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UNAM usó técnica de espectroscópica para restaurar El Caballito

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Se determinó que la escultura estaba compuesta en 90% por cobre, así como de plomo, zinc y estaño

José Luis Ruvalcaba Sil, coordinador del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (Lancic), explicó cuál fue la participación que tuvieron en la restauración de la estatua ecuestre de Carlos IV, cuya superficie fue dañada hace cuatro años por formas inadecuadas de mantenimiento.

El académico del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) detalló que se usaron equipos sofisticados de tecnología espectroscópica, analizaron los componentes metálicos de la escultura para formular un diagnóstico y así contribuir a su restauración.

“Los equipos portátiles del Lancic, especializados en técnicas no invasivas, más la experiencia del grupo de investigadores, fueron fundamentales para su restauración. En la primera etapa de trabajo, durante 2014, encontramos que la composición era básicamente de cobre en 90%, el resto de otros elementos, como plomo, zinc y estaño en pequeñas cantidades, distribuidos de manera heterogénea”.

Dicho hallazgo fue relevante, ya que la composición no correspondía a la aleación de bronce, resultado de la mezcla del cobre con otros elementos, que se esperaba a partir de información histórica. También se encontraron residuos de pintura y cera de candelilla en la superficie.

“Fue un trabajo complicado; la primera etapa se hizo con los equipos portátiles en seis días, mientras lo permitía la lluvia y la luz del día. El esfuerzo de investigadores y estudiantes fue agotador, pero exitoso”.

Después, la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) reiteró la invitación para continuar en el proyecto, por lo que hicieron un estudio sobre las calas, es decir, toma de muestras no invasivas, para conocer los materiales originales mediante microscopía óptica y espectroscopía de rayos X.

La Universidad explicó que se utilizó una técnica de medición de la luz llamada espectroscopía de reflectancia, que permite averiguar la naturaleza de los recubrimientos, en particular de la capa que, de acuerdo con Alejandro de Humboldt, era verde, aunque “no se pudo determinar con exactitud la composición del recubrimiento que le dio Tolsá a la escultura en 1803, pues no hay suficientes elementos”, reconoció el investigador.

La estatua fue restaurada por personal especializado del INAH a partir de los análisis de los laboratorios de la misma institución y de las otras que colaboraron.

“En cuanto al Lancic, la contribución consistió en aplicar la experiencia del personal y el uso de los equipos portátiles y estudios de laboratorio, únicos en México, con capacidad de hacer análisis in situ de forma no destructiva.

“Sabemos de la importancia de la escultura, por lo que se debía hacer lo imposible por recuperarla. Es una de las estatuas más grande del mundo. Su peso, de seis toneladas, implica un complejo proceso de su fundición”, dijo Ruvalcaba.

Actualmente, el Lancic está integrado por cinco entidades: los institutos de Física, de Química y de Investigaciones Estéticas de la UNAM; además del Laboratorio de microscopía del ININ en Salazar, Estado de México, y el Centro de Investigaciones en Corrosión de la Universidad Autónoma de Campeche.

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Diego Rodríguez

Egresado de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la carrera en Comunicación, con especialidad en medios escritos. Reportero del desaparecido periódico Nuestro México, en donde cubrió las fuentes delegacionales y Asamblea Legislativa. También trabajó en la Coordinación de Comunicación Social en la delegación Álvaro Obregón. Le gusta leer novelas y cuentos.


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