde el índice de años de escolaridad es menor al promedio de la ciudad y donde el acceso a servicios educativos, de salud y de entretenimiento son considerablemente más bajos. Así, mientras la red de Ecobici crecía en la zona centro-poniente de la ciudad –todavía la contiene el Circuito Interior-, la otra zona de la ciudad -la otra ciudad- vivía la expansión de uno de los aeropuertos más importantes de América Latina (la creación de la T2, 2008) y con ello no veía venir ningún beneficio.
La ventana del país está en esta ciudad y los cambios gestados aquí serán más atractivos y visibles para el currículum de los personajes de la vida política. El gobierno de la Ciudad de México así logró convertirse en una excelente plataforma para los candidatos y para aquellos con deseo de continuar su carrera política y promover a su partido. Así las políticas públicas en la ciudad se convirtieron en una tarjeta de presentación para políticos y partidos; en ese camino se olvidaron de su principal objetivo: proveer de una mejor calidad de vida a todos –o la mayoría de- sus gobernados.
Rosalba González Loyde. Profesora de Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y de la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Candidata a Maestra en Desarrollo Urbano por la Universidad Católica de Chile, licenciada en Comunicación por la UNAM. Ha publicado en diferentes medios entre los que destacan la revista internacional de arquitectura Arquine y la revista Planeo del Instituto de Estudios Urbanos de la UC (Chile). Formó parte del colectivo Proyector con el que gestionó la muestra ‘Ciudad educadora’ (2014) en Casa del Lago.
Twitter: @LaManchaGris_