Hace unos cuantos años las viviendas aprendieron a caminar… Y caminaron…
Con pasos titubeantes al principio, que eventualmente se fueron haciendo firmes y cada vez más rápidos, las casas empezaron a caminar en sentido contrario al centro de las ciudades…
Y así, de pronto, y casi sin darnos cuenta, una casa que se vendía en un precio en una zona céntrica de cualquier ciudad, fue perdiendo ubicación con tal de mantener el precio.
Y esto que era normal, y que hoy llamamos elegantemente “gentrificación”, no es más que consecuencia natural de la falta de un proceso integral y eficiente de gestión urbana.
Un buen día nos estalló en la cara la realidad de que la mayor parte de los “habitantes” de una ciudad no pueden pagar el precio de vivir en ella y tienen que salir a nutrir las tristemente célebres ciudades dormitorio.
Se nos fueron de las manos los precios de las viviendas…
Y de pronto las viviendas dejaron de caminar y empezaron a correr en dirección contraria al centro de la ciudad.
Y aunque una visión simplista y equivocada podría concluir que esto se debe a la voracidad de los desarrolladores de inmobiliarios, el sistema financiero o los fabricantes de insumos para la construcción, la realidad que esto se debe a décadas de abandono de los procesos de planeación urbana.
Lo primero que hay que reconocer es la urgente necesidad de frenar el encarecimiento de las viviendas y sumar fuerzas para desarrollar estrategias que permitan atender la demanda habitacional de todos los segmentos de población.
Yo por lo pronto, y sin ánimo de intrigar, voy a compartir una receta infalible para bajar los precios de las viviendas…
Empecemos por reconocer que esos precios son resultado de una estructura de costos en que los márgenes de los desarrolladores han bajado y están más que acotados, tan acotados como los costos de construcción y financieros, y donde los aspectos de mayor impacto, y que en principio habría que atacar, son: la falta de actualización de instrumentos de planeación urbana tan relevantes como los planes de uso de suelo; los altos costos de permisos, infraestructuras y servicios públicos… Y la corrupción.
Porque el hecho es que esencialmente costaría lo mismo construir una vivienda en cualquier lugar del país… La diferencia la marcan los costos del suelo, relacionados con lo que en ellos se pueda construir; los costos de una larga lista de permisos y trámites; los costos de hacer obritas u obrotas relacionadas con infraestructuras y servicios, que en esencia no debieran ser responsabilidad del desarrollador, y los moches… Una muy larga lista de moches que aplican lo mismo para quienes quieren hacer algo chueco, que para quienes hacen todo conforme a la ley, pero deben aceitar la maquinaria y las buenas voluntades de un montón de funcionarios de todos los niveles.
Bajar los precios de las viviendas en verdad no es tan difícil. Y en esencia, tendría que ser más barato y más sencillo que desarrollar una serie de instrumentos encaminados a que la gente pueda comprar viviendas absurdamente encarecidas.
Dejo ahí la receta…
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