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El derecho a la ciudad y las mujeres

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Por Laura Barranco*

Llega marzo y las jacarandas lo saben. Las flores de este hermoso árbol anuncian la primavera y visten toda la Ciudad de México de morado, el color emblemático del 8 de Marzo, día internacional de la mujer.

Foto: Jenaro Villamil

Foto: Jenaro Villamil

Con ello damos pie a una reflexión sobre un término que hemos escuchado en tiempos recientes “El Derecho a la Ciudad” y sus conexiones con las causas de género, del feminismo y cómo puede contribuir el sector inmobiliario en la promoción de dicho derecho.

Empecemos por definir “El Derecho a la Ciudad”. De acuerdo con ONU Hábitat “es el derecho de todos los habitantes a habitar, utilizar, ocupar, producir, transformar, gobernar y disfrutar ciudades, pueblos y asentamientos urbanos justos, inclusivos, seguros, sostenibles y democráticos, definidos como bienes comunes para una vida digna”.

Este derecho se conforma de varios componentes y todos tienen que ver de una u otra forma con el ejercicio de derechos de las mujeres. De entrada, la promoción de ningún tipo de discriminación que suele ser un flagelo reiterado hacia las mujeres ya sea por su condición económica, su origen étnico o su orientación sexual.

Esto a su vez promueve diversos tipos de violencia no solo hacia mujeres, sino que alcanza a millones de niñas. El derecho a la Ciudad no concibe ningún tipo de violencia hacia nosotras. A su vez, busca nuestra participación intensa en las decisiones comunes, que a su vez genere una gobernanza plena entre sociedad y gobierno.

Con vivienda asequible. Aquí nos detenemos a dar algunas estadísticas. De acuerdo con cifras del INEGI, de las 51.7 millones de mujeres que hay en el país mayores de 15 años, 4 de cada 10 forman parte de la población económicamente activa.

Apenas 13 por ciento obtienen créditos o financiamiento para la adquisición de bienes duraderos. De acuerdo con el Panorama Anual de Inclusión Financiera, 2022, elaborado por la Comisión Nacional Bancara y de Valores, hay una diferencia de 22 por ciento entre el número de créditos hipotecarios para los hombres y los que se otorgan a mujeres.

En 2021, mientras 926,100 fueron para ellos, 586,325 para ellas. No obstante, las mujeres reportan menos cartera vencida: 2.5 por ciento, contra 3.6 por ciento para hombres.

En la banca de desarrollo la brecha es escandalosamente mayor: 94% de créditos para hombres y apenas 6% para mujeres. Aquí también las mujeres son más responsables con los pagos, 2.1% de cartera vencida contra 6.5% en los masculinos.

Gobierno y sectores inmobiliario y bancario deben fomentar una integración más ambiciosa de las mujeres en instrumentos de financiamiento asequibles y justos, que les apoyen a obtener un hogar. Vemos que pese a este panorama adverso e incluso violento, ellas se esfuerzan más en pagar puntualmente.

Pasemos a otro componente íntimamente ligado con el sector. El derecho a la ciudad promueve espacios comunes que satisfagan las necesidades de las mujeres y población en general; fomenta la economía social y solidaria, el cuidado doméstico y el trabajo comunitario por lo general liderado por mujeres.

La pandemia hizo patente esto, muchos hogares salieron adelante gracias al apoyo comunitario que se dieron entre mujeres. Quien perdió su trabajo y comenzó a cocinar en casa apoyando a vecinas y vecinos que se mantuvieron en jornadas de trabajo con establecimientos de comida cerrados.

Otras vecinas apoyaron al cuidado de las y los hijos durante las clases en línea, mientras otras madres salían a trabajar. Por mencionar sólo algunos ejemplos que nos tocó ver y experimentar. Además, generó reencuentros vecinales o incluso que las personas descubrieran quienes viven junto, enfrente, arriba o debajo de ellas.

Los desarrollos inmobiliarios en sus distintas dimensiones deben fomentar la comunidad, el tejido social entre vecinas y vecinos, que contemple la convivencia infantil e intergeneracional. Promover espacios que nulifican el encuentro vecinal no son acordes al Derecho a la Ciudad.

Finalmente, pero no por ello menos importante, de hecho, será el respeto a este componente del derecho a la ciudad lo que garantice no sólo el bienestar, sino la existencia misma de la especie humana: la conciencia sobre el equilibrio ambiental, la biodiversidad y los ecosistemas.

Esto no se debe limitar a simples “espacios verdes” con pasto y algún tipo de árbol o arbusto. El establecimiento de espacios biodiversos, con especies nativas o incluso huertos urbanos promoverán una resiliencia a los efectos de la crisis climática y su consecuente crisis alimentaria que afecta ya al mundo entero. Combatirá la contaminación atmosférica, fortalecerá la recarga de mantos acuíferos.

“Espacio verde”

“Espacio biodiverso”

“Espacio biodiverso”

Los desarrollos inmobiliarios también deben fomentar el consumo de energías renovables, el uso racional del agua, su saneamiento así como la captación de agua de lluvia para su aprovechamiento. El Derecho a la Ciudad es pues, feminista y ambientalista.


*Laura Barranco
Periodista y Activista Ambiental Certificada por el IHAEM

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