Como parte de un Paquete Económico 2017 marcado a fuego por un recorte en el gasto, le metieron tijera, y se la metieron fuerte, a la partida destinada a subsidios a la vivienda, que quedó en 6,525 millones de pesos… Lejos de los 9,431 millones de pesos asignados para 2016.
De entrada, hay que entender que no había de otra; era seguir el conocido camino del endeudamiento… o apretarse el cinturón… Y lo responsable era reducir el gasto y, en consecuencia, redefinir objetivos y jerarquizar prioridades.
Al presentar el Paquete Económico, el flamante Secretario de Hacienda, José Antonio Meade, destacó que se trataba de «Un paquete en el que se incrementan de manera muy relevante las participaciones y las aportaciones, y que preserva en lo fundamental los programas que han probado ser más eficaces en el combate a la pobreza y en la reducción de carencias».
¿Qué se priorizó? Se priorizó, de acuerdo con Meade Kuribreña, el gasto en obras de infraestructura en proceso y los programas sociales de mayor impacto.
La reducción a la partida de subsidios implica, además del recorte mismo, replicar ese ejercicio de jerarquización, combinando los innegables beneficios del subsidio como motor de la economía, pero dando total prioridad al objetivo de llevar los recursos a los segmentos de población que más los necesitan, y en las modalidades que mejor responden a su rezago habitacional.
Y por supuesto, dejando por un momento de lado el aspecto social, es evidente que el recorte puede representar un severo tropiezo para el sector vivienda, en la medida en que las empresas no asuman esta nueva realidad y no hagan de inmediato ajustes en sus modelos de negocio, minimizando en lo posible su dependencia del subsidio.
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