De nada vale que todos nos pongamos a hablar, si nadie hace el esfuerzo de en verdad escuchar. Toca curarnos de la sordera; esa enfermedad de éxito del gobierno, que limita los alcances de una verdadera visión de Estado.
Por Horacio Urbano*
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum presenta incipientes pero claros síntomas de estar enfermo de éxito.
Un éxito que dado el escaso tiempo transcurrido desde el inicio de esta administración, no está relacionado, aún, con los logros, sino, por lo pronto, solo con el voto de las mayorías, traducido en un poder descomunal y sin contrapesos, y con ello, con el contundente avance del llamado Plan C.
Un Plan C, que explicado con manzanitas, no es otra cosa que traducir el triunfo por goliza logrado en las urnas por Morena, en claras mayorías en los órganos legislativos.
Y que se traduce también en otra mayoría fundamental, en gobiernos y municipios gobernados por sus colores y que además, tienen en igual situación sus órganos legislativos.
Mayorías inobjetables, que les permiten hacer prácticamente lo que quieran.
Pero aguas, porque citando al tío del Hombre Araña: “todo gran poder trae implícita una gran responsabilidad”.
Y en ese inmenso poder, está, al mismo tiempo, la que podría ser una igual de inmensa debilidad, porque esa concentración de poder, que les permite hacer lo que quieran, les permite hacerlo sin mayor reflexión y sin la necesidad, ni de de escuchar a nadie, ni de alcanzar acuerdos para poder aterrizar sus ideas.
Vaya… Que pueden gobernar y legislar sin tener que convencer a nadie del sentido de sus actos de gobierno o legislativos.
Basta con que se les meta algo en la cabeza para que sin mayor reflexión lo conviertan en legislación y acto de gobierno.
Pero… ¿Y si esa idea estaba equivocada o podía haber sido perfeccionada antes de ser impuesta?
Y cuidado con eso, porque aunque pudiera no preocupar a quienes se complacen por exhibir el poder que, insisto, ganaron en las urnas, tendrían que entender que el abuso del poder puede quitar legitimidad a los objetivos del proyecto de gobierno y limitar la potencial eficiencia de los mismos al cancelar oportunidades para enriquecerlos al sumar todas las voces que estén interesadas en aportar a cada tema.
Y esto es una enfermedad de éxito, que tiene entre sus síntomas más evidentes la sordera, porque sencillamente no permite escuchar a nadie, por considerar que no necesitan la opinión o el consejo de nadie para poder evaluar o llevar a cabo su programa de gobierno.
Y es asi que a la ola de Reformas que dejó como herencia la anterior administración, han seguidos iniciativas para nuevas Reformas que siguen la misma tónica de ser pensadas, redactadas, presentadas e impuestas, desde el poder, sin haber hecho verdaderos ejercicios de análisis y socialización de cada propuesta.
Y dirán que han habido foros para presentar sus ideas y escuchar las del resto del país, pero en realidad estos espacios no han sido más que una forma sutil de avalar lo que de todas formas pensaban hacer, diciendo, eso sí, que hicieron foros para escuchar lo que el resto del país tendría que decir, para, al final del proceso, hacer lo que desde el principio ya habían decidido hacer.
Se enorgullecen en decir que aprueban “sin quitar una coma”.
Pero, ¿Y si quitar o agregar una coma, un párrafo o una página, hubiera mejorado radicalmente la propuesta?
No. El poder absoluto elimina esa posibilidad al privilegiar la pura exhibición de ese poder.
Sordera total..,
Pero bueno, estamos más que a tiempo para que desde el gobierno se reconozca este problema y se tomen las medidas necesarias para hacerle frente.
Medidas que en muchos casos tienen que ver con el trabajo de las distintas áreas del mismo gobierno, que en cada caso tienen que hacer valer sus capacidades, y con aprovechar instancias que ya existen y que tendrían que ser esa forma de vinculación con la sociedad, que permita escuchar, pero en verdad escuchar, todas las voces que, como ya dije, se necesitan para aportar valor a cada uno de los temas que inciden en lo que en verdad tendría que importarnos al momento de pensar en el futuro del país.
Me vienen a la mente, por ejemplo, los foros que se están haciendo para dar forma al Plan Nacional de Desarrollo, o los trabajos de órganos como el Consejo Nacional de Vivienda, que, uno pensaría, tendría que ser un apoyo fundamental al momento de elaborar las políticas de ordenamiento territorial, desarrollo urbano y vivienda.
Tengo el honor de ser miembro de ese Consejo Nacional de Vivienda, y me consta el trabajo multidisciplinario en que desde diferentes sectores de la sociedad y el mismo gobierno, se ha trabajado para generar insumos que permitan entender y atender en forma más eficiente los retos de ciudades y viviendas.
¿Por qué no dar mayor peso a los análisis y propuestas de este y tantos Consejos similares que existen en el país?
Sería muy bueno que desde el gobierno se hicieran el propósito de autorregular su inmenso poder, tomando al mismo tiempo la oportunidad de recuperar la posibilidad de escuchar a quienes en cada caso tengan algo de valor que decir.
El verdadero reto para la presidenta Sheinbaum está en administrar sabiamente su enorme poder, reconociendo el valor de en verdad incorporar cuanta idea aporte valor a su proyecto, abriendo para ello poderosos canales de verdadera y efectiva vinculación, con cuánta voz pueda salir desde la sociedad o el sector privado.
Que no gane la sordera y pueda más la intención de escuchar.
El reto de la Presidenta y quienes conforman sus equipos está en reconocer que el voto de la mayoría les dio el poder… Pero no necesariamente el total conocimiento de todos los temas que definen una agenda nacional.
El reto está en reconocer estos primeros síntomas de la enfermedad de éxito y exceso de poder… Y vacunarse cuanto antes… Incorporando a sus procesos las voces de quienes son especialistas en los diferentes temas que definen la marcha del país.
El reto está en escapar de la influencia de los aduladores y, como científica que es, tomar el camino de la razón, que implica saber escuchar y estar dispuesta a fortalecer todo canal que le permita hacerlo cada vez con mayor eficiencia.
Entremos, por ejemplo, a revisar los alcances de las políticas públicas para ciudades y viviendas y veamos como entre todos logramos fortalecerlas.
Entremos, por ejemplo, a hablar de la tan mentada iniciativa para reformar la Ley del Infonavit y veamos qué le sobra y qué le falta.
Porque de nada vale que todos nos pongamos a hablar, si nadie hace el esfuerzo de en verdad escuchar.
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