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Tiempo para reinventarse

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Por Gustavo López Padilla*

Desde los tiempos de las reflexiones filosóficas de los pensadores griegos, que se remontan hasta los años quinientos antes de la era cristiana, los seres humanos hemos estado conscientes, de que el cambio es una de las condiciones esenciales que caracterizan el proceso continuo de nuestras vidas. Y como parte de lo anterior, también las crisis que ponen a prueba los valores que representan cada período, forman parte del proceso mencionado. De hecho cada tiempo de crisis, en el que se ponen en duda los valores que dan sentido a cada tramo histórico, ha demostrado ser necesario e inevitable, como condición que ha permitido la evolución, en todos los sentidos, de los seres humanos. En los tiempos de crisis, se ponen a prueba los órdenes de valores que califican la experiencia humana, se cambia el rumbo de la historia, se enriquecen y diversifican las ideas  que orientan el curso continuo  de la vida.

No hay duda que en los complejos tiempos actuales, vivimos, transitamos por uno de estos períodos de crisis y su consecuencia de cambios,  implicando en su conjunto a la filosofía, la ciencia, la política, la economía, la cultura y desde luego las relaciones sociales. Hoy en día están puestos en duda y a revisión los valores con los cuales se pretende dar sentido a la vida, surgen además nuevas y diversificadas modalidades para acercarse al conocimiento. La ciencia actual ha logrado importantes avances en lo que tiene que ver con las comunicaciones, con la salud en general, están presentes la inteligencia artificial, la biotecnología, la robótica y los desarrollos impresionantes en genética, abriendo nuevas posibilidades de formas de vida, incluyendo mayores permanencias en el tiempo y en contrapartida padecemos los efectos de un desarrollo desmedido y equivocado en muchas ciudades, afectando negativamente a la naturaleza, hasta límites que se acercan a lo fatal e irreversible para la supervivencia de los seres humanos. Los sistemas y representaciones políticas se muestran gastados, contradictorios, evidenciando grandes dificultades para ser eficientes, operativos y representar verdaderamente los intereses de las comunidades sociales. A lo largo de los últimos años la economía ha dejado ver desajustes importantes, en donde impera sobre todo el egoísmo humano, que  cuida preferentemente los intereses de unos cuantos, pareciendo ser esto una barrera infranqueable, acentuando desigualdades, con posibilidades de mejoras en el horizonte poco alentadoras, para lograr que los grupos mayoritarios en el mundo puedan disfrutar mejores condiciones de vida. En lo que tiene que ver con la cultura en general, ha habido movimientos importantes de resistencia, que contrarios a la globalización, tratan de reivindicar lo que tiene que ver con las localidades. Así las cosas, crisis, crisis y mas crisis conforman un panorama generalizado que nos abruma hoy en día.

Si partimos de la idea de que podemos entender a la arquitectura como la expresión construida de los valores de la vida y el conjunto de la vida atraviesa por un periodo de transición y crisis, luego entonces esto último repercute necesaria y directamente en las maneras de entender, vivir y ejercer la arquitectura. A las variantes de crisis vitales comentadas líneas arriba, tenemos que sumar además los efectos adversos del difícil transito referido a la pandemia del Covid 19 y de la cual todavía no acabamos de salir plenamente y los expertos consideran que esta enfermedad llegó para quedarse y necesitamos aprender a convivir con ella, aunque sus graves efectos hayan disminuido. Luego entonces, como arquitectos, formando parte de la sociedad,  vivimos tiempos en los que resulta necesario reinventarse. De inicio tenemos que partir de los efectos negativos en los últimos años, que tienen que ver con en el desarrollo de la economía mundial, sumando a ello como ya se ha comentado,  lo que tiene que ver con las implicaciones del Covid en la misma economía, lo que ha resultado en una disminución sensible en las oportunidades de trabajo y en las que existen actualmente, también hay que considerar límites mas acotados en las inversiones posibles de proyectos. Lo anterior nos lleva a plantear que en los proyectos en los cuales podamos estar involucrados, debemos desarrollarlos con mayor consciencia, racionalidad y eficiencia, sin que esto signifique limitaciones de carácter creativo.

La cotidianeidad de la vida ha cambiado en los últimos años y con ello las maneras de cómo vivimos o debiéramos vivir en nuestras casas, han cambiado las formas operativas de cómo trabajamos, nos divertimos, nos transportamos, nos educamos y como se resuelven nuestros problemas de salud. En lo que tiene que ver con el trabajo, debemos valorar las posibilidades de combinaciones, realidades operativas y de relaciones humanas,  que implican el trabajo a distancia y el presencial. Además, se ha valorado puntualmente la necesidad de que en nuestras vidas se establezcan mas y mejores relaciones entre los espacios interiores, públicos y privados y los espacios abiertos de ser posible verdes, en variaciones diversas que impliquen desde  el ámbito de las ciudades, hasta los espacios particulares de las viviendas, el trabajo y la educación, en donde se prioriza la búsqueda de la salud, el equilibrio y mejora de las conductas sociales. En todo lo anterior juega un papel importante el problema del calentamiento global, que debemos enfrentar urgentemente con decisión, inteligencia, aplicación de lo mejor de la ciencia, voluntad política y social. El tiempo se ha agotado y el cambio de nuestras maneras de utilizar la energía y relacionarnos con la naturaleza tienen que cambiar necesariamente, orientándonos a restablecer equilibrios a nivel mundial, si queremos conservar las condiciones de vida en nuestro planeta, tal y como las conocemos actualmente.

La inminente presencia de la inteligencia artificial ha comenzado a tener impactos importantes en la vida de todos nosotros, con cambios que todavía estamos visualizando. Tenemos que acercarnos y conocer de la mejor manera esta IA, para poder considerarla una herramienta que mejore nuestras vidas y no se convierta, al contrario, en una amenaza que limite y deteriore nuestras calidades de vida en todos los sentidos, desde la educación, pasando por el trabajo y nuestras relaciones sociales. El hombre tiene que pensar en acciones que procuren el bienestar del hombre y en ello todos somos corresponsables. En esto los jóvenes, que representan una buena parte del presente y el futuro, con sus visiones frescas e innovadoras  juegan un papel fundamental. Tenemos que estar cerca de ellos y comprender las maneras de cómo ven, entienden y enfrentan la vida.

Como arquitectos no somos ajenos a toda esta nueva realidad de crisis, en la que los cambios palpables en las maneras de la vida cotidiana, están abriendo nuevos rumbos de desarrollo para las ciudades, la arquitectura y de los cuales podemos y debemos ser autores y actores. Tenemos que reinventar y diversificar nuestras maneras de generar oportunidades de trabajo. Tenemos que reinventar nuestras maneras de entender, pensar y enfrentar los proyectos que nos sean encomendados, pensando siempre en las ciudades y la arquitectura como oportunidades en las que  ejerciendo nuestra profesión, podamos ser útiles, ayudando a resolver problemas de habitabilidad para la gente. Tenemos que replantear nuestras modalidades de trabajo, incluyendo posibilidades diversas  a distancia y presenciales. Creo que no es sano y prudente limitar las relaciones humanas, cercanas, personales, que nos permiten desde enriquecer, diversificar  y volver amable la vida cotidiana, hasta poder pensar y tomar mejores decisiones colectivamente, en relación con nuestros proyectos. Tenemos que actualizarnos consciente y constantemente en relación con la ciencia y el conocimiento, incentivar un espíritu de experimentación en todos los sentidos, intelectual, proyectual y constructivo. Tenemos que reanimar nuestras capacidades creativas, ampliar nuestros horizontes compositivos, estar cerca de los jóvenes e imaginar nuevas visiones de presente y futuro. Son tiempos para reinventarse, si no lo hacemos, estamos condenados al rezago, al aislamiento y posiblemente al olvido. Hay que reinventarse, pero sin perder lo valioso de la memoria.

Nota: Las imágenes que acompañan las presentes reflexiones, corresponden con el Taller de Sánchez Arquitectos y Asociados.


*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com

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Columnista invitado


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