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Menos resiliencia, más entropía

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Adolfo de la Torre González*
¿Por qué siempre abordamos los problemas cuando ya existen? Como se dice coloquialmente: «apagar fuegos», en lugar de provocarlos nosotros mismos, y si, me refiero a generar problemas urbanos. La entropía aplicada como estrategia es una fuerza singular que puede lograr cambios profundos en la ciudad. En lugar de temerla y tratar de controlarla, podemos aprovecharla para construir ciudades más inclusivas, justas y sostenibles.

Cuando se plantean cambios para mejorar las condiciones de ciudad es muy común tener un sesgo coyuntural llevándonos a tomar decisiones que solamente resolverán el corto plazo y más cuando estas son tomadas en procesos colaborativos en donde participan ciudadanas y ciudadanos sin una visión integral, inclinándose exclusivamente en los aspectos que a estas personas les preocupa en ese preciso momento. Al decir esto no me refiero que no debemos de incluir a las ciudadanas y los ciudadanos, sino todo lo contrario, debemos de incentivarlos mucho más y sobre todo proveerles la información necesaria para que puedan sustentar sus puntos de vista con mayor solidez.

La entropía urbana es un término que ha sido asociado tradicionalmente con el desorden y la caótica expansión de las ciudades. Sin embargo, esta perspectiva negativa oculta la capacidad de las ciudades para adaptarse y transformarse de manera creativa ante situaciones de transformación y crisis.

Cuando se ponen sobre la mesa cambios radicales, como peatonalización de calles o modificaciones a los usos de suelo, es muy común encontrar una alta oposición por parte de los habitantes. Dicha oposición genera muchas dudas en los actores gubernamentales deteniendo los procesos de cambio, dejándolos “para la siguiente administración”, haciendo que cada vez sean más graves y drásticos. La entropía como concepto apoya la noción de generar caos permitiendo que emerjan nuevas formas de vida y de relación, entre los habitantes y el espacio urbano. Y a esto me refiero que muchas veces es mejor hacer los cambios sin tener el consentimiento total de todas las personas que se verán afectadas, dándoles espacio a que vivan en carne propia ese nuevo planteamiento y con eso ayudarles a crear una opinión informada pero sobre todo criticar constructivamente desde su modus vivendi.

Para esto, los actores, tanto públicos como privados deben plantear estrategias muy robustas que puedan optar por diferentes salidas e ir evaluando durante el proceso la percepción de los usuarios ante cada movimiento. Como lo dije antes, esto tiene un costo político que no cualquiera se atreve a tomar pero es nuestra responsabilidad como ciudadanos presionar y enfocarnos en proyectos a largo plazo que puedan permear administración tras administración, sin importar color, partido o ideología.

Y, ¿por qué insisto en que haya más entropía y menos resiliencia? Porque en contraste con el concepto de resiliencia urbana, que se enfoca en la capacidad de las ciudades para resistir y recuperarse de desastres y crisis, la entropía urbana se centra en la capacidad de las ciudades para transformarse de manera creativa. Es decir, la entropía urbana no sólo se enfoca en la capacidad de la ciudad para recuperarse, sino en su capacidad para cuestionar y transformar las dinámicas de un asentamiento urbano.

En pocas palabras cuando llevas a cabo estrategias resilientes ya vas tarde, el problema ya lo tienes encima y lo tienes que solucionar de la forma más rápida, fácil y afectando lo menos posible a los habitantes. Ya que desgraciadamente los proceso políticos municipales en México convocan a elecciones cada tres años, es por ello que dichas administraciones solo piensan en obras que se puedan ejecutar en ese lapso de tiempo, con el afán de: “siempre dar resultados tangibles”.

¿Y ESTO EN QUE AFECTA A LA VIVIENDA?

Soy un fiel creyente de que las autoridades municipales se deben involucrar activamente en el desarrollo, promoción y administración de vivienda, son el organismo con mayor cantidad de información y recursos a niveles locales; cuentan con una capacidad real de crear un impacto en los mercados de vivienda local. Con esto no me refiero que se busque “manipular” el mercado pero sí se podría poner el ejemplo e invitar a los privados a colaborar en un cambio de visión sobre lo necesario y no sobre lo que los mercadólogos, financieros o bancos aprueban.

De hecho una institución de esta índole ya existió en el estado de Jalisco, el Patronato de la habitación Popular de Guadalajara (1947-1986), el cual desgraciadamente solo logró finalizar nueve proyectos durante su gestión. Entonces, ¿por qué volverlo a hacer? Podemos tomar como ejemplo a una de las instituciones más exitosas en la materia: “Paris Habitat”, con más de 100 años de existencia. Dicha institución cuenta con una estructura pública-privada-ciudadana que administra más de 110,000 viviendas en todo París. La gran mayoría de sus proyectos mezclan tres diferentes niveles de ingresos familiares, asegurando cohesión social y disminuyendo la segregación. Paris Habitat tiene un papel protagónico en los proyectos de regeneración urbana de barrios en decadencia o en proceso de cambio de uso. ¿Cuál es la mayor diferencia entre estas dos instituciones?, la voluntad político-social.

Tengo claro que no es fácil destinar una estructura robusta y gran presupuesto a una secretaría local para crear un plan a largo plazo. Pero somos nosotros, los profesionales, pero sobre todo los ciudadanos los que tenemos que hacer que estas ideas permeen en el deseo público con el objetivo de que los gobiernos las reconozcan como algo tan necesario, como imprescindible.

Muchas personas dirán que ya no hay terrenos disponibles dentro de las áreas consolidadas de las ciudades mexicanas para crear estos proyectos y que tengan un impacto contundente, yo les digo que si los hay. Aquí es donde entra el concepto motivo de este texto: el porcentaje de espacio público destinado a los coches en las ciudades mexicanas oscila entre el 60% y el 80% del espacio colectivo total en algunas áreas urbanas. Entonces, ¿por qué no pensar que le podemos quitar espacio a esta actividad para dárselo a proyectos de vivienda? Proyectos con plantas bajas activas, integradores de zonas divididas por barreras físicas; urge ver a la vivienda como un equipamiento urbano.

Por supuesto que estos terrenos deben de seguir siendo de dominio público, yo no planteo que se privaticen, se podría llevar a cabo una estrategia como lo hizo el ayuntamiento de Barcelona con el proyecto “Cooperativa La Borda” en el barrio de Sants; donde el predio fue cedido por 75 años condicionado a un pago anual por la utilización del mismo. Esta propuesta sería muy controversial pero es aquí en donde tenemos que confiar en el proceso inspirado en la entropía, ya que por más obstáculos que nos encontremos en el camino siempre que el objetivo sea claro el camino se irá adaptando naturalmente.

Es hora de cambiar nuestra perspectiva sobre la entropía urbana y verla como una oportunidad para abordar los problemas de manera proactiva, en lugar de reactiva. Es responsabilidad de los ciudadanos y de las autoridades municipales trabajar juntos en la búsqueda de soluciones innovadoras para el desarrollo de vivienda y promover un cambio de visión en el mercado. Les invito a seguir la conversación sobre este tema en otros canales y trabajar en conjunto para construir un futuro mejor para nuestras ciudades.

 


*Adolfo de la Torre González
@fofodelatorre
Arquitecto por la Benemérita Universidad de Guadalajara (Guadalajara, Mx.),
con estudios de intercambio en la Universidad Politécnica de Valencia (Valencia, Es.)
y Maestro en Vivienda Colectiva y Ciudad por la Universidad Politécnica de Madrid, ETSAM (Madrid, Es.)
y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, ETH (Zúrich, Ch.).

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