Por Gustavo López Padilla*
… lo extraño convertido en propio y lo propio proyectado en lo extraño; he aquí la mecánica del intercambio cultural entre las comunidades humanas.
Alberto T. Arai
Entre las reflexiones desarrolladas por el poeta mexicano Octavio Paz (1914-1998) en relación al desarrollo de la cultura nacional, en particular referidas a nuestra literatura moderna nos comenta: la literatura mexicana por muchos años fue una afluente relacionada con la literatura de la Europa central y mas vinculada todavía respecto a la literatura española, pero de los años cincuenta del siglo pasado en adelante, nuestra literatura ha adquirido personalidad propia y se ha convertido intelectual y prácticamente en un río caudaloso, siendo reconocida ya de esta manera en el mundo.
Si estas mismas ideas las trasladamos a lo que tiene que ver con la arquitectura, nosotros nos incorporamos a la modernidad, a partir de los inicios de los años veinte del siglo pasado, tomando como referencias las ideas y obras desarrolladas históricamente por los países centroeuropeos y los Estados Unidos de Norteamérica, desde la Ilustración (1715) y la Revolución Industrial (1750), hasta llegar al movimiento moderno racionalista al inicio de los años veinte del siglo pasado y nuestra arquitectura por años fue una afluente también de las ideas y las obras de los arquitectos representantes de aquellos países, pero a partir de los años cincuenta del siglo pasado, nuestra arquitectura comienza a consolidar una personalidad propia, que la ha llevado a convertirse en un referente particular importante de la arquitectura, siendo valorada en el mundo de esta manera. Nuestra arquitectura actual tiene rumbo propio.
Frontones Ciudad Universitaria 1954, proyecto de Alberto T. Arai. Ilustración Natalia González Piña.
En los libros de historia y crítica universal de la arquitectura, desarrollados inicialmente por los historiadores europeos que dieron cuenta y promovieron el movimiento racionalista, como Nikolaus Pevsner (1902-1983), Peter Collins (1920-1981), Siegfried Giedion (1888-1968) y Leonardo Benévolo (1923-2017) entre otros, nuestra arquitectura no ocupaba en principio un lugar, pasaba desapercibida, vamos parecía que no existía, pero encaminada la segunda mitad del siglo veinte, ya algunos historiadores comenzaron a valorarla, formando parte además de un gran movimiento que constituye la arquitectura latinoamericana. Es así que de afluente, vale la pena insistir, nuestra arquitectura se ha convertido también en un río caudaloso, con ideas, obras y personalidad propias.
Fuente de loa Amantes 1964, proyecto de Luís Barragán. Fotografía de Juan Ignacio del Cueto.
La arquitectura mexicana moderna, como todas las del mundo, no tiene un carácter necesariamente unitario, hoy en día es rica en variedades vitales, intelectuales, expresivas, compositivas, formales y constructivas, dando cuenta con sus obras, de una buena parte de las diferentes posibilidades de ejercer proyectualmente la arquitectura, incluyendo desde el racionalismo, pasando por el minimalismo, el high tech, la arquitectura orgánica, la arquitectura que privilegia las estructuras como los cascarones de concreto armado, el posmodernismo y algunas posibilidades de las arquitecturas complejas como el deconstructivismo.
Espacio Escultórico Reserva Ecológica de la UNAM, 1979. Goeritz, Sebastián, Felguérez, Hersua, Helen Escobedo, Federico Silva. Ilustración Rodrigo López Sanromán
Pero si bien toda obra realizada por arquitectos mexicanos, ya sea dentro del país como fuera del mismo, incluyendo en ocasiones hasta arquitectos extranjeros que realizan obras dentro de nuestro territorio, se consideran en conjunto como arquitectura mexicana, existe una alternativa en la que se realizan proyectos absolutamente contemporáneos, pero que toman en cuenta ideas, valores, historia, expresiones espaciales, formales y compositivas, que se relacionan directamente con lo que tiene que ver con nuestra cultura nacional. Hablamos de cultura nacional, incluyendo todo lo que tiene que ver desde los períodos prehispánico, colonial, la revolución mexicana y tomando en cuenta también una buena parte de lo realizado ya en la modernidad del siglo XX y lo que va del XXI. Se trata de arquitectos y obras que toman en cuenta nuestra historia, cultura y tradiciones, que reconceptualizando contemporáneamente lo anterior, realizan proyectos que forman parte de la variedad proyectual que significa la arquitectura moderna en México, pero que por sus características de resultados, en el mundo se identifican con mayor claridad como arquitectura mexicana moderna.
Museo de Antropología, 1964, proyecto de Pedro Ramírez Vázquez, Jorge Campuzano Fernández y Rafael Mijares Alcérreca. Fotografía Gustavo López Padilla.
En el conjunto de arquitectos que realizan proyectos y obras con estas últimas ideas, existe tácita o abiertamente una postura de orgullo y pertenencia a estos valores que se identifican con nuestra cultura nacional y en las expresiones espaciales, formales y constructivas de sus obras, en mayor o menor medida, existe el compromiso de ser por un lado, absolutamente modernos como muchos de los arquitectos en el mundo, pero al mismo tiempo experimentar valores que hacen que estas obras, parezcan que solo pudieron haber sido proyectadas y construidas, precisamente en nuestros lugares de origen o con los valores ya mencionados de nuestra cultura. Hablamos de criterios de universalidad, pero enraizados en otros que tienen que ver con nuestra localidad cultural. El número de arquitectos y sus obras con estas últimas características es significativo y ha sido valorado con muy diversos reconocimientos, incluyendo el Premio Pritzker otorgado a Luís Barragán (1902-1988) en el año 1980.
Colegio de México, 1976, proyecto de Teodoro González de León y Abraham Zabludovzky. Fotografía Gustavo López Padilla
A partir de las ideas anteriores, acaba de ser publicado un libro denominado Cultura Nacional y Arquitectura Mexicana, 2024, de Editorial Designio, que da cuenta pormenorizada de los arquitectos mexicanos y sus obras que forman parte de todo lo comentado previamente. Se trata de un ensayo, entendido como tal, que asume su condición de no buscar juicios de valor absolutos, cerrados, inamovibles y universales, tratándose por el contrario de valoraciones personales, perfectibles en el tiempo, que aceptan la crítica y en el que se entiende que la ¨ arquitectura es la expresión espacial construida de los valores de la vida ¨ y como tal forma parte del conjunto de la cultura, en la que se incluyen ideas relacionadas con filosofía, historia, economía, política e incluyendo como parte de la cultura: pintura, escultura, música, danza, fotografía, arte urbano y literatura, en donde el conjunto de todo lo anterior se conjuga para dar como resultado una manera particular de hacer arquitectura en nuestro país. Y vale la pena insistir, en que esta arquitectura a la que nos referimos, es una alternativa entre las varias e importantes que se practican actualmente en nuestra arquitectura mexicana actual.
Aula para la Equidad, 2010, autores profesores y alumnos del Taller Max Cetto. Fotografía Patricio Harte.
Con estos criterios de tomar en cuenta de manera importante nuestra cultura nacional, se han considerado en las reflexiones que aparecen en el libro mencionado, proyectos que forman parte de las diferentes posturas de movimientos dentro de la arquitectura universal actual, sumando además obras realizadas en contextos históricos, arquitectura participativa, arte urbano y proyectos de paisaje. Entre los arquitectos mexicanos que forman parte de las presentes reflexiones críticas, se incluyen desde los maestros que iniciaron el movimiento moderno en nuestro país, al principio de los años veinte del pasado siglo XX, hasta generaciones actuales de jóvenes arquitectos. En términos constructivos, se incluyen obras que experimentan con los mas actuales procedimientos constructivos y sus materiales correspondientes y por supuesto se suman materiales y formas constructivas tradicionales, relacionadas preferentemente con la arquitectura participativa que se realiza en las distintas comunidades del país.
Escuela Rural Productiva, 2018, proyecto de Mariana Ordóñez Grajales y Jessica Amezcua Carrera. Fotografía de Comunal Taller de Arquitectura.
Finalmente me parece importante puntualizar, que los arquitectos mexicanos que realizan los proyectos y obras actuales, además de asumir con ello las responsabilidades del compromiso político-social que implica la actividad proyectual y el respeto a los tejidos urbanos de las ciudades donde se ubican, deben tener en cuenta también el otro compromiso ineludible, de construir la propia historia documental de la arquitectura mexicana, la pasada y la actual, dejando constancia documental de lo anterior, incluyendo además valoraciones crítico-reflexivas, para reconocer las condiciones actuales de nuestra arquitectura y poder visualizar posibles derroteros de futuro. Se deberían sumar además, conjuntamente valoraciones de las historias de las arquitecturas del mundo y la construcción de ideas teóricas que pudieran visualizar renovadas corrientes del pensamiento filosófico, arquitectónico y urbano.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com