Aún falta definir las dimensiones exactas de varias edificaciones que están bajo construcciones actuales
El arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, en colaboración con el arquitecto Luis Rosey Bermúdez, trabajan en la reconstrucción tridimensional de algunos de las edificaciones del Recinto Sagrado tenochca, en las cercanías de las ruinas del ‘Templo Mayor’, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.
Dichos trabajos son parte del Programa de Arqueología Urbana (PAU), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), mediante información confirmada a través de exploración y la excavación parcial de varias edificaciones, como Huei Tzompantli, el Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl y el Calmécac, la ciudad mexica resurge, aunque con el apoyo de programas computacionales.
“El arquitecto Ignacio Marquina hizo una maqueta muy cercana a la conformación del Recinto Sagrado de Tenochtitlan en los años 60, pero la excavación arqueológica permite ahora ser aún más precisos en la ubicación y características de ciertas estructuras. Por eso es de suma importancia el salvamento arqueológico en las siete manzanas del Centro Histórico de la Ciudad de México”, dijo Barrera.
Desde 2009, gracias al PAU, ha surgido información sobre el Cuauhxicalco o ‘Recipiente del águila’, una estructura circular vinculada al adoratorio del dios Huitzilopochtli; varios de los hallazgos registrados en predios de la calle Guatemala: el Huei Tzompantli, el Juego de Pelota, el Templo de Ehécatl y el Calmécac; así como los restos de una gran plataforma, se puede observar sobre la calle Argentina, a través de una ventana arqueológica.
Sin embargo, son pocos los edificios de los que se conocen sus dimensiones totales, entre ellos el Templo Mayor, varios altares, la Casa de las Águilas, el Templo del Sol, que se localiza bajo la Catedral Metropolitana; el Juego de Pelota, ubicado en la parte posterior de la catedral, sobre Guatemala y algunos predios de la misma calle; el Cuauhxicalco y el Templo de Tezcatlipoca en el edificio del Arzobispado.
“De estructuras como el Templo de Ehécatl y el Huei Tzompantli, recientemente se ha confirmado su existencia, sin conocerse aún sus dimensiones reales. Restos de éste se localizan en un predio de la calle Guatemala, donde entre 2016 y 2017 fue posible corroborar que se trata del muro de cráneos citado por los cronistas conquistadores, como Andrés de Tapia. Presenta una orientación norte-sur, tiene aproximadamente 70 cm de altura”.
Mientras que el Huei Tzompantli, dedicado al dios de la Guerra, Huitzilopochtli, se han identificado dos etapas constructivas que datan de 1486 y 1521. El piso de estuco de la penúltima etapa presenta evidencias de orificios circulares que sirvieron para hincar los postes de madera que soportaron las varas en donde eran colocados los cráneos de los individuos sacrificados.
Es posible que la plataforma haya tenido 34 metros de longitud por 14 de ancho, dimensiones probables que se han retomado para su reconstrucción tridimensional.
Hacia el límite norte de la plataforma, se encontró un muro circular de 4.7 metros de diámetro, elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa de cal, arcilla y arena. Contiene cientos de cráneos que en un primer momento debieron formar parte de la empalizada, corresponden en su mayoría a adultos jóvenes masculinos y en menor medida, femeninos, así como algunos infantes.
El arqueólogo explicó que esta edificación se recuperó una muestra representativa conformada por 191 cráneos, los cuales serán analizados a profundidad para conocer más sobre los rituales en este espacio. Los españoles vieron en este edificio uno de los más relevantes del recinto sagrado, como una exhibición de la barbarie del pueblo mexica, supuesto que usaron como argumento para emprender su conquista.
“En realidad, el Huei Tzompantli muestra la cosmovisión que esta cultura tenían sobre la vida y la muerte. Para nuestros antepasados, la vida era un continuo que tenía en la muerte sólo un estadio. Esta edificación era manifestación del culto a la vida a través de la muerte, eso era el tzompantli, un espacio sumamente sagrado para esa época”.
Además, el Templo de Ehécatl estaba alineado con el adoratorio de Tláloc en el Templo Mayor. Consta de una plataforma rectangular de dos cuerpos de aproximadamente 34 metros de norte a sur, con un adosamiento circular en su parte posterior de 18 metros de diámetro, aunque no se ha definido su extensión este-oeste, porque parte de su fachada principal se ubica en los edificios aledaños a Guatemala 16.
En ese mismo terreno, en el extremo oeste, se localizaron los restos de una escalinata que quizás esté asociada al cabezal poniente por donde debieron ingresar los combatientes a la cancha. El Juego de Pelota quedaba alineado con el adoratorio de Huitzilopochtli, dios de la guerra.
Respecto al Cuauhxicalco, descubierto durante los trabajos en la Plaza Manuel Gamio, y que ahora se puede admirar en el nuevo acceso al Museo del Templo Mayor, se trata de un edificio circular de casi 17 metros de diámetro por 1.7 de altura, se ubicaba justo al pie del espacio dedicado a dicha deidad guerrera.
Destinado, entre otras cosas, para la incineración de los gobernantes, el edificio ha sido fechado entre 1440 y 1469, época del gobierno de Moctezuma I. El muro que le da forma fue decorado con esculturas empotradas que representan cabezas de serpiente. Por el lado poniente, se encuentran restos de la escalinata principal.