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Faro Cosmos, memoria y modernidad

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Por Gustavo López Padilla*

A lo largo de la vida construida de las ciudades, como expresión social, van apareciendo obras singulares, de las cuales la gente se apropia por diversas circunstancias, que tienen que ver en primera instancia con su ubicación, que llega a constituirse como punto de referencia dentro del tejido de la propia ciudad, pasando por significaciones referidas a algún tipo de uso que se vuelve cotidiano, hasta cargarse de valores asociados a algún hecho social o político. Si recordamos los trabajos de investigación del ingeniero, urbanista y escritor estadounidense Kevin Lynch (1918-1984), relacionados con la percepción social de las ciudades, a estos lugares los denominaba como hitos o nodos, pudiendo ser justamente una obra ordinaria o monumental o una esquina especial dentro de la estructura de la ciudad, que  llega a identificarse como referencia para la orientación o el desarrollo de la vida colectiva habitual.

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Tomando en cuenta las ideas anteriormente expresadas, ahora nos referiremos para la ciudad de México, al Cine Cosmos, obra originalmente diseñada en el año de 1946, por el arquitecto Carlos Crombé, ubicado el la esquina de la Calzada México Tacuba y el hoy Circuito Interior, en la colonia Tlaxpana, en la Alcaldía Miguel Hidalgo, que fuera intervenido en 1948 por Carlos Vergara después de haber sufrido un incendio,  mostrando finalmente en sus diseños de fachada, elementos formales asociados con el Art Decó. Por muchos años la operación de este cine se volvió lugar de convivencia, sobretodo para las gentes de los alrededores del lugar, siendo particularmente visitado  desde el final de los años cuarenta, a lo largo de los cincuenta e inicios de los sesenta, coincidiendo con la llamada época de oro del cine mexicano. El Cosmos con sus tres mil butacas originales, formaba parte de aquellos monumentales y emblemáticos grandes cines con los que contaba  la ciudad de México, como lo fueron en su momento el Cine Ópera, el Alameda, el Orfeón, el Teresa, el Encanto o el Palacio Chino entre otros.

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A lo largo de los años y después de muchas vicisitudes, incluyendo haber sido refugio de estudiantes durante el movimiento del año 1971 y que en algún momento se hubiera pretendido transformar en funeraria, cerró definitivamente sus puertas en los años noventa, para finalmente ser adquirido por el Gobierno de la ciudad de México en el año 2013 con la intención de revitalizarlo, realizando trabajos para el efecto durante los años 2014 y 2015, quedando en ese tiempo inconclusos. Ya en el 2018, se retoma la idea de intervenir el Cosmos, pero ahora con el criterio de convertirlo en uno de los proyectos socio-culturales reconocidos como Fábrica de Artes y Oficios y es así que en marzo del presente 2021, se inaugura el Faro Cosmos, de acuerdo con el diseño realizado por el arquitecto Enrique Norten (1954). La obra se desplanta sobre un terreno de 2032.00 m2, cuenta con cinco niveles distribuidos en 6382.00 m2 construidos.

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Para el proyecto del Faro Cosmos se restauro, intervino  y respetó mínimamente la fachada original del cine, así como la primera crujía que constituía el mismo. El resto del espacio aprovechable, responde a un diseño totalmente contemporáneo, dentro de los criterios proyectuales que caracterizan la obra de Enrique Norten, que transitan esencialmente entre el minimalismo y expresiones high tech, como variables del movimiento racionalista.  Y es así que los resultados finales del proyecto, armonizan ideas que toman en cuenta  memoria y modernidad. Conceptualmente este proyecto se destinó para actividades diversas de tipo artístico-cultural, dentro de las cuales forman parte las artes escénicas y circenses, incluyendo ser sede de la Orquesta Típica de la ciudad de México.

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La propuesta de diseño contempla en la crujía restaurada del proyecto original, la ubicación del acceso principal, las zonas administrativas y algunas otras de exposiciones. Y estableciendo un entre eje de transición y enlace, constituido por las escaleras principales, elevador de personas y puentes de conexión, en el resto del lugar disponible, con interpretaciones contemporáneas, se ubicaron aprovechando la altura del cine original: un espacio amplio y alto llamado caja negra, de poco mas de triple altura, con capacidad para 400 personas, donde se llevarán a cabo todo tipo de representaciones artísticas, implicando desde luego las circenses, además dos foros o salones con isóptica, uno interior y otro exterior, con capacidades para 350 y 150 espectadores, salón de danza con sus servicios de camerinos y baños correspondientes, salones de usos múltiples y talleres. Se incluye la utilización de la azotea, como lugar para realizar eventos al aire libre.

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La presencia urbana del conjunto del proyecto, cinco niveles sobre el de banqueta, se  muestra de una escala amable para el peatón y reconocible para los que transitan por el lugar en automóvil, dadas las características formales de los resultados del proyecto, que se muestran atractivos. Se cuenta además en términos urbanos, con una pequeña plaza de acceso, que ayuda a significar la presencia del conjunto, resaltando y recordando la imagen del emblemático cine Cosmos de los años cuarenta. El proyecto resuelto con base en formas geométricas simples, que transitan entre la abstracción geométrica y las expresiones tecnológicas de las estructuras e instalaciones que se aprecian de manera aparente, se organiza en relación al espacio principal centralizado de la llamada caja negra, distribuyéndose el resto de los componentes de programa, alternativamente a los lados de este lugar esencial. Los espacios fluyen y se articulan adecuadamente, enlazados por circulaciones por bordean la ya mencionada caja negra. Cada uno de los componentes de programa, cuenta con espacios generosos y fundamentalmente flexibles, pudiendo reconfigurase dependiendo de las actividades a realizar en los mismos.

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El proyecto se aprecia ordenado, bien construido, resuelto con eficiencia en sus distintos componentes de detalle y resalta desde luego, para un proyecto de esta naturaleza, la utilización de acero, concreto y cristal en su condición aparente, predominando además el uso de  madera, que otorga a ciertos lugares importantes, dignidad, calidad y confort espaciales. Sin embargo me resulta desconcertante, que en los foros o salones con isóptica, la luz natural esté demasiado presente. Tal parece que le faltaran algunos componentes que no están construidos en la actualidad. La luz natural dificulta lo que tiene que ver con proyecciones visuales o de cine y en el aula mas grande, la dirección de la isóptica, que se dirige principalmente hacia un gran ventanal frontal, donde pudiera estar la pantalla o la posición de los ponentes de una plática, dificulta gravemente estas sesiones. Seguramente en una plática, en poco tiempo los expositores, se convierten en figuras negras, difusas y el deslumbramiento causa molestias a los espectadores. En la doble fachada que da hacia el circuito interior, la exterior constituida por persianas metálicas, no es suficiente para regular la luz en este importante lugar del Faro.

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Me parece un acierto que el gobierno de la ciudad, esté realizando proyectos de esta naturaleza en distintas zonas de la ciudad, poniendo particular énfasis en aquellas que por años estuvieron menos favorecidas, con estos lugares de carácter cultural, que sin duda contribuyen al mejoramiento social, de las conductas y los valores colectivos. Para lo que ahora nos ocupa, dada la variedad de actividades que se realizan en el Faro Cosmos, la comunidad de los alrededores se ha ido apropiando poco a poco del lugar y seguramente se convertirá de nueva cuenta en un referente social, cultural y dado el número de sus visitantes, puede propiciar además alguna revitalización económica en la zona, que vio mermada de alguna manera su vitalidad, al haberse cerrado el cine en su momento.

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*Gustavo López Padilla

Arquitecto

navegandolaarquitectura.wordpress.com

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Columnista invitado


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