Elaborar un Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) a partir de cero en principio no suena mal.
Suena a un muy interesante ejercicio de medición y jerarquización de cada programa que genere un costo, para definir cuáles deben permanecer y en tal caso con qué monto.
Se trata de un ejercicio indispensable, que debiera ser recurrente para evitar que cada presupuesto no sea sólo la suma de lo gastado el año anterior más el correspondiente incremento que marca la inflación y exigen quienes habrán de beneficiarse de ese gasto.
Pensar en un PEF base cero no suena mal… Siempre y cuando se haga a partir de un proyecto muy claro de Nación, planteado en objetivos muy claros, en función de los cuales se estime el gasto y se destinen los recursos.
Porque aun entendiendo que la verdadera razón para plantear este modelo para elaborar el PEF es la reducción de los ingresos, se trata de una buena oportunidad para usar en forma mucho más eficiente los recursos, blindando programas indispensables en el ámbito social, pero también aquellos que puedan ser detonadores de desarrollo económico.
El reto evidentemente está en la calidad del Proyecto de Nación y en la forma en que sea traducido en partidas presupuestales… Porque sin ese Proyecto, o con un mal diagnóstico, se corre el riesgo de jerarquizar mal los programas en un afán proteccionista, blindando en apariencia objetivos sociales, a costa de inversiones productivas con probado impacto social.
¿A qué me refiero? A tener en mente el papel que juegan infraestructura y sector inmobiliario en el proceso de construir calidad de vida y desarrollo económico…
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