Por Amaury Pérez*
“Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa. La ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo”
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, capítulo primero, artículo cuarto.
La promesa desde el punto de vista socio-cultural es un ofrecimiento de dar algo a otra persona. Y desde un punto de vista legal es un contrato por el cual una de las partes se obliga a celebrar un contrato futuro determinado. En México una promesa por parte de nuestros gobernantes es tan endeble y efímera como la vivienda autoconstruida en las periferias de las ciudades nacionales.
Como mexicanos constantemente estamos bombardeados por falsas o fallidas promesas por parte del gobierno, para el cual, es muy fácil ilusionar a su pueblo con los versos tradicionales del “son de la negra” del compositor jalisciense Blas Galindo, “a todos diles que sí, pero no les digas cuando…”
“…Así me dijiste a mí, por eso vivo penando…” se escucha tras los muros de las viviendas precarias de cartón, pallets o material de residuo que conforman las “ciudades” de la periferia mexicana, en donde la vivienda prometida en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su capítulo primero, artículo cuarto, jamás ha llegado. Esa vivienda que por ley toda familia tiene derecho a disfrutar, una vivienda digna y decorosa.
Bajo el cielo mexicano, este proceso de formación de la vivienda de escaso recursos, es cruel e inhumana, muchas veces soportado como aquel soldado “prometido” que en cada hijo mexicano le dio a la nación, y es que las palabras Digna y decorosa, parecen ser palabras ausentes en el vocabulario de la periferia, un modelo de ciudad que aparece como respuesta ante la incapacidad del gobierno de generar ciudades amigables y habitables para todos. Estas viviendas “informales” se construyen solas sin el apoyo del gobierno, pero a la vez por todos, por todos aquellos a quien la ley les ha dado la espalda.
La vivienda en la periferia se construye entre todos, como una gran familia, que lo único que los une muchas veces es la misma condición de soñar con un futuro distinto, el cual, entienden bien se construye de la mano del vecino, en comunidad…y que si el vecino mejora, mejoran todos. Aquí cualquier material encontrado en los basureros o en la ciudad formal no es juzgado por su apariencia o condición, ya que cada pieza de desecho puede marcar la diferencia entre vivir a la intemperie o bajo el cobijo de una vivienda “digna” para quien construirla a significado el andar en su vida.
La gente que habita la periferia está cansada de tantas promesas escuchadas, de siempre esperar el futuro prometido en campañas electorales, cansados de solo ser utilizados para ejercer un voto por tal o cual partido, cansados de que el gobierno no asimile que con una despensa no se soluciona nada en el día a día, cansados de siempre ser ratas de laboratorio, y no ser mas que objeto de estudio de importantes universidades, las cuales muchas veces nunca regresan con el apoyo prometido, o bien las soluciones ofrecidas por las casa de estudio distan mucho de una realidad socio económica del sitio.
Es de vital importancia la vinculación entre iniciativa privada, ONGS, Universidades y gobierno para atender la demanda de este sector de la población, es tiempo de volver a replantear y repensar nuestras promesas y compromiso con la periferia, es necesario introducirnos en el mundo de la informalidad para entender las formas de vivir y así detectar las necesidades reales de este sector de la población, sector que cada día va aumentando su posición dentro de la ciudad, y que son el presente y futuro de las ciudades, es pues, necesario ponernos en los zapatos de estos héroes a quien nadie les ha dado nada, y entender que si ellos mejoran… todos mejoramos como ciudad, entendiendo a la ciudad como la vivienda donde habitamos todos… pobres y ricos.
*Arquitecto principal del Laboratorio de Arquitectura Experimental
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