Nuevos paradigmas en el proceso de hacer vivienda y ciudad; urge contener y controlar la expansión de las manchas urbanas, y urge también ofrecer soluciones a la cada vez más compleja estructura de la demanda de vivienda.
Hay que empezar por decir que la vivienda no debe ser lo que defina la ciudad, sino la ciudad la que defina la vivienda.
Hay que decir también que sea que se hable del absurdo Derecho a la Vivienda (en otra ocasión hablaré de mi rechazo a este concepto) o de la demanda de vivienda, la solución lejos está de implicar que todos sean propietarios vía la compra de una vivienda nueva.
La ciudad, para ser eficiente, debe cumplir con muchas funciones sociales, económicas y ambientales, de las que, posiblemente, sea la fundamental atender las necesidades de vivienda de quienes las habitan.
Se trata de atender este reto habitacional al mismo tiempo que se frena la anarquía en la expansión urbana, lo que implica recuperar suelo subutilizado y redefinir vocaciones, partiendo de un proyecto de ciudad, que teniendo inevitablemente alcance regional, tome también en cuenta el papel de cada barrio.
Se trata de romper paradigmas y entender que lo sensato es tomar la densificación como instrumento de eficiencia urbana, pero también como medida que permite reducir el impacto del costo de suelo en los proyectos de vivienda para los segmentos social y medio.
Frenar expansión de mancha urbana nos daría la oportunidad de aprovechar mejor el suelo intraurbano, dosificando usos de suelo con base en un proyecto de eficiencia y equidad urbana, que combata la especulación, y al mismo tiempo considere todas las actividades que consolidan la vivienda y que definen la calidad de una estructura urbana.
Momento clave, en que veremos si vivienda y planeación urbana se convierten en parte del problema… o de la solución.
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