No es exageración cuando leo que las tías son como las segundas mamás, porque hacer todo por él no me causa conflicto: cuidarlo, cambiarlo, hacerle de comer, jugar en el piso aunque me ensucie, gritar con él y volver a sentirme niña a su lado es lo mejor que me ha pasado
Cuando mi hermano me dio la noticia de que sería papá sabía que nuestras vidas cambiarían para siempre. En ese momento tuve muchas emociones encontradas, por una parte recordé todos los momentos que viví junto a él durante nuestra infancia, lo cual me dio mucha nostalgia, pero por otra parte estaba tan emocionada de saber que un pedacito de él vendría a este mundo que no pude contener el llanto.
Hace dos años, para ser exactos un 18 de septiembre, nació la persona que ha llenado mi vida de un amor que no conocía, un amor incondicional que cada día crece más y más. La primera vez que lo cargué, la primera vez que tomó mi dedo con su manita, o que lo vi caminar, que lo vi reír o la primera vez que me dijo tía, son recuerdos que llevo en mi corazón para siempre.
Y sí, ser tía me ha cambiado la vida por completo, ahora cada que voy de compras sólo pienso en él, quiero regalarle el mundo entero y mi único propósito es verlo siempre feliz.
Ser tía es algo que jamás pensé que significaría tanto. Cada que escucho su voz diciéndome “tía, ven” o “tía, cárgame”, puede cambiar todo dentro de mí, pero escucharlo decir “tía, te amo”, en verdad me derrite el corazón.
Y no es exageración cuando leo que las tías son como las segundas mamás, porque hacer todo por él no me causa conflicto: cuidarlo, cambiarlo, hacerle de comer, jugar en el piso aunque me ensucie, gritar con él y volver a sentirme niña a su lado es lo mejor que me ha pasado.
Sé que mi sobrino ahora forma parte de mi vida y yo parte de él, así que no me importa que los demás digan que exagero de amor, porque en verdad quiero estar presente en cada etapa de su vida, verlo crecer y ayudarlo a convertirse en una gran persona.