De cómo la azotea de mi amigo se convirtió en un buen punto de partida para entender que no hay respuesta única y universal para las necesidades de vivienda de todos.
Por Horacio Urbano*
La hoy tan de moda colonia Condesa fue fundada en los primeros años del siglo XX, ocupando los terrenos de lo que fue la Hacienda de la condesa de Miravalle, de cuyo título toma el nombre.
Fue desde un principio un sistema barrial desarrollado, lo mismo en su concepto urbano, que por el estilo arquitectónico que marcó buena parte de los edificios que lo definen, a partir de conceptos y estéticas de clara influencia internacional, y con especial énfasis en lo europeo.
Un nuevo espacio urbano que, al igual que su barrio hermano, la colonia Roma, nació en la etapa final del porfiriato, pero cuajó en tiempos posrevolucionarios, como una evidente necesidad de expansión urbana, que debía, además, dar cabida a las altas clases medias resultantes del sincretismo provocado por el cruce de ambos momentos.
Y así, en muy buenas trazas urbanas, marcadas por magnífico espacio público, había casonas… Pero también edificios de no más de cinco o seis niveles, que recordaban la eficiencia de las densidades medias de las ciudades europeas, que dejaba las plantas altas para uso habitacional y, en muchos casos, las plantas bajas para uso comercial.
Con los años muchas de esas casonas desaparecieron y poco a poco han sido sustituidas por edificios que dan mejor uso al suelo y retoman el concepto de aquellos edificios de vivienda de los primeros años de la Condechi.
Uno de aquellos viejos y bonitos edificios de las primeras décadas del siglo XX, fue y sigue siendo propiedad de la familia de un querido amigo mío, que desde un principio decidió comprarlo y mantenerlo con fines patrimoniales, destinando sus espacios, comerciales y habitacionales, al mercado de rentas.
Un edificio con características muy similares a las de buena parte de los edificios de la época; cinco niveles, sin espacio para estacionamiento, planta baja de uso comercial y plantas superiores dedicadas a vivienda, bajo un esquema único para los departamentos, en el que en algo así como 90 metros cuadrados, había estancia, comedor, cocina, un baño y dos recamaras.
Algo muy común para la zona.
Muy común y muy vivible.
Y que además, como también era común en edificios de la época, aprovechaba la azotea con áreas de servicio compartidas, que básicamente consistían en lavaderos y zonas de tinacos, pero ojo, complementados, eso sí, con jaulas de tendido y cuartos de servicio para cada departamento.
Cuartos de servicio pensados originalmente para alojar a la servidumbre.
Es decir, cada departamento tenía su espacio privado, teniendo además en la azotea una zona común de servicio, más un espacio privativo dividido en esa jaula de tendido y ese cuarto de servicio.
Lo usual.
Lo usual, aunque hay que decir que con el paso del tiempo fue decayendo el nivel de uso que se daba a esas jaulas de tendido y esos cuartos de servicio, que en muchos casos acabaron convertidos en cuartos de trebejos, que nadie usaba, ni daba mantenimiento.
Y es que la vida moderna ha implicado que menos gente tenga servidumbre, o que la tenga 24×7, lo que hace innecesario destinar una habitación para hospedarlos.
Un buen día, hace no muchos años, mi amigo visitó el edificio de marras y, al visitar la azotea, tuvo una clara epifanía… “¿No habría forma de dar mejor uso a esos espacios de azotea?”.
Muy obvio, pero al parecer no tanto, dado que nadie lo había hecho.
Pero él lo tomó muy en serio y tomó medidas para recuperar esos espacios, lo que resultó muy fácil cuando se trataba de nuevos inquilinos, a los que sencillamente ya les rentaba sin ellos, pero que implicaba ajustes al momento de renovar los contratos de renta de sus inquilinos y plantear los nuevos reglamentos que marcaban la forma de vida en aquel edificio.
Pero como dirían los clásicos, “el hijo de perra lo logró”… Y de pronto ya había recuperado el control de los espacios de azotea, de un edificio que en su nuevo reglamento señalaba que eran espacios independientes.
Tan independientes que duplicaba el número de viviendas que ofrecía en renta, con la salvedad de que la mitad eran departamentos “grandotes” convencionales, y la otra mitad, departamentos “Petit”, que básicamente eran habitaciones con baño, que, y esto es muy importante, compartían un espacio común techado con una cubierta ligera, que había sido acondicionado para ofrecer cocina, estancia, comedor, zona de lavado y hasta un muy coqueto espacio para hacer ejercicio.
Y recuerden; en todos los casos, depas grandes o petit, no tienen estacionamiento…
Total que se armó un magnífico piso de lo que hoy llamaríamos coliving, pensado no para residentes por corta estancia, sino para quienes tomaban contratos por los plazos convencionales de un año.
Claro que habrá quién diga que son cuartos de azotea chiquititos que quieren hacer pasar por viviendas, manteniendo hacinados y en la precariedad a sus precarizados inquilinos.
Pero no. La realidad es que esos espacios son respuesta perfecta a las necesidades muy específicas de grupos igual de específicos de población. Solteros que por algún motivo requieren vivir solos y necesitan ante todo una buena ubicación.
Solteros que funcionan perfectamente compartiendo ciertos espacios, que de otra forma, implicarían alzas en sus costos de renta que muy probablemente no podrían pagar o no quisieran hacerlo.
Solteros que no necesitan una vivienda convencional de dos habitaciones y están más que dispuestos a sacrificar metros cuadrados si eso les permite tener mejor ubicación.
Y es así que la azotea de mi amigo es un buen punto de partida para entender que no hay respuesta única y universal para las necesidades de vivienda de todos, y asumir el reto de profundizar en el análisis de soluciones que den respuesta a las diferentes vertientes del reto habitacional.
Porque el reto habitacional tiene muchas caras y todas merecen respuestas específicas…
Y se requieren muchas viviendas convencionales… Pero se requieren también muchas otras que respondan a las particularidades de cada persona o grupo que las necesite.
Creatividad y entornos propicios para generar las diferentes viviendas y los diferentes modelos de ocupación que la gente requiere.
Sector inmobiliario de fiesta
El segundo semestre siempre es el de mejor desempeño para el sector inmobiliario, por eso no sorprende que sea tiempo en que se lleven a cabo algunos de sus eventos más relevantes.
Dejen les cuento.
AMPI Realty Summit; un foro regional de gran nivel y, por los temas que toca y la calidad de sus contenidos, con alcance nacional, que organiza AMPI Tijuana el ya muy próximo miércoles 6 de septiembre. Obvio, la sede será Tijuana.
Informes: https://ampi-realtysummit.com/
Cumbre Inmobiliaria 2023; llega uno de los eventos más relevantes del sector inmobiliario nacional, organizado por Canadevi Nuevo León y que se llevará a cabo los días 19 y 20 de septiembre, en la Sultana del Norte.
Informes: https://cumbreinmobiliarianl.com/
IX Simposio de Financiamiento a la Vivienda, ya un verdadero verdadero referente del sector, que se realizará en la Ciudad de México los próximos 21 y 22 de septiembre, bajo la organización de la poderosa Asociación de Bancos de México.
Informes: [email protected], [email protected]
Agenda apretada, pero con foros de gran nivel, que es justo lo que hace falta para dar el contexto que permita entender lo que puede venir para el sector inmobiliario.
¡Allá nos vemos!
*Horacio Urbano
Presidente de Centro Urbano