Queda claro que los pronósticos no son los mejores de cara al 2017…
Ojalá que con base en esos augurios, y al margen de toda estrategia de alcance macroeconómico, se sumen voluntades y esfuerzos para impulsar aquellos sectores productivos con capacidad de inyectar dinamismo a la economía.
Sectores como la construcción en general… y en forma mucho más específica el desarrollo inmobiliario… particularmente la vivienda.
Porque entendiendo la importancia de la construcción, es evidente que se trata de un sector altamente dependiente de la inversión pública, en tanto que una de las mayores virtudes del desarrollo inmobiliario es su baja dependencia de estos recursos.
Es simple, en el 2017 la inversión pública en desarrollo inmobiliario, vivienda incluida, no llegará a 10,000 millones de pesos, en tanto que la inversión total, proveniente fundamentalmente del ámbito privado, será superior a 700,000 millones.
Y bueno… Sobra enumerar las virtudes del desarrollo inmobiliario, pero no está de más recordar su alta generación de empleo, que consume fundamentalmente productos nacionales y que no solo no es monopólico, sino que, por el contrario, distribuye beneficios en prácticamente todas las regiones del país.
Dicho con palabras claras… En estos difíciles momentos, el desarrollo inmobiliario es un bombón… un activo que debe ser prioritario en la estrategia anticícilica con que se pretenda enfrentar un 2017 que tendrá como sello la incertidumbre…
¿Cómo blindar en lo posible esta actividad? Es simple, con acciones de gobierno y regulatorias que brinden certidumbre y permitan que la inversión privada cumpla con el papel que le corresponde.
Porque no todo es Trump, eh… hay mucho que en lo interno podemos hacer para protegernos de la tempestad…
Y bueno, les deseo de corazón felices fiestas… Nos encontramos en el 2017.
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