De acuerdo con Fernando Mendoza, parte de la problemática del modelo es que las familias no confían en los arquitectos e ingenieros por considerarlos caros
En México, la autoproducción es la forma predominante de construcción de vivienda, pues cerca del 64.2% del parque habitacional ha sido desarrollado por la gente que invierte sus ahorros, recursos y tiempo, lo que genera empleo y mueve las economías locales.
No obstante, Fernando Mendoza Nevares, director del Centro Terwilliger de Innovación en Vivienda (CTIV), consideró que la autoproducción de vivienda es un tema delicado y con muchas brechas que se deben atacar. Entre ellos, la progresividad de la vivienda y la edificación en espacios adecuados.
Agregó que parte de la problemática de la vivienda en México es porque la mayoría de esos procesos se han dado sin asesoría especializada, pues las familias que no confían en los arquitectos e ingenieros por considerarlos caros.
“Es un tema que nos preocupa mucho, porque por ahorrar unos pesos terminan gastando más, porque confían en los albañiles. Entendemos que hay una gran diversidad de albañiles, muy profesionales y capaces de poder hacer grandes cosas; pero al mismo tiempo hay albañiles que reproducen vicios”, dijo.
Participación
Destacó que los programas de estudio no se enfocan en la problemática de la vivienda social en México, donde cerca del 70% de la población autoproduce su vivienda. Lo cual se agrava en las grandes ciudades.
Actualmente, más del 50% de la población vive en las ciudades, pero éstas representan solo el 2% del total del territorio nacional.
“Vemos que los arquitectos están ávidos de poder atender a esta población, pero hay desconocimiento, división profesional y baja demanda de ellos. O sea, los arquitectos pueden querer participar, pero la gente le tiene más confianza a su maestro. Entonces, esta problemática genera que las viviendas estén mal construidas, que de alguna manera tengan vicios en los procesos de construcción, y que les cuesten muy caras”, puntualizó.
En este sentido, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cerca del 38.4% de la población mexicana carece de una vivienda adecuada. Es decir, que habitan en condiciones de hacinamiento, sin materiales duraderos y/o sin servicios mejorados de agua y saneamiento; o simplemente sin un lugar donde vivir.
La accesibilidad a una vivienda adecuada en el país es altamente desigual y representa un riesgo importante para el desarrollo pleno de la población. Las personas de bajos recursos tienen muchas menores posibilidades de habitar un hogar digno, debido a los frenos económicos y la dificultad para acceder a servicios financieros.
Mejorar la autoproducción
Frente a este panorama, han surgido diversas organizaciones dedicadas a revertir la brecha de vivienda que existe actualmente. Tal es el caso del Centro Terwilliger de Innovación en Vivienda, de Hábitat para la Humanidad.
Fernando Mendoza explicó que el propósito de la organización es trabajar de diferentes formas, apoyar y desarrollar opciones para que las personas que carecen de oportunidades puedan hacerse de un hogar adecuado.
El directivo destacó que, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), se requieren cerca de 14 millones de viviendas en México; de las cuales, casi el 50% por ciento corresponden a acciones de mejoramiento, y el otro 50% pertenece a viviendas nuevas. Sin embargo, las acciones que se desarrollan en torno al tema de la vivienda han sido insuficientes.
“Nos dimos cuenta que el impacto no era suficiente. Por poner un ejemplo, durante la vida de Hábitat para la Humanidad, en total hemos desarrollado un promedio de casi 100,000 viviendas; para un monto correspondiente a casi 14 millones de viviendas, es insuficiente. Entonces, ante ello, hacemos una nueva iniciativa: generar al centro Terwilliger de Innovación en Vivienda, que es una organización que trabaja directamente con diversas empresas y actores que participan en el ecosistema de la vivienda”, explicó.
En concreto, el CTIV se dedica a crear alianzas con empresas interesadas en participar en el sector de la vivienda de bajos recursos, que quieran maximizar sus productos y servicios, en beneficio de este mercado.
Impulso
De acuerdo con Mendoza, el trabajo del CTIV se divide en dos partes. Por un lado, cuenta con un esquema de inclusión financiera, en el que se ofrece apoyo a las personas que no tienen acceso a créditos del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), del Fondo de la Vivienda del ISSSTE (Fovissste) o bancarios, para que puedan construir poco a poco su vivienda.
“Trabajamos con las microfinancieras, estas instituciones que no son bancarizadas pero que trabajan directamente en el estrato de bajos recursos y les dan préstamos a las familias. Lo que hacemos con ellos es ayudarles a desarrollar productos financieros para vivienda, adecuados a las capacidades y necesidades de esas familias”, indicó.
Por otro lado, está la parte del desarrollo de mercado, en la que se hace un análisis en torno a la oferta de productos y servicios orientados a la población de bajos recursos, y cómo se puede estimular que dichos productos lleguen en la calidad y cantidad apropiadas.
Este texto se incluye en la edición 130 de Revista Vivienda