Un diagnóstico de Sedatu apunta a que el deterioro económico de las unidades habitacionales está ligado a la escasa participación vecinal, pero los pequeños ciudadanos hacen propuestas que aportan soluciones a la problemática
En la Ciudad de México existen 8 mil complejos habitacionales donde habitan más de 3 millones y medio de personas. Según datos de la Procuraduría Social del Gobierno del Distrito Federal (Prosoc), durante 2013 y 2014, se registraron 7 mil 169 quejas condominales relacionadas con falta de mantenimiento, donde se muestra que los habitantes de 7 de cada 10 unidades no están al corriente en sus cuotas de mantenimiento, en tanto que 6 de cada 10 unidades, ya rebasaron su periodo de vida útil y 2 de cada 10, sufren un severo deterioro.
Dentro del Diagnóstico “Programa de Reordenamiento y Rescate de Unidades Habitacionales”, elaborado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) en Junio 2014, se señala que una administración no profesionalizada y una escasa cultura condominal, deriva en una serie de problemas tales como inadecuadas relaciones sociales, abandono de viviendas y afectación de la imagen, uso y funcionalidad del espacio común, culminando en una pérdida de identidad condominal, falta de sentido de pertenencia, y condiciones de inseguridad urbana.
En entrevista con Centro Urbano, Miriam Viridiana Rosas García y Jaqueline Gutiérrez Sotelo, integrantes de Casa y Ciudad, A.C. nos hablan sobre una alternativa que aborda un proyecto de gestión social realizada con niños y jóvenes de 3 a 18 años, las cuáles proponen estrategias y reglas para una sana convivencia en conjuntos habitacionales.
“El proyecto fue vincular la visión de los condóminos para una visión incluyente y se trabajó con parejas jóvenes de 20 años en adelante y adultos mayores, pero al trabajar, se detectó que había niños y jóvenes que eran acompañantes y se decidió trabajar con ellos con un objetivo formativo que tuviera un alcance”, afirma Rosas García.
Es cuando se inicia la integración de un trabajo en una unidad de la delegación Azcapotzalco, en el pueblo San Juan Tlihuaca, un conjunto habitacional de 4 torres con 76 viviendas, que no cuenta con áreas verdes y donde se trabajó con una población infantil de 50 niños.
“Nos dimos cuenta que los niños tienen conciencia y realidad de las problemáticas. Ellos llegaron a vivir a un conjunto habitacional donde casi no hay espacios, que tienen más pasillos y rejas, donde había mucha gente y vieron la forma de cómo asimilarlo”, comenta la también pedagoga.
Entrevistadas de manera conjunta en el marco del Segundo Congreso Nacional de Vivienda, organizado por la Facultad de Arquitectura de la UNAM, detallaron el trabajo para reglamentar el espacio vecinal.
“Al tener esta respuesta de los niños vimos la necesidad de generar una propuesta de reglamento junto con los representantes de las familias que llevan la gestión del inmueble. Llegaron grupos de 16 a 20 niños y armamos grupos de edad, y adecuamos una metodología de trabajo con materiales didácticos adecuados”.
Por su parte, Jaqueline Gutiérrez, socióloga y maestra en Planeación Urbana de la organización, detalló que la Procuraduría Social del Gobierno del Distrito Federal trabaja en el tema, pero desde una perspectiva limitada.
“La Prosoc sí trata de regular ésta sana convivencia, sin embargo, sólo se dirige a la población adulta; en el decálogo de Prosoc no se considera la población infantil. Ve sólo los derechos”.
Es cuando los niños empiezan a realizar una serie de propuestas basadas en las viviencias familiares. “Proponen la realización de talleres y nos damos cuenta que ellos traen esta idea de sana convivencia, cuidado del medio ambiente, preocupación por el otro, es decir, vimos una visión a futuro.
“Es cuando se crea un comité infantil, que da seguimiento y velan porque sus propuestas se lleven a cabo. Es una figura que propone e incluye dentro del propio comité de administración de la unidad. Los adultos entonces se mostraron sorprendidos porque traían ideas que nadie pensaba”, afirmó Gutiérrez.
Aseveraron que los niños en principio propusieron canchas para jugar básquetbol, béisbol y fútbol, pero dadas las condiciones de poco espacio, vieron la forma de habilitar uno. “Entonces elaboran un reglamento para el uso del salón de usos múltiples, proponen no utilizar en los pasillos patines, no invadir espacios, ni poner triciclos y realizan propuestas de talleres de danza, pintura, zumba, talleres para papás para que aprendan a peinar a sus hijos, entre otros”.
Incluso, hicieron propuestas para reutilizar mobiliario de los propios inquilinos. “Es interesante. Piden una cooperación para tener mobiliario para el salón, pero además, dicen a los papás: “Ustedes tienen muebles que no utilizan, ¿por qué no los donan?, den libros y sillas y así conformamos el salón”.
Afirmó que también propusieron tener una zona WiFi, solo que al realizarse una asamblea con todos los vecinos, vieron que representaba un gasto y lo desecharon, pero en cambio, propusieron espacios en los cajones de estacionamiento para colocar bicicletas; una capacitación en protección civil, ya que argumentaron que como los padres están todo el día trabajando, los niños tienen que saber el manejo de extinguidores en caso de una contingencia.
Alternativa de trabajo comunitario
En cuanto a las sanciones, los menores propusieron que en lugar de sanciones económicas, los adultos paguen con trabajo comunitario. “Revisando el reglamento de los adultos vieron que hay sanciones, pero ellos dicen “¿por qué no mejor hacen trabajo social?”, de ahí esa trascendencia de lo que ven en el entorno familiar. Todavía no hay en los adultos una conciencia del bien común, sino la sanción, en cambio los niños dicen ‘hay que asumir una consecuencia, para realizar esa labor’”.
Aseveraron que ya hay otras organizaciones que se han acercado a pedir esta capacitación para lograr el régimen condominal en otros conjuntos, y que su objetivo es que la gente conozca sus derechos y deberes como condóminos y que esto se sume a la obligación del Instituto de Vivienda del Distrito Federal (Invi) para impulsar un buen régimen vecinal y de funcionamiento.
“Internamente hicimos este primer ejercicio entre arquitectos, con la parte social y pedagogía, pero el antecedente fue mostrar un manual de mantenimiento ante el Invi, con la intención de decirle al instituto que auspicie más la realización de estos talleres”, afirman.
Dijeron que en Invi, por su parte, lo ha apoyado llevando talleres de escrituración, propuestas para reglamentar horarios de fiestas, entre otros temas, pero que es necesario trabajar más en el reglamento para unidades habitacionales, que data de 2003 y que es necesario actualizar.
“Vivir en un conjunto habitacional es tener relaciones vecinales complejas; hay que considerar esta aportación, porque si queremos un cambio generacional verdadero y debemos considerarlos como ciudadanos. No hay que desaprovechar esta visión de inclusión, de tolerancia y respeto. Estas generaciones van a tomar a futuro el conjunto habitacional y van a ser los ciudadanos que van a vivir, sufrir o gozar esta ciudad”, finalizó Jaqueline Gutiérrez.