¿Será que hacemos y transformamos las Ciudades sin tener claro cuál es el objetivo de semejante esfuerzo? Con base en lo que vemos y vivimos cotidianamente, no suena ni tan obvio, absurdo o trivial, preguntar para quién hacemos las ciudades.
Por Horacio Urbano*
La pregunta puede parecer de lo más obvia, absurda y trivial.
¿Cómo qué para quién hacemos las ciudades?
¿Pues para quién habríamos de hacerlas?
¿Pues las hace os para la gente, qué, no?
O a ver, ¿Cómo? ¿Será que en verdad perdimos el rumbo y no tenemos claro para quién las hacemos o tendríamos que hacerlas?
¿Será que hacemos y transformamos las Ciudades sin tener claro cuál es el objetivo de semejante esfuerzo?
Visto así, y con base en lo que vemos y vivimos cotidianamente, la verdad es que ya no suena tan obvio, absurdo o trivial, preguntar para quién hacemos las ciudades.
Vamos a ver…
Sobre la base del resultado, podríamos pensar dos cosas; la primera, que elegimos mal los objetivos y que lo que tenemos, en cierta medida responde a lo que queríamos tener.
La segunda, que aún habiendo planteado el objetivo correcto; lo hicimos mal… Muy mal.
Y es que pareciera que en algún punto del camino olvidamos que la esencia de las Ciudades está en su gente.
Porque las ciudades no son, o no debieran ser, mera acumulación de calles, edificios y parques, ni solo fríos números que reflejen dinamismo en sus actividades productivas.
No.
Las ciudades son gente que se agrupa pensando que tienen mayores alcances a partir de esa unión.
Gente que se agrupa confiando en que el bienestar común permite elevar el bienestar individual.
Las ciudades son un acto social que surge cuando la gente decide agruparse, para con ello, multiplicar todo tipo de oportunidades y garantizar la viabilidad futura de sus comunidades.
Más nos vale no olvidarlo; el ADN de las ciudades está en la gente…
La gente que la habita, pero también la gente que la usa por trabajo, estudio, o mero tránsito.
La gente…
Y si estamos de acuerdo con esa premisa fundamental; Hacemos Ciudades para la gente, reconociendo a esa gente como absoluta prioridad, resulta fácil entender que las Ciudades deben garantizar condiciones que permitan que su gente sea verdaderamente su gente y pueda vivir en ellas.
Porque si aceptamos que hacemos y transformamos las ciudades teniendo a la gente como prioridad, resulta absurdo que esa gente no tenga acceso a una vivienda y se vea forzado a vivir lejos de sus trabajos, escuelas y redes de apoyo.
Resulta absurdo pensar en una ciudad en que gran parte de “sus habitantes” en realidad sean población flotante que llega todas las mañanas y se va al finalizar el día.
¿Cómo entender una ciudad si sus habitantes la tienen que abandonar porque ya no pueden pagar el costo de vivir en ella?
Por eso hay que replantear los indicadores con que medimos el éxito de nuestras ciudades…
Porque de poco sirve vivir en una ciudad que destaca por su competitividad económica, pero al mismo tiempo niega a sus habitantes la posibilidad de seguir viviendo en ella, y en lugar de eso los obliga a realizar diariamente larguísimos trayectos para trasladarse de sus casas a sus trabajos o escuelas.
No le demos vuelta, una ciudad que hace esto no es una ciudad pensada para la gente; es, por el contrario, una ciudad fallida.
Las ciudades deben hacerse y transformarse pensando en atender las necesidades presentes y futuras de la gente, modelando sistemas integrales, que sin menoscabo de los objetivos de alcance social, sean también eficientes en cuanto al cumplimiento de objetivos de orden económico, ambiental y urbano.
Porque limitarse a decir que las ciudades son para la gente, sin tener claro cómo alcanzar ese objetivo, no es más que una muy amplia y vulgar puerta de entrada al complejo mundo de la demagogia…
Hacer ciudades para la gente es un concepto simple, pero que implica un enorme trabajo que inicia con la voluntad colectiva de cumplir esa meta.
Porque la eficiencia social de una ciudad está ineludiblemente ligada a la armonización de una compleja red de objetivos que permitan garantizar que esa esencia social sea sostenible.
No. No es simple y no basta con decirlo.
Hay que fijar los objetivos y modelar sistemas que permitan hacer viable alcanzarlos.
Y ello implica ajustar la forma en que se entiende y ejercen los presupuestos públicos, haciendo mucho más eficientes lo mismo el gasto que la recaudación, buscando siempre que el ejercicio presupuestal, al construir ciudad, construya bienestar social.
Implica reconocer que si las ciudades son para la gente, las metas de gobierno deben dirigirse a la atención de las necesidades fundamentales de esa gente.
Porque sí, más allá del rollo, la esencia social de las ciudades se construye con políticas públicas, planeación, regulación, inversiones públicas en todo tipo de infraestructuras, adecuados modelos de gobernanza, gobiernos eficientes, y la participación ordenada de sociedad y sector privado.
Y claro, en ese último punto queda mucho por hacer, porque la participación ordenada de sociedad y sector privado son motores indispensables del desarrollo urbano.
Que no se nos olvide, las ciudades son para la gente y no son propiedad de quienes gobiernan, que a veces parecen estar verdaderamente convencidos de lo contrario.
Sumemos voluntades para hacer esas ciudades socialmente justas y sostenibles.
Toca hacerlas… Tomemos con responsabilidad ese reto enorme.
Propuestas de vivienda
En un contexto en que habría que reconocer retos y proponer soluciones, y en el análisis de las políticas de vivienda del futuro, aproveché este espacio para abrir una lista de propuestas, que prometo enriquecer, soltando cada semana tres ideas simples, que se irán sumando para aportar elementos al complejo proceso de modelar una respuesta eficiente, oportuna y suficiente, al reto habitacional.
Los invito a sumarse a esta iniciativa. Mándenme sus propuestas y las iremos incluyendo en este recetario.
Esta es la vigésimo primera entrega de esta serie, que contaba ya con 63 ideas, dejo aquí tres temas más, y con ellas, ya van 66:
Sesenta y cuatro. Actualizar, armonizar y vincular normativas y regulaciones que en los tres órdenes de gobierno tienen que ver con desarrollo urbano y vivienda, para evitar que la sobreregulación, la falta de actualización y la incompatibilidad de estos instrumentos, siguen siendo un enemigo de las agendas urbanas y de vivienda.
Sesenta y cinco. Identificar, fortalecer y generalizar, el uso de instrumentos normativos de índole local, fundamentalmente metropolitano y municipal, que hagan viable e incentiven la producción de la vivienda social, tomando como referente la Norma 26 que aplica para la Ciudad de México.
Sesenta y seis. Implementar un instrumento de monitoreo que establezca tanto el número de trámites, como los costos y tiempos de gestión que implica obtenerlos, relacionados con el desarrollo de vivienda, sentando la base para que hacer eficientes estos indicadores permiten multiplicar y reducir costos de la producción de vivienda.
Van 66 ideas… Y aquí seguiremos soltando otras y buscando quién les preste atención.
Los invito a conocer Vivienda 360/Vivienda para Todos. Un documento que estamos generando en Centro Urbano con el objetivo de agrupar, organizar y presentar estas ideas.
Es en esencia un recetario que propone tres temas urgentes, tres acciones esenciales, y una caja de herramientas para entender y atender el reto habitacional.
Los invito a leer, compartir y aportar ideas. Esta es la tercera actualización de este documento, un documento vivo, que se estará actualizando periódicamente, agregando, depurando y afinando… Agregando, depurando y afinando… Agregando, depurando y afinando.
Aquí les dejo la liga: https://centrourbano.com/revista/publicaciones/360o-vivienda-para-todos/
*Horacio Urbano
Presidente de Centro Urbano