Por Román Meyer Falcón*
Cuando entre grupos de constructores, arquitectas y arquitectos hablamos de un edificio nuevo, siempre nos referimos a algo llamado programa arquitectónico. Antes de que exista cualquier diseño, éste es un listado de espacios que necesita el futuro proyecto. Así, una casa requiere, por ejemplo, entre otros espacios, de recámaras, baños y una cocina, mientras que un hospital hace uso de habitaciones, quirófanos, laboratorios y vestíbulos.
Para la nueva sede del Archivo General Agrario (AGA), que actualmente se construye en el número 92 de la céntrica Avenida Juárez de la Ciudad de México, el problema del programa de necesidades representó un reto a resolver con asesorías y paciencia. Desde que inició el sexenio, fue prioridad del Presidente López Obrador que se mejoraran las condiciones físicas y de operación de este archivo, que con 44 kilómetros lineales de documentos es el segundo más grande del país.
Como el archivo estaba disperso por la Ciudad de México, lo primero que era importante resolver era la ubicación y el tamaño que tendrían las zonas de resguardo, atención y consulta de los documentos albergados. Esto implicaba considerar las áreas óptimas de conservación y trabajo. Así, nos dimos a la tarea de realizar entrevistas con los usuarios del archivo y con los funcionarios públicos que lo atienden y administran.
Gracias a ellas, pronto fue evidente que los funcionarios públicos que dan atención a los trámites de comuneros y ejidatarios, que tan solo en este sexenio rondaron el millón y medio de solicitudes, debían de estar próximas a los documentos. Parecería lógico, pero así no funcionaban las cosas. De esta forma, surgió la idea de que lo segundo que había que tomar en cuenta para el programa del AGA era la proximidad que debían guardar las instalaciones del Registro Agrario Nacional (RAN) con respecto a sus acervos. Se determinó entonces que las nuevas oficinas del RAN estarían ubicadas a un costado de las áreas de conservación, resguardo y consulta de la memoria histórica que alberga.
Por último, era importante tomar en cuenta que éste es un archivo vivo, por lo que no debía servir tan sólo como un mero espacio de consulta y oficinas. Dada su posición geográfica, en la esquina de la Avenida Juárez y el Paseo de la Reforma —uno de los sitios de mayor relevancia histórica en el espacio de la urbe— el proyecto ofrecía la posibilidad de integrar espacios que sirvieran como áreas de difusión y enseñanza para el público general. En ellas, quienes visiten el archivo aprenderán sobre la importancia de la política agraria nacional, que al día de hoy atiende los problemas relacionados al campo.
Así, la tercera consideración para realizar el programa arquitectónico de la nueva sede del AGA fue la inclusión de un museo, un jardín botánico y una gran plaza pública para recibir a la población. Con estas áreas de acceso abierto al público se busca responder al entorno en el que se desplanta el AGA. Próximo a la Alameda Central, éste cuenta con múltiples espacios expositivos, áreas verdes y zonas recreativas a las que la nueva sede del archivo busca unirse con brío.
Mención especial debe hacerse tanto del jardín botánico como de la gran plaza pública. Con respecto al primero, éste servirá como un repositorio de especies de todo el país, en el centro de la capital mexicana. En un ejercicio de exponer la diversidad de paisajes, climas y flora que se encuentran presentes en territorio nacional, el jardín contará con un servicio de visitas guiadas y pedagogía pública, en la que las familias podrán aprender del territorio que les rodea.
Por su parte, la gran plaza del exterior también está considerada un nuevo elemento urbano para la zona. Antaño una esquina abandonada y en mal estado, la nueva sede del AGA recupera la vocación de tránsito de la zona para ofrecer un enorme vestíbulo público que conecta con las calles, barrios y vida cultural de los alrededores. Bien iluminada, la plaza será accesible universalmente, subrayando su carácter de nuevo espacio público para la ciudad.
La construcción de la nueva sede del Archivo General Agrario representa un hito en la modernización de los espacios públicos en México. Al combinar la eficiencia operativa con un enfoque inclusivo hacia la comunidad, este edificio no solo servirá como un resguardo del patrimonio documental, sino también como un lugar de encuentro, educación y esparcimiento para la sociedad en su conjunto.
La incorporación de un jardín botánico, un museo y una plaza pública subraya el compromiso de transformar un espacio histórico en un nuevo centro de vida cultural y social, revitalizando así una de las zonas más emblemáticas de la Ciudad de México.