A unas semanas de la elección ya quedó claro: el mayor reto para el nuevo gobierno será impulsar la oferta y adquisición de vivienda social, esa, la que más se demandada en el país y permite a los mexicanos de la base de la pirámide formar un patrimonio.
El reto no es menor y se debe atender desde diferentes vertientes. Por un lado, se necesitan esquemas crediticios que faciliten a las familias acceder a una solución habitacional; pero por otro, crear las condiciones para producir la vivienda necesaria, con todo lo que esto implica, desde revisar temas del costo de la tierra hasta el precio de insumos, pasando por la eficiencia en trámites y permisos, lo que incluye el combate a la corrupción.
Y dentro de este inmenso mundo de la atención a quienes perciben bajos ingresos, aparece el reto de fomentar los mecanismos para dotar de vivienda a la población no afiliada, aquellos que no cotizan en Infonavit o Fovissste. Aquí, la dificultad del desafío se incrementa, si se considera que apenas se empezaron a explorar modelos para impulsar que quienes no se encuentran dentro del esquema tradicional, puedan comprar una vivienda nueva a través de financiamiento.
Sin duda, todo esto se resolvería si la capacidad de compra de las personas aumenta. Sin embargo, mientras eso ocurre, es necesario poner manos a la obra y encontrar ese eslabón que hace falta en la cadena.
Enrique Margain, durante la firma del convenio con Canadevi, asumía la responsabilidad que tiene la banca, y reconocía como ventana de oportunidad la atención el segmento de no afiliados; sobre todo, dijo, a aquellos que se les considera informales.
El banquero, que coordina el Comité de Crédito Hipotecario de la Asociación de Bancos de México (ABM), dio algunos visos de lo que podría interesar a la banca para ampliar su presencia en el terreno hipotecario. Entre ellos, decía, es necesario explorar alternativas que entiendan la etapa de vida en la que se encuentran las personas para diseñar un producto ad hoc.
Claro, para la banca los segmentos de bajos salarios no llaman la atención, pero habría que encontrar la forma que se conviertan en un polo de oportunidad para ellos.
En esta etapa que inicia el país, quizá valdría la pena revalorar el papel del gobierno en el impulso de la vivienda social. Si bien, hasta el momento hace presencia fuerte con la entrega de subsidio, los recursos siempre serán insuficientes para atender al gran rezago. Valdría la pena estudiar la participación directa de este ente en la construcción de vivienda social, sobre todo con mecanismos público-privados, en donde empresarios y autoridades se conviertan en socios para ofertar los productos que se requieren.
Contar con las formas para llegar a los bajos salarios y no afiliados se convertiría en un revulsivo importante para la industria. Por un lado, se atendería una demanda social de primer orden, y por otro nos pondría en la línea adecuada para incrementar la participación de la industria en relación del PIB, eso que llamaron objetivo 20/25.
Si de algo no queda duda es que el tren de la vivienda ha tomado una velocidad importante. Eso ha quedado demostrado y nadie lo discute. Hoy podemos decir que es un motor de la economía y palanca de desarrollo. El dinamismo mostrado ha sido relevante, sobre todo en segmentos medios y altos. Pero la vivienda social sigue siendo el gran pendiente.
Edgar Rosas
Editor de Vivienda