Independientemente del manoseo a los indicadores de pobreza, el hecho es que para ser un país que busca ubicarse entre las mayores economías del mundo, México sigue teniendo muchos pobres… Y muchos de ellos, muy pobres…
A pesar del fenómeno migratorio que marcó el siglo pasado, provocando que millones abandonaran el campo para irse a vivir a las ciudades, hoy sigue habiendo muchísimos mexicanos viviendo en zonas rurales o suburbanas, cuyas condiciones de vida están definidas por pobreza, falta de inclusión de todo tipo, lejanía y dispersión.
Revertir los efectos de la pobreza, si bien es labor que debe ser prioridad del conjunto de políticas y estrategias federales, es ante todo, o al menos en manera directa, tema que compete a instancias locales.
De esto trata la reunión que inicia hoy en Guanajuato, Guanajuato, organizada por el Consejo Nacional de Organismos Estatales de Vivienda (Conorevi), que preside Octavio González Padilla, de usar la vivienda como generador de riqueza económica y social, privilegiando en el proceso la atención a los segmentos más vulnerables y tradicionalmente menos atendidos.
El aspecto fundamental con cualquier subsidio es garantizar que los recursos vayan a donde hacen más falta, y suena sensato pensar que los organismos estatales y municipales conocen mejor que nadie la estructura de la demanda, las capacidades de sus gobiernos y la forma de crear los vínculos que permitan generar mejores soluciones.
Se trata de entender lo que hay atrás del rezago habitacional, analizando a detalle la estructura de la demanda y teniendo la capacidad de sumar y coordinar esfuerzos para garantizar que las bondades de un plan nacional de vivienda lleguen a los segmentos de población menos favorecidos, a las comunidades más alejadas y permitan atender un mal que se ha ido agravando y que no debemos permitir que sea el símbolo de nuestras ciudades; la pobreza urbana.
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