No hay que darle muchas vueltas… O somos pésimos planificando ciudades y regiones, o lo somos llevando a la práctica esta planeación.
Y aunque sooooobran ejemplos al respecto, hablemos hoy del fracaso ligado a la falta de planeación, ejecución o gestión, de lo que debieran ser boyantes destinos turísticos.
La semana pasada tuve que viajar a Puerto Vallarta, lugar que conozco poco, pero que siempre he ubicado entre los principales destinos turísticos de México.
Terrible experiencia…. No lo sabía, pero el nivel de conectividad vía aérea de este paraíso es infame. Tan infame que tuve que volar de la ciudad de México a Tepic, para seguir por carretera en un recorrido de casi tres horas…
Mi plan era quedarme tres días en Puerto Vallarta… que se redujeron a uno, porque no había vuelos, y tuve que regresar en el único que encontré volando directo…
No fue fácil… Menos aún para otros asistentes al evento que venían de otros lugares del país.
Pobre Puerto Vallarta, que en este caso tomo como muestra de un fenómeno recurrente en nuestro país; la falta de proyecto regional y, lo que en lo cotidiano es más grave, la falta de infraestructura de todo tipo para hacer realidad las vocaciones que pretendemos dar a nuestras ciudades.
Por una extraña razón en México no hemos querido planear… Y por una aún más extraña, no hemos asumido el hecho de que las vocaciones regionales o urbanas, planeadas o no, solo se logran cuando se complementan con inversión en las infraestructuras requeridas.
Si no completamos el círculo virtuoso proyecto, planeación, regulación, inversión y gestión, estamos condenando nuestras ciudades y regiones a lo que viví en Puerto Vallarta, que para mí se desplomó de ser un destino turístico, para quedar apenas como un lugar bonito en el pacífico mexicano… Qué desperdicio.
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