Por Román Meyer Falcón
La mayoría de los mexicanos nos criamos en la casa familiar, un espacio compartido con padres y hermanos; a veces con tíos, abuelos o primos. La familia crecía, se adaptaba y también lo hacía así la casa: se construía otra habitación o se ampliaba la cocina, diversificándose el uso de los espacios comunes. No siempre había la opción de mudarse a un lugar más grande, pero nunca faltaba creatividad para transformar el entorno, adecuándolo a las necesidades cambiantes de la familia.
En resumen, la mayoría vivimos de primera mano la autoproducción de nuestra vivienda; un proceso que si bien suele ser motivado por la necesidad, termina por forjar la solidaridad e identificación familiar tan características de nuestra cultura. Y aunque muchos terminamos por dejar atrás la casa donde crecimos, esta sigue ahí, funcional y habitable, de manera que cuando formamos una familia propia, el modelo de nuestro nuevo hogar sigue la vieja usanza, creciendo y cambiando junto con nosotros.
Este modo de producir vivienda, construida y modificada por obra de sus propietarios, ha prevalecido en México durante generaciones entre otras cosas, porque es más práctico, planificable y funcional que comprar una casa terminada. Por eso es tan importante que los gobiernos y organismos encargados de garantizar el derecho a una vivienda adecuada reconozcamos esta realidad; que promovamos y facilitemos la autoproducción de forma que las familias puedan planear sus hogares como lo dicten sus necesidades y sus condiciones lo permitan.
Este 15 de diciembre, la Sedatu y los organismos nacionales de vivienda firmamos el Convenio nacional por la autoproducción, por la vivienda sin intermediarios, un instrumento que sentará las bases para coordinar el trabajo conjunto a favor de la autoproducción, extendiendo nuestra ayuda a quienes más la necesitan y en donde nunca antes se había llegado.
Seguido de este pacto, en unas semanas lanzaremos la plataforma «Decide y construye», un canal de comunicación en línea donde reuniremos todos los apoyos del gobierno y los organismos nacionales de vivienda. Con ello, las familias autoconstructoras podrán consultar información esencial de forma sencilla y accesible: desde qué tipo de programas tienen a su disposición hasta videos, guías metodológicas, calculadora de presupuestos, manuales de construcción para diversos climas y orientación jurídica.
Durante el año entrante, también, agregaremos el servicio de acompañamiento técnico con mano de obra calificada; así como facilidades para conocer la oferta de suelo y los materiales más adecuados para construir en cada región. La meta es que cada proyecto se realice no sólo en tiempo y forma; sino con la mejor calidad y visión de futuro en la obra, aprovechando los recursos y dando a las viviendas un perfil más sustentable e inteligente.
Estas labores son parte de una estrategia multilateral de apoyo para las familias. Porque, por más común que sea, la autoproducción requiere de conocimientos técnicos especializados, una colaboración eficiente y trabajo arduo en cada paso. El acompañamiento que ofreceremos será un componente básico para que la vivienda impacte de manera positiva tanto en el medio ambiente como en la vida de quienes la habitan.
La autoproducción ya es una realidad en México. Nuestra meta ahora es que sea un modelo de vivienda confiable, que cuente con el respaldo de todos los actores involucrados en el sector, poniendo más confianza en las personas y centrando el esfuerzo en sus necesidades.
Queremos que el mensaje sea claro: trabajamos juntos y juntas para que la vivienda en México sea al mismo tiempo una casa, un hogar y el patrimonio de generaciones venideras.
Román Meyer Falcón
Secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano
Gobierno de México