Por Gustavo López Padilla*
Durante los últimos años, durante los últimos meses, durante los últimos días, hemos sido testigos de los fuertes reclamos de la naturaleza, en relación a los desequilibrios ambientales, producto en buena medida de los agresivos desarrollos urbanos que los seres humanos hemos construido en muchos lugares en todo el planeta. Han sido constantes en muchas ciudades en el mundo, las noticias que dan cuenta de inusitados incendios, inundaciones, sequías, deslaves, tornados, diferencias de temperaturas altas y bajas superiores a las promedio generalmente identificadas, embates de lluvias y vientos torrenciales que acompañan huracanes dejando destrucción y desolación a su paso. El conjunto de todo lo anterior afectando las actividades de la vida cotidiana, la economía, la producción de alimentos, el patrimonio construido social y particular de muchísima gente, alterando los equilibrios de grandes extensiones de ecosistemas naturales. Como consecuencia también se suman importantes y obligados desplazamientos sociales, abandonando la gente sus lugares de origen, buscando en otros sitios mejores oportunidades de vida.
Los reclamos de la naturaleza son cada vez mas frecuentes, violentos, ocupando mayores periodos de tiempo, multiplicando sus afectaciones. Los seres humanos nos seguimos equivocando una y otra vez, en los rumbos que definen nuestro ¨ desarrollo ¨ en lo que tiene que ver con los asentamientos humanos, sobretodo los urbanos. Hemos desoído las voces que desde la segunda mitad del siglo XIX nos alertaban de lo que podía suceder en términos de un agresivo desarrollo industrial, con sus consecuentes desequilibrios ambientales, afectaciones a la vida y en una actitud arrogante seguimos hoy en día sin escuchar plenamente la multitud de estudios y resultados de foros que con este tema se han realizado a nivel mundial, dando cuenta del grave cambio climático. Las consecuencias de esta falta de atención son evidentes y siguiendo este camino equivocado, cada vez serán mas terribles, con afectaciones que pueden ser irreversibles, como también ya nos han alertado. Hablamos de una necedad que pone en riesgo la viabilidad de la vida humana como la hemos conocido hasta ahora.
A partir de los evidentes, graves y sorprendentes resultados de las afectaciones ambientales, debemos necesariamente entrar en razón, como si fuéramos verdaderamente seres racionales. No tenemos alternativa ni tiempo que perder, requerimos urgentemente regular el crecimiento poblacional, la sobreexplotación irracional de los recursos naturales, evitar el uso de energías agresivas en relación con la naturaleza, procurando en su lugar utilizar las energías renovables mas amigables, replanteando las múltiples prácticas industriales y sus consecuentes diversas contaminaciones, tanto en la tierra, como en el agua y el aire. Necesitamos repensar a fondo el conjunto de nuestras ciudades, las construidas y las posibles por construir, limitando su crecimiento, pensando en ciudades funcionales compactas que contengan nuevas armonías con respecto a la naturaleza, que privilegien sobretodo la vida saludable de las personas, aprovechando por otro lado de mejor manera lo ya construido, impulsando densidades funcionales que restablezcan equilibrios. Es importante identificar con la mayor precisión posible en las ciudades, las diversas zonas de riesgo para la vida, evitando construir y habitar socialmente en ellas. Necesitamos pensar y aplicar nuevos, inteligentes y razonados criterios de planeación urbana, evitando repetir errores que en el tiempo se han vuelto evidentes. Ya sabemos lo que hemos hecho mal. Requerimos distribuir razonablemente en los territorios aptos disponibles los conjuntos poblacionales. Insistiendo, en las ciudades se debe privilegiar la vida de la gente, buscando contar con adecuados porcentajes de espacios verdes e hídráulicos y lugares públicos en donde se propicie la vida comunitaria. Pensar en sistemas de movilidad colectiva con base en transportes públicos no contaminantes, limitando el uso del automóvil, incentivando el uso de la bicicleta y el caminar de la gente. Se trata de evitar las diversas posibilidades de destrucción y contaminación de la tierra, del agua, del aire, del conjunto de los medios naturales, incentivando las diferentes alternativas de reciclamientos, como lo que tiene que ver con las aguas residuales y la basura.
En lo que tiene que ver con las particularidades de las diversas arquitecturas posibles en las ciudades, se deben identificar en primera instancia los lugares adecuados para ser construidos, habitables y en otro sentido reconocer las zonas de riesgo en donde en principio no se debería construir o si se hace hacerlo con la mayor conciencia posible, tomando todas las precauciones necesarias, pensando siempre en materiales, procedimientos constructivos y formas arquitectónicas lo suficientemente resistentes y adecuadas, dependiendo de las diversas zonas climáticas, para hacer frente al fuego, sismos, tornados, escurrimientos hidráulicos, deslaves y embates de huracanes, de tal manera que puedan resistir adecuadamente esas manifestaciones de la naturaleza. En zonas de riesgo se debería contar necesariamente con refugios seguros, de tal suerte que por algún tiempo razonable, los usuarios de las obras se puedan resguardar de los efectos adversos de la naturaleza. Se han identificado como criterios de diseño que deben ser particularmente considerados, el tamaño, resistencia y orientación de las ventanas, que deben contar además con sistemas adicionales de protección para espacios interiores, como pueden ser cortinas metálicas que cierren los espacios y así poder resistir el embate de los vientos con velocidades importantes. Considerando además entre los materiales que deben evitarse, para zonas que resienten huracanes, sismos o tornados, todos aquellos que puedan desprenderse, pudiendo causar pérdidas económicas y accidentes para los propios usuarios de las obras o para todas aquellas personas que puedan estar en los alrededores de las mismas construcciones.
Nuestro aprendizaje ha sido desafortunadamente penoso, a partir de todas las desgracias que los seres humanos hemos padecido en los últimos tiempos. Los cambios climáticos son mas que evidentes, no se pueden ocultar. Los justos reclamos de la naturaleza exigiendo restablecer equilibrios entre lo construido y el medio ambiente, cada vez son mas dolorosos, violentos y cada vez mas costosos, afectando seriamente la vida y las economías locales y globales. Tenemos que ser conscientes de no repetir nuestros errores y no volver a realizar una y otra vez las acciones que hemos hecho mal. Tenemos que incentivar todavía más el desarrollo de la ciencia contemporánea, en lo que tiene que ver con las predicciones oportunas de lo que tiene que ver con los sismos, los tornados, los huracanes, las erupciones volcánicas y la generación de incendios entre otros conceptos. Tenemos que acompañar lo anterior con la procuración de condiciones construidas habitables que se traduzcan en una vida social saludable, sumando naturalmente a ello estudios inteligentes de renovadas visiones de asentamientos y desarrollos urbanos y lo que tiene que ver con mejores y mas seguras prácticas constructivas.
No hay vuelta atrás ni tiempo que perder, todos somos corresponsables, todos debemos sumar acciones pro restauraciones ambientales, desde el nivel global planetario hasta el local particular de cada país. No se resolverán estos problemas de los cambios climáticos si no se enfrentan coordinadamente en conjunto. Somos además corresponsables la sociedad civil, las distintas entidades gubernamentales, políticos, economistas, científicos, universidades, conocedores ambientales, estudiosos de las ciudades y sus arquitecturas, adultos y jóvenes. Mientras estemos vivos tenemos oportunidades de recomenzar, las ciudades se hacen y se rehacen en el tiempo, debemos aprender de los errores cometidos y reorientar racionalmente los caminos de nuestros desarrollos urbanos, en armonía con la naturaleza a la cual pertenecemos.
*Gustavo López Padilla
Arquitecto
navegandolaarquitectura.wordpress.com