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Cambio climático: el reto para la vivienda autoconstruida

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La vivienda autoconstruida carece de planeación técnica, lo que la vuelve vulnerable a los impactos del cambio climático

Las lluvias torrenciales, las olas de calor prolongadas y los movimientos sísmicos recurrentes están poniendo a prueba un tipo de vivienda que predomina en gran parte del país: la autoconstruida.

Estas casas, levantadas por etapas y con recursos propios de las familias, carecen en muchos casos de planeación técnica o cálculo estructural, lo que las vuelve altamente vulnerables a los impactos del cambio climático y a fenómenos geológicos.

Un fenómeno mayoritario

La autoconstrucción de vivienda se ha convertido en la norma en buena parte del territorio mexicano, pues, de acuerdo con estimaciones del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), más del 59% de los hogares se construyen por cuenta propia, mientras que un 62.8% del parque habitacional nacional es resultado de este modelo de autoproducción.

La Cuenta Satélite de Vivienda incluso confirma que esta práctica representa ya más de la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) del sector vivienda.

Esta modalidad permite a millones de familias acceder a un patrimonio, pero conlleva riesgos importantes cuando no existe acompañamiento técnico: cimentaciones insuficientes, muros sin castillos, techos sin aislamiento térmico y materiales de baja calidad.

El resultado: viviendas más propensas a daños estructurales y menos resilientes ante un entorno climático cada vez más extremo.

Lluvias que exponen carencias estructurales

El pasado mes de junio fue uno de los más lluviosos en décadas, con precipitaciones que superaron en 51.3% el promedio histórico y eventos que alcanzaron hasta 150 mm en 24 horas.

En zonas donde predominan techos improvisados o con materiales no impermeabilizados, las consecuencias fueron inmediatas: filtraciones, humedad crónica y deterioro acelerado de muros y acabados.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Vivienda (Envi) del Inegi, el 44.2% de los hogares reporta humedad y filtraciones, mientras que el 40.8% presenta grietas o cuarteaduras. En viviendas autoconstruidas estas cifras tienden a ser mayores, pues muchas no cuentan con drenajes adecuados ni sellados impermeables.

Calor extremo y pobreza energética

No obstante, el impacto del cambio climático no se limita a las lluvias. En mayo de 2024 la Ciudad de México rompió récord al superar los 34 °C, fenómeno que se suma al efecto de las islas de calor urbanas.

Muchas de las viviendas autoconstruidas carecen de ventilación cruzada y aislamiento térmico, por lo que retienen el calor y generan condiciones de disconfort térmico.

El uso de materiales de baja inercia térmica, como láminas metálicas o blocks huecos de baja calidad, contribuye a que el calor penetre con facilidad y aumente la dependencia de ventiladores o equipos de refrigeración, incrementando la demanda eléctrica y los costos de energía para familias de bajos ingresos.

Sismos y hundimientos diferenciales

A los riesgos climáticos se suma el contexto sísmico y geológico.

En el caso de la CDMX, la sobreexplotación de acuíferos ha provocado hundimientos diferenciales del suelo, lo que ha amplificado el impacto de los sismos, incluso los de baja magnitud.

El Congreso local ha identificado 591 puntos de fracturamiento y subsidencia, principalmente en Benito Juárez, Iztacalco, Gustavo A. Madero e Iztapalapa.

Además, estudios de la Universidad Nacional Autponoma de México (UNAM) sobre microsismos muestran que las estructuras ligeras, sin castillos ni losas amarradas, sufren daños repetitivos, debilitando su resistencia con el tiempo. En viviendas autoconstruidas, una sola grieta por hundimiento puede comprometer toda la estructura.

Falta de capacitación técnica

Finalmente, uno de los principales factores que explica la vulnerabilidad de la vivienda autoconstruida es la falta de acompañamiento profesional.

La mayoría de las familias construye con base en la experiencia empírica, la asesoría de conocidos o albañiles de confianza, pero sin planos formales ni cálculos estructurales.

La ausencia de guías de construcción segura o de información sobre cimentaciones adecuadas según el tipo de suelo deja un amplio margen de riesgo. Por ello, organizaciones civiles, universidades y algunos programas de gobierno han buscado llenar este vacío con talleres comunitarios y capacitaciones gratuitas, pero el alcance aún es limitado.

¿Qué se puede hacer?

Expertos coinciden en que fortalecer la capacitación de autoconstructores, promover el uso de materiales adecuados y ofrecer incentivos para la adopción de soluciones de aislamiento térmico y estructural son pasos clave.

De igual manera, se requiere articular la política pública de vivienda con estrategias de adaptación al cambio climático, de modo que se reconozca la importancia de la autoproducción en el contexto urbano.

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Fernanda Hernández

Reportera y redactora en Centro Urbano. Soy egresada de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNAM). Me interesa la cultura, el urbanismo y la arquitectura. Amante del mundo digital, el cine, la música, la lectura y la escritura.


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