Ya lo decía José José: “Amar y querer no es igual”… Pues no, qué va a ser igual… Así como no es igual necesitar y querer una vivienda, a poderla obtener
Por Horacio Urbano*
Pienso en el Príncipe de la Canción y mágicamente me aparece una cuba en la mano…
Y como no, si José José ha marcado generaciones, que en sus canciones encontraron (encontramos) un espacio de catarsis y una forma de expresión.
Y dirán que esto a qué viene, y bueno, la verdad es que a mi tampoco me queda muy claro, pero intentando entender lo que esta pasando en el mercado inmobiliario, y en particular, en el de la vivienda, encontré señales en aquella legendaria canción que nos decía que “amar y querer no es igual”.
Pensando en ello tomo mi vaso, agrego coca, bacardí y limón… Y me pongo a filosofar con base en esas referencias.
A ver… Es que en los tiempos recientes hemos visto desaparecer la producción de vivienda social (o es que pensaron que nunca íbamos a entrar en materia), y el encarecimiento de aquellas destinadas a otros segmentos del mercado, lo que ha puesto a los mexicanos contra las cuerdas en lo que respecta a la posibilidad de atender su reto habitacional y evitar que se agudice una crisis de vivienda que ya nos anda rondando y que cada vez aprieta más.
Y ojo, que esta lacerante realidad afecta lo mismo a quienes querían comprar, que a quienes buscaban rentar una vivienda. La escaces y el encarecimiento nos pega a todos.
“Amar y querer no es igual”… Pues no, qué va a ser igual… Así como no es igual necesitar y querer una vivienda, a poderla obtener.
No es igual… Y esto es cada vez mas evidente en un país en que de acuerdo con cifras oficiales, el rezago habitacional es de 8.9 millones de viviendas.
Porque claro, con ese tamaño de rezago, que afecta a mas de 30 millones de mexicanos, cabe suponer que quienes no resuelven su personal reto habitacional, no lo hacen no porque no quieran, sino porque con seguridad, quieren, pero no pueden.
Y es que de más está decir, que el rezago no constituye demanda en tanto quienes están en esa condición, no tienen las capacidades económicas para salir de esa situación.
Y esto tiene que ver con tres factores fundamentales, oferta, capacidad de pago y deseo.
Son tres factores fundamentales, que tienen que convivir en armonía, si es que se pretende modelar un sistema armónico, que en esa armonía, tenga capacidad de dar respuesta formal, oportuna y suficiente, al reto habitacional.
Tiene que haber oferta… Oferta de todos tipos, considerando lo mismo los precios, que las modalidades de financiamiento y ocupación, porque si no hay oferta de todos tipos, quienes tengan mejores capacidades económicas acabarán ocupando las viviendas que originalmente estaban pensadas para grupos de población de menores ingresos.
Porque sí… Si ahora se detona la producción de vivienda social y además no se procura que haya también producción de la de tipo medio, al no ver respuestas a su reto habitacional, las clases medias acabarán ocupando aquellas originalmente destinadas a los grupos de menores ingresos, provocando que ellos tengan que buscar respuestas lejos de las que tendrían que ser las ubicaciones óptimas para que puedan vivir.
Estaríamos viendo un claro ejemplo de debilidad de políticas públicas que se traduce en la mentada gentrificación.
Entonces queda claro; tiene que haber oferta…
Y por supuesto, el reto grande, además de garantizar la oferta, está en buscar atender las causas atendibles de la falta de oferta, resolviendo cosas como las obsolescencias y excesos normativos en materia de planeación urbana y construcción, y evitando, por ejemplo, los sobrecostos causados por la especulación con el suelo, el absurdo de que se pueda llevar 1,500 días obtener los permisos necesarios para desarrollar un proyecto de vivienda -incluso y si está vivienda es de interés social-, y la corrupción.
Cumplido ese requisito, toca ver qué pasa con el rezago y la posibilidad de convertirlo en demanda, lo que tiene que ver con el ingreso y un pobre nivel de inclusión financiera, que se traduce traduce en que millones de mexicanos no tienen acceso al crédito que necesitan para poder comprar su casa, o a las garantías, seguros y fianzas, indispensables para poderla rentar.
Pero hoy, además, la falta de oferta, el colapso en la producción de vivienda social, y el encarecimiento de la vivienda que se puede construir, enfrenta a los mexicanos a nuevos desafíos, porque las cosas están muy claras para el que quiere y no puede, ese ya está fuera de la jugada… Pero se ponen complicadas cuando la oferta disponible pierde el atractivo ante los ojos de quienes sí pueden.
Ahí sí se pone canijo… Y en ese capítulo estamos.
Porque de pronto una familia de ingresos medios se topa con que la vivienda que pueden comprar no es para nada lo que esperaban. Vamos, para una familia que gana 60,000 pesos, no suena atractiva la posibilidad de destinar 30% de ese ingreso a pagar la hipoteca de una minivivienda, o de algo de mayor tamaño, pero en una ubicación que nada tiene que ver con lo que esperaban.
Es la DESEABILIDAD de un activo inmobiliario, que se traduce en un claro desincentivo para el potencial comprador, si es que no se hace algo para lograr que las viviendas que se puedan hacer, respondan, además de a la capacidad de compra del grupo objetivo de población, a las expectativas que éste pudiera tener respecto al inmueble.
José José lo sabía… “Amar y querer no es igual”… Puedes querer una vivienda y no poderla pagar… Y eso está cabrón… Pero también puedes quererla y poderla pagar, pero no sentir atracción por la oferta que se pueda encontrar… Y eso está más cabrón.
Comper… Aquí dejo esta reflexión y procedo a hacerme cargo de mi cuba.
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